Las calles suspenden en accesibilidad
Pese al avance en los ¨²ltimos a?os, muchos transe¨²ntes sufren un entorno que coarta sus movimientos
El pasado es otro pa¨ªs. Hace 600 a?os antes de Cristo, una rampa suave conectaba el mercado con la Acr¨®polis de Atenas. Esta estructura fue fundamental para transformar la ciudad de un basti¨®n feudal a un espacio c¨ªvico y religioso. Es f¨¢cil entender que Grecia ¡°invent¨®¡± la accesibilidad. Una historia donde se abrigan pasado y futuro.
En 2050, unos 940 millones de personas sufrir¨¢n alguna discapacidad. Y las Naciones Unidas advierte de que el discurrir del hombre dentro de las ciudades supone ¡°un gran desaf¨ªo¡±. Hay que ponerse en la piel de los otros para darse cuenta y sentir la angustia de quien no puede moverse por la calle, acceder a una tienda o viajar en transporte p¨²blico. No son los seres humanos los discapacitados, es el entorno que hemos creado; es el espacio donde resuelven su cotidianidad. Porque a veces las ciudades se convierten en campos de minas para los sentidos. Puertas bloqueadas, ascensores inexistentes o que no funcionan, rampas que faltan.
Sin ir m¨¢s lejos, hay estaciones de cercan¨ªas y metro junto a hospitales sin rampas y ascensor. Ni la de Ram¨®n y Cajal, frente al hospital del mismo nombre, ni el de La Paz, junto a la estaci¨®n de metro de Bego?a, facilitan la salida del vag¨®n a la calle o el camino inverso. Ocurre lo mismo en otras estaciones principales madrile?as como Avenida de Am¨¦rica o Plaza Castilla. Los sindicatos han llegado a denunciar que hay muchas escaleras averiadas en la red de metro madrile?a.
Espa?a ha hecho un viaje profundo en este reto. Ha visto pasar estaciones a gran velocidad. ¡°El cambio resulta brutal¡±, comenta Juan Bautista Echeverr¨ªa, profesor del Departamento de Construcci¨®n, Instalaciones y Estructuras de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Antes de los a?os noventa, la accesibilidad era un fundido a negro. Despu¨¦s, muchas cosas cambiaron. La ley 51/2003, de igualdad de oportunidades, fue el gozne del viraje. M¨¢s tarde lleg¨® el Real Decreto 1/2013 y posteriormente, a partir de diciembre de 2017, se estableci¨® la obligaci¨®n de implantar en todos los espacios los ¡°ajustes razonables¡± que fueran necesarios para permitir la accesibilidad. El problema, claro, es que esas dos palabras dejan el terreno en la indefinici¨®n. ¡°Pese a todo, es un aspecto central en la agenda pol¨ªtica. Lo que antes era el paradigma de las energ¨¦ticas ahora es la accesibilidad, pues es un tema que entronca con los derechos civiles¡±, defiende el docente.
En el fondo es una baliza roja sobre qu¨¦ tipo de sociedad estamos construyendo. Ego¨ªsta o solidaria. Sorda o atenta. ¡°La accesibilidad urbana es un indicativo definitivo de la calidad de vida que ofrecen las ciudades y de la ambici¨®n de las Administraciones, que son en la pr¨¢ctica las responsables del espacio p¨²blico¡±, sostiene el arquitecto Juan Herreros. Son palabras que construyen la realidad de muchos seres humanos. En el mundo hay 466 millones de personas que tienen problemas de audici¨®n y 36 millones son ciegos. Privados del sonido y de la luz, la ciudad traza un laberinto.?
Aunque existen formas de hallar la salida. Vigo ha demostrado que puede ser transitable una villa construida sobre una monta?a. Mientras, al sur, en ?vila, su Consistorio ha conseguido que un enclave hist¨®rico y de viejas piedras resulte franco. Se ha adaptado un tramo de la muralla y el Ayuntamiento propone, entre otras respuestas, un servicio de pr¨¦stamo de sillas de ruedas para personas con movilidad reducida que visitan la ciudad.
El big data y la tecnolog¨ªa ayudan a otras urbes que a trav¨¦s de sensores, balizas y aplicaciones m¨®viles se encargan de notificar en tiempo real el estado de las calles para invidentes o personas con movilidad reducida. Estos desarrollos del llamado Internet de las cosas existen hace a?os, y muchas ciudades, por ejemplo, Zaragoza, los gestionan de forma p¨²blica y a nivel de barrio.
¡°El entorno de las grandes ciudades se construy¨® principalmente antes de que el acceso para discapacitados fuera una idea popular¡±, reflexiona Andrew Solomon, escritor estadounidense y ganador del prestigioso National Book Award en 2001. ¡°Pero incluso la arquitectura m¨¢s reciente a menudo refleja nuestra falta de preocupaci¨®n por las personas con discapacidad, una forma de reforzar el privilegio de un orden social que se basa en rebajar a aquellos seres humanos que tienen desaf¨ªos de movilidad a una categor¨ªa en la que de alguna manera parece que merecieran menos que nosotros¡±.
Una poblaci¨®n envejecida
El mundo envejece y las ciudades deber¨¢n adaptarse. El n¨²mero de personas mayores de 60 a?os pasar¨¢ de unos 962 millones en 2017 a 2.100 millones durante 2050. Urge un espacio distinto. ¡°El transporte, por ejemplo, debe dise?arse teniendo en mente las necesidades de la gente mayor, las casas tienen que ser accesibles y estar situadas all¨ª donde quieran vivir, pero lo m¨¢s importante es involucrar a los mayores en las decisiones de la ciudad¡±, resume Natalie Turner, responsable de vecindad del londinense Center for Ageing Better, una organizaci¨®n que se preocupa sobre todo de ancianos en riesgo de exclusi¨®n. Y ellos quieren calles transitables, cruces que les permitan cambiar de acera con tiempo, un buen pavimento y una correcta iluminaci¨®n.
¡°Si las personas no pueden andar con facilidad por la ciudad o no pueden usar el transporte p¨²blico, podr¨ªa ser dif¨ªcil encontrar y mantener un trabajo. Y si adem¨¢s les resulta imposible entrar en bares o asistir a conciertos o teatros, entonces se complica llevar una vida social activa¡±, advierte Simon Toftgaard, presidente de Muskelsvindfonden, un centro sin ¨¢nimo de lucro dan¨¦s que investiga tratamientos para las enfermedades neuromusculares. Sin duda, una ciudad accesible es a la vez el mapa y el territorio.
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