Cuando el respeto de los derechos humanos deja de ser un debate de sal¨®n
Actuar con responsabilidad y respeto por el entorno en el ejercicio de su actividad es una cuenta pendiente de gran parte del sector empresarial, pero hay ejemplos de cambio
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El pasado mayo, el presidente de la Rep¨²blica de Namibia, Hage Geingob, declaraba el pa¨ªs bajo emergencia debido a los ¨²ltimos fen¨®menos clim¨¢ticos. Actualmente, el Estado africano sufre una dura sequ¨ªa que azota a toda su extensi¨®n, incluyendo la regi¨®n de Omusati. En esta zona, situada al norte y fronteriza con Angola, se trabaja hoy d¨ªa en un proyecto de desarrollo econ¨®mico conformado por varios actores con perfiles muy variados. Por un lado se encuentra la comunidad, las autoridades tradicionales y las autoridades locales, y por otro una empresa y una agencia de cooperaci¨®n internacional para el desarrollo. Concretamente entre Oshifo y Ruacana se ubica el proyecto en el que nuestra empresa,?Zabala Innovation Consulting, ha podido trabajar en el ¨¢mbito de los derechos humanos.
El ya famoso principio 17 de los principios rectores sobre empresas y derechos humanos de Naciones Unidas, centrado en promover determinados est¨¢ndares de calidad, la llamada debida diligencia empresarial, establece uno de los grandes retos del sector: respetar los derechos humanos en el ejercicio de su actividad y convertirse en actores sociales que promueven el respeto de los mismos. El proceso de transformaci¨®n, lejos de parecer sencillo, encierra un reto tan relevante como es el cambiar la mentalidad de todos los actores respecto al papel de las empresas en la promoci¨®n y respeto de los derechos humanos y c¨®mo se implican en el logro de la gran agenda internacional de la cooperaci¨®n: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Especialmente el relativo al n¨²mero 17, sobre las alianzas entre distintas entidades de diversa naturaleza como ONG, comunidad, empresas privadas, gobiernos, etc.
Se habla mucho en debates acad¨¦micos o de expertos sobre c¨®mo deber¨ªan actuar las empresas, pero se practica poco en el devenir diario de estas pese a que su exigibilidad jur¨ªdica avanza de manera imparable en los diferentes marcos regulatorios nacionales e internacionales. Recientemente hemos podido vivir en carne propia una nueva experiencia, abandon¨¢bamos nuestra zona de confort, si se puede llamar as¨ª, de Am¨¦rica Latina, y nos aventur¨¢bamos en el reto de implementar estos est¨¢ndares con comunidades campesinas y nativas del norte de Namibia con un proyecto agroindustrial. La primera vez que nos reun¨ªamos con las personas representantes de cada comunidad, la gran cuesti¨®n era: ¡°?Quieren que nosotros participemos sobre c¨®mo nos afectar¨¢ la empresa que se instalar¨¢ aqu¨ª?¡±. Para ellos, pueblos practicamente aislados, con unos niveles de pobreza inhumanos, formar parte de este proceso como protagonistas de su propio cambio, era una gran y positiva sorpresa.
En una ¨²ltima reuni¨®n con las autoridades tradicionales de toda la zona, se pactaron los criterios y acciones que supondr¨¢n un beneficio para todas las partes. Despu¨¦s de un a?o de trabajo aplicando metodolog¨ªas participativas, analizando con todas las comunidades los impactos, se ha conseguido incorporar la licencia social en el proyecto. Adem¨¢s, tal es el ¨¦xito de esta iniciativa que una de las agencias internacionales para el desarrollo de Europa, se ha comprometido a apoyar el desarrollo econ¨®mico y social de la zona, dando lugar a un proyecto integral, tanto en tem¨¢tica, como en participantes.
Con su sabidur¨ªa y su responsabilidad pol¨ªtica, el grupo de autoridades tradicionales nos demostr¨® que existen determinadas circunstancias en las que, cuando una empresa las incorpora a su proyecto, se generan v¨ªnculