Capitalismo, pseudociencias y ¡®mansplaining¡¯
Fragmento de 'Ciencia sin ficci¨®n', un libro formado por cinco peculiares narraciones reci¨¦n publicado por Debate
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[Este texto es un fragmento de uno de los cap¨ªtulos de Ciencia sin ficci¨®n. Publicado por Debate, el libro consta de cinco relatos que usan la ciencia como hilo conductor para desarrollar tanto la literatura de no ficci¨®n como una ficci¨®n alejada de la idea intuitiva y actual de la ciencia-ficci¨®n. Las implicaciones de la tecnolog¨ªa CRISPR, por Jes¨²s M¨¦ndez; una conversaci¨®n con Pedro Duque sobre su primer viaje espacial, por Pere Estupiny¨¤; un viaje desde los or¨ªgenes de la f¨ªsica cu¨¢ntica hasta Instagram, por Sergio Fanjul; una conversaci¨®n de ficci¨®n sobre la inteligencia artificial, los algoritmos y consecuencias, por Bel¨¦n Gopegui; y el cap¨ªtulo al que pertenece este fragmento, un alegato personal y general sobre las irracionalidades de las pseudociencias, por Javier Salas]
Uno de los rasgos que identifica a buena parte de las pseudociencias es que suelen tener un componente de autoridad bastante marcado, por lo general ejercido originalmente por una figura masculina que lidera esa disciplina o ese modo de pensar. Es lo que sucede, por poner algunos ejemplos, con la homeopat¨ªa y su inventor, Samuel Hahnemann; con la antroposof¨ªa y Rudolf Steiner; con la cienciolog¨ªa y Ron Hubbard, o con los antivacunas y el exm¨¦dico que logr¨® su mayor ¨¦xito manipulando estudios, Andrew Wakefield. En particular, como ha se?alado el fil¨®sofo sueco y director del departamento de Filosof¨ªa e Historia de la Tecnolog¨ªa en el Real Instituto de Tecnolog¨ªa de Estocolmo Sven Ove Hansson, el campo del negacionismo cient¨ªfico suele ser extraordinariamente masculino. "Las mujeres son infrecuentes tanto en la negaci¨®n de la evoluci¨®n como en la negaci¨®n de la ciencia del clima. Esto es mucho m¨¢s notable en el primer caso. En comparaci¨®n, hay una presencia fuerte de mujeres en las ciencias biol¨®gicas leg¨ªtimas, pero est¨¢n virtualmente ausentes de las actividades de negaci¨®n evolutiva y creacionismo ¡ªasegura Hansson en su ensayo Science denial as a form of pseudoscience. Y a?ade ¡ª: Este dominio masculino es dif¨ªcil de explicar, pero [...] la audacia de afirmar que uno entiende un tema mejor que todos los expertos puede ajustarse m¨¢s a los estereotipos masculinos que a los femeninos". Lo que hoy conocemos como mansplaining ¡ªesa necesidad paternalista de los varones de explicarles las cosas a las mujeres, aunque estas sepan m¨¢s que ellos¡ª, pero en versi¨®n pseudocient¨ªfica.
