Detr¨¢s del humo
Vale la pena que todos nos preguntemos qu¨¦ hay en el fondo de una sociedad que tiene tanta rabia
Estaban encapuchados, llenos de una ira intensa. No eran menos de 15, m¨¢s bien delgados, muy j¨®venes. Intentaban volcar un bus del servicio p¨²blico en plena v¨ªa de Bogot¨¢. El conductor al interior, Jonatan Neisa, un hombre de no m¨¢s de 45 a?os, no entend¨ªa por qu¨¦. Esos mismos j¨®venes han sido sus pasajeros en el d¨ªa a d¨ªa. Pero ahora eran v¨¢ndalos. Se le atravesaron, lo obligaron a detenerse, lo forzaron a bajarse, le rompieron los vidrios con extintores y le metieron explosivos por debajo al bus. Neisa ten¨ªa miedo. Lo amenazaron. Quince minutos de angustia en medio de una protesta estudiantil por un caso de corrupci¨®n en investigaci¨®n en la Universidad Distrital.
La imagen empez¨® a circular en las redes. En los medios. Y ante mis propios ojos, en una calle de la zona conocida como el sector financiero de la capital colombiana, donde funciona otra universidad, la Pedag¨®gica, donde se forman muchos de los profesores del futuro y que ese d¨ªa no dejaban ver sus rostros.
Lo siguiente fue el ruido ensordecedor de las conocidas como papas bomba, explosivos hechos por los mismos manifestantes, y paso seguido los del Esmad, las fuerzas del orden, con sus vestidos negros y los bolillos en mano, y la nube que se forma una vez son disparados los gases lacrim¨®genos. Una nube de humo que impide ver qui¨¦n cruza los l¨ªmites primero: los v¨¢ndalos o la polic¨ªa. Qu¨¦ dif¨ªcil cuando est¨¢n de por medio los derechos de los otros, como los de una se?ora a quien le corr¨ªa sangre por su cara y a quien la impact¨® una explosi¨®n saliendo de un cajero en un d¨ªa cualquiera.
Ocurri¨® en el segundo d¨ªa de protestas, un derecho constitucional, como debe ser. El primer d¨ªa fue a¨²n m¨¢s desafortunado. En otro sector de la ciudad, a no muchas cuadras sobre la carrera s¨¦ptima comparten en una cuadra, fachada con fachada, dos universidades. En la Javeriana fueron suspendidas las clases. Los estudiantes gritaban ¡°en paz, en paz¡± mientras apoyaban la protesta de sus vecinos de la Distrital, aunque no de manera violenta. Pero los de la Distrital bloquearon las calles de acceso, la m¨¢s importante de sur norte desde el centro para atravesar Bogot¨¢, vulnerando los derechos de otros.
Y entonces lleg¨® el Esmad y en vez de ser ejemplar, controlar, disuadir, se meti¨® a la fuerza a una zona de la Universidad Javeriana donde funciona el hospital universitario San Ignacio, en los alrededores donde llegan las ambulancias. Sitio que deber¨ªa estar vedado para los capuchos, para los del Esmad, para cualquiera que no sea del servicio de atenci¨®n de enfermos.
En la Javeriana llevaban adem¨¢s algunos d¨ªas de luto por el suicidio de un estudiante. Otro tema que deber¨ªa ser una preocupaci¨®n para toda la sociedad frente a la depresi¨®n joven, las angustias socioecon¨®micas y la vida en general de una poblaci¨®n que est¨¢ llamada es a pelear por la democracia, para preservar el planeta ante el cambio clim¨¢tico, para defender sus vidas del populismo, y estamos viendo como algunos se matan y otros se vuelven v¨¢ndalos o capuchos, estudiantes que no han logrado entender el papel de la izquierda democr¨¢tica cuando no son infiltrados.
Tres a?os y dos mil manifestaciones en Bogot¨¢, una expresi¨®n magn¨ªfica si pudi¨¦ramos verla como las im¨¢genes que nos llegaron de Hong Kong, en la marcha de los paraguas, con cantos, incluso a gritos, simb¨®licas, resistencias inteligentes, largas, duras en los argumentativo. Capaces de aguantar horas, d¨ªas, meses de ser necesario. Pero pac¨ªficas. Necesitamos su lucha para lograr como han hecho en el mundo las transformaciones sociales, educativas, pol¨ªticas. Necesitamos su valent¨ªa y juventud para canalizar el descontento, pero sus desafueros los invalidan y pueden terminar por provocar una tragedia, m¨¢s a¨²n en momentos en que las autoridades parecen radicalizarse.
La Polic¨ªa y la alcald¨ªa de Enrique Pe?alosa tienen que responder por los gases lacr¨ªmogenos que dejaron tendidos a estudiantes menores de edad de un colegio que se vio invadido de humo, deben decirnos que hicieron la investigaci¨®n pertinente sobre los excesos denunciados por parte del Esmad y sacar a esos individuos de la instituci¨®n. No pueden seguirse escudando en que ante el vandalismo todo se vale. No. Los llamados a poner los l¨ªmites no los pueden romper.
Y mientras tanto, vale la pena que todos nos preguntemos qu¨¦ hay en el fondo de una sociedad que tiene tanta rabia. Lo que vimos esta semana en las calles de Bogot¨¢ es una expresi¨®n de ?qu¨¦? Solo encontrando esas respuestas es posible hacer algo para evitar que se siga anidando la ira. ?Qu¨¦ le respondemos a nuestros hijos cu¨¢ndo preguntan por qu¨¦ ocurre lo que ocurre? ?Qu¨¦ explicaci¨®n reciben en los colegios de sus profesores?
Es necesario dejarles el discurso de radicalizaci¨®n a quienes quieren justificar su mal comportamiento y buscar el lenguaje del pensamiento cr¨ªtico, de la sociolog¨ªa, de la educaci¨®n para que no se repitan los comportamientos que estamos viendo a los que a¨²n no han terminado los estudios secundarios.
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