Unidos por la biosfera
M¨¢s all¨¢ de los incendios en el Amazonas o ?frica, todos los grandes ecosistemas de nuestro mundo est¨¢n en peligro
Estamos en constante peligro de autodestrucci¨®n colectiva¡±. Esta advertencia del fil¨®sofo alem¨¢n Hans Jonas se remonta a hace 40 a?os, pero los incendios que asolaron este verano las selvas tropicales de la Amazonia muestran hasta qu¨¦ punto sigue vigente.
Las inmensas columnas de humo, la tierra desolada, la erradicaci¨®n completa de la vida contrastan bruscamente con la exuberancia, la vitalidad y el ingenio de estos bosques primarios. Los bosques tropicales no suelen arder; los incendios que estamos presenciando son tan intensos que nos preguntamos incluso si es posible extinguirlos. Esta aberraci¨®n debe hacernos reaccionar.
La educaci¨®n debe acelerar propiciar la modificaci¨®n profunda de nuestros estilos de vida y prevenir los conflictos que surgir¨¢n
Los pueblos de los Estados amaz¨®nicos son los primeros concernidos por medidas de emergencia que solo las autoridades de estos pa¨ªses pueden adoptar. Sin embargo, debemos ir m¨¢s all¨¢: cuando arde la Amazonia, es toda la humanidad la que se ve afectada. Esto nos impone unos deberes. Este bosque inmenso es el hogar de m¨¢s de 400 naciones de pueblos y culturas ind¨ªgenas, alberga la cuarta parte de la biodiversidad del planeta y desempe?a una funci¨®n esencial como regulador del clima a escala mundial; por todo ello, constituye una joya excepcional cuya vulnerabilidad es patente.
Lamentablemente, la Amazonia, que ya ha perdido una quinta parte de su superficie, no es la ¨²nica afectada. El 70% de los incendios forestales tropicales se producen en el ?frica subsahariana, e Indonesia se enfrenta a incendios cada vez m¨¢s frecuentes y graves: no es exagerado decir que los pulmones del planeta est¨¢n en llamas.
M¨¢s all¨¢ de estos incendios, todos los grandes ecosistemas de nuestro mundo est¨¢n en peligro. El informe mundial sobre la biodiversidad presentado en la Unesco el pasado mes de mayo nos permiti¨® tomar conciencia de la magnitud del desastre: el 40% del medio marino y la mitad de los cursos de agua est¨¢n estructuralmente alterados, en particular a causa de la contaminaci¨®n, las extracciones incontroladas o la eutrofizaci¨®n.
La escala y la velocidad de estas alteraciones no tienen precedentes, y sus consecuencias son dif¨ªcilmente predecibles. El sistema terrestre, que se basa en un complejo entramado de interrelaciones y retroalimentaciones, podr¨ªa desequilibrarse en proporciones dif¨ªciles de imaginar. Cruzar estos umbrales supone adentrarse en lo desconocido.
En realidad, est¨¢ en juego todo nuestro mundo: su belleza, su patrimonio inmaterial, los fundamentos mismos de nuestras econom¨ªas, la seguridad alimentaria, la salud, la calidad de vida en todo el planeta y el reparto pac¨ªfico de los recursos naturales. Tenemos la responsabilidad colectiva de proteger y preservar este patrimonio fundacional que se ha transmitido a trav¨¦s de los tiempos. Nosotros, habitantes moment¨¢neos y pasajeros tard¨ªos del planeta Tierra, debemos movilizarnos para reconocer la especificidad de estas zonas que se ven amenazadas por las actividades humanas.
En el sistema de Naciones Unidas disponemos ya de elementos precursores de un marco ¨²nico y acordado que concilia la soberan¨ªa nacional, la cooperaci¨®n internacional y la participaci¨®n local. Se trata de los sitios del patrimonio mundial natural y las reservas de biosfera, designados por la Unesco a propuesta de sus Estados miembros: en su conjunto, estas zonas cubren una superficie equivalente a la de China, y cerca de dos millones de kil¨®metros cuadrados se encuentran en Am¨¦rica del Sur. La Unesco alberga tambi¨¦n redes mundiales de cooperaci¨®n cient¨ªfica sobre el agua, los oc¨¦anos o la investigaci¨®n b¨¢sica.
Podemos aprovechar este marco ¨²nico para poner en marcha un plan de emergencia e inversi¨®n a gran escala para las zonas m¨¢s cr¨ªticas, en todo el mundo. Nuestras redes de expertos cient¨ªficos nos ayudar¨¢n a determinar esas zonas en funci¨®n de su valor ecol¨®gico excepcional y de la vulnerabilidad del entorno en el que se encuentran.
La mejor manera de reforzar los recursos de los Estados directamente afectados consiste, en primer lugar, en hacer frente a la emergencia, pero implica tambi¨¦n construir planes de desarrollo sostenible a largo plazo a escala de estos territorios, basados en el conocimiento cient¨ªfico, incluido el conocimiento ind¨ªgena.
Tambi¨¦n debemos actuar a trav¨¦s de la educaci¨®n ¡ªdesde el nivel preescolar hasta la formaci¨®n profesional, pasando por la educaci¨®n secundaria y la superior¡ª, incorporando la educaci¨®n sobre la naturaleza como elemento central de los programas educativos.
La educaci¨®n debe acelerar la toma de conciencia y propiciar la modificaci¨®n profunda de nuestros estilos de vida.
La educaci¨®n, adem¨¢s, nos permitir¨¢ prevenir los conflictos que sin duda surgir¨¢n a ra¨ªz de estas transformaciones.
La cumbre sobre el clima organizada en las Naciones Unidas llega en este momento crucial. No tenemos derecho a dejar pasar esta cita con el futuro, a la que los j¨®venes nos invitan con impaciencia.
Audrey Azoulay es directora general de la UNESCO.
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