Tambi¨¦n era hombre y l¨ªder pseudocient¨ªfico Harold Camping, el octogenario pastor estadounidense que convenci¨® a toda su congregaci¨®n de que el 21 de mayo de 2011 ser¨ªa el d¨ªa del Juicio Final. Como seguramente habr¨¢ notado el lector, se equivoc¨®. Este anuncio fracasado proporcion¨® una oportunidad magn¨ªfica para estudiar los mecanismos que se desatan en nuestro interior cuando caemos por la pendiente del autoenga?o pseudocient¨ªfico. Y, sobre todo, para explicar lo complicado que es escapar de las decisiones err¨®neas por culpa de las disonancias cognitivas. En el documental Right Between Your Ears, la psic¨®loga social Carol Tavris explica a la perfecci¨®n lo que sucedi¨® con Camping y sus seguidores, pero tambi¨¦n lo que nos pasa a todos nosotros en la mayor¨ªa de nuestras decisiones, mucho m¨¢s cuanto m¨¢s importantes. Cuando una persona da un paso en una direcci¨®n, explica Tavris, trata de justificar esa elecci¨®n, lo que pone en marcha una serie de autojustificaciones que llevan a nuevas acciones, que a su vez llevan a nuevas autojustificaciones. Y esa es la raz¨®n por la que, cuanto m¨¢s tiempo y esfuerzo invierte alguien en tomar una posici¨®n en p¨²blico, m¨¢s dif¨ªcil le resultar¨¢ decir: "Ay, madre, que estaba equivocado". "La disonancia cognitiva es un estado de tensi¨®n que se produce cuando una persona posee dos cogniciones (ideas, actitudes, creencias, opiniones) que son psicol¨®gicamente inconsistentes, como 'fumar es algo tonto porque podr¨ªa matarme' y 'fumo dos paquetes diarios"¡ª explica Tavris en su libro Mistakes Were Made (But Not by Me). Y a?ade ¡ª: La disonancia produce un malestar mental que abarca desde dolores menores hasta angustias profundas; la gente no descansa hasta que encuentra una forma de reducirla". Como bien explica, todos nos consideramos m¨¢s listos que la media, m¨¢s justos, m¨¢s acertados... Y ante la prueba de que nos hemos equivocado tenemos dos opciones: revisar nuestra visi¨®n de nosotros mismos o rechazar lo que nos deja en evidencia. La disonancia es tan inc¨®moda como el hambre o la sed y nos obliga a actuar para mitigarla, aunque sea de la forma m¨¢s absurda.
La mayor¨ªa opina que la ciencia no es de fiar si hay intereses econ¨®micos de por medio. Y lo peor es que esta sombra de sospecha alcanza a todos los dem¨¢s: de alg¨²n modo, tambi¨¦n estar¨¢n pagados
Este concepto fue desarrollado por Leon Festinger en la d¨¦cada de 1950 tras seguir a un grupo apocal¨ªptico parecido al de Camping. En aquella circunstancia, el evento del fin del mundo acabar¨ªa con los elegidos, ellos, salv¨¢ndose en naves espaciales extraterrestres que acudir¨ªan a rescatarlos antes del cataclismo definitivo. Festinger hizo su propia predicci¨®n: aquellos fieles que dudaron en el ¨²ltimo momento del credo, que se quedaron en casa a esperar el final, terminar¨ªan alej¨¢ndose progresivamente de la secta. En cambio, pensaba ¨¦l, aquellos que vendieron sus posesiones para seguir la profec¨ªa hasta el final saldr¨ªan m¨¢s reforzados en su fe a pesar del fiasco de descubrir que no hab¨ªa apocalipsis. Cuando lleg¨® la noche marcada y no aparec¨ªa ninguna nave espacial, la ansiedad empez¨® a hacer presa de los fieles. ?Realmente estaban tan enga?ados? ?Hab¨ªan arruinado sus vidas para nada? La angustia los consum¨ªa y, d¨¢ndole vueltas a lo sucedido, llegaron a una revelaci¨®n: en realidad, su fe hab¨ªa salvado a la humanidad. Dios se hab¨ªa sentido conmovido por la devoci¨®n de ese incre¨ªble grupo de fieles y hab¨ªa pospuesto el Juicio Final. Salieron de all¨ª a¨²n m¨¢s convencidos de sus creencias. La disonancia se hab¨ªa resuelto huyendo hacia delante. Y Festinger estaba en lo cierto. Como explica Tavris, es como si cada paso que damos en una direcci¨®n lo hici¨¦ramos descendiendo por una de las paredes de una pir¨¢mide, lo que hace m¨¢s probable que el siguiente paso sea en ese mismo sentido y mucho m¨¢s improbable que optemos por el cambio de orientaci¨®n, que implicar¨ªa escalar en contra de nuestra propia decisi¨®n anterior.
La trampa capitalista
Grupos sectarios, curanderos, grandes corporaciones... Todos enga?an con pseudociencia y todos nos dejamos enga?ar porque estamos, de alg¨²n modo, dise?ados para ello. "Me disculpo ante los racionalistas por llamarlos racionalistas. No lo son. Todos creemos en cuentos de hadas, y vivimos en ellos", escribi¨® Chesterton en Herejes. Lo peculiar en el asunto del tabaco, la alimentaci¨®n y la industria que contamina la atm¨®sfera es que ese ciclo tan nefasto de enga?o y manipulaci¨®n para maximizar el beneficio se ha repetido en tantas ocasiones y se ha descubierto de forma tan escandalosa en todas ellas que buena parte de la sociedad ya desconf¨ªa en general de los actos de las corporaciones. Aunque menos de lo que creemos, porque todav¨ªa seguimos aliment¨¢ndonos masivamente con productos ultraprocesados solo por su apariencia de light, bio o 0 %, por ejemplo. Pero todo el mundo sabe que hay compa?¨ªas que han destrozado la salud de la poblaci¨®n, incluso hasta la muerte, solo por proteger los beneficios de sus accionistas. Empresas que han contaminado acu¨ªferos, que negaban los venenos del tabaco, que est¨¢n matando el ciclo vital del planeta o que venden como alimentos saludables comestibles que nos enferman. Parece haber una conexi¨®n plausible: en las mismas d¨¦cadas en las que comenzamos a ver en el banquillo a los responsables de las tabacaleras y a descubrir los pasteleos de las petroleras, comenz¨® a surgir esa desconfianza hacia las ¨¦lites y los expertos que ahora lamentamos. La sociedad se ha dado cuenta de lo que estos son capaces y ese recelo se lleva al extremo precisamente donde ya hab¨ªa un prejuicio. Hasta los cient¨ªficos, de los colectivos m¨¢s respetados, son vistos ahora con cierta suspicacia. En un estudio de percepci¨®n social de la ciencia que realiza regularmente la Fundaci¨®n Espa?ola para la Ciencia y la Tecnolog¨ªa (FECYT), cuatro de cada diez encuestados (el bloque mayoritario) se muestran muy o bastante de acuerdo con la afirmaci¨®n: "No podemos confiar en que los cienti?ficos digan la verdad si dependen de la financiacio?n privada". La mayor¨ªa opina que la ciencia no es de fiar si hay intereses econ¨®micos de por medio. Y lo peor es que esta sombra de sospecha alcanza a todos los dem¨¢s: de alg¨²n modo, tambi¨¦n estar¨¢n pagados.
En 2014, la escritora Eula Biss public¨® Inmunidad, un minucioso repaso de todas las controversias que han rodeado a las vacunas a lo largo de la historia. En el texto, considerado uno de los diez mejores t¨ªtulos del a?o por The New York Times, Biss aborda sin ambages esta pol¨¦mica, lig¨¢ndola a los argumentos de los colectivos que m¨¢s recelan de las vacunas. "Que muchos de nosotros consideremos totalmente plausible que una vasta red de investigadores y funcionarios de sanidad y m¨¦dicos de todo el mundo perjudiquen intencionadamente a los ni?os a cambio de dinero es una prueba de lo que el capitalismo realmente nos est¨¢ quitando". Y se lamenta de que "cuando comenzamos a ver las presiones del capitalismo como leyes innatas de la motivaci¨®n humana, cuando comenzamos a creer que todos est¨¢n comprados, entonces estamos de verdad en la ruina". Para ella, la ret¨®rica habitual contra las vacunas es en definitiva una met¨¢fora sobre la corrupci¨®n capitalista, la decadencia cultural y la contaminaci¨®n ambiental.
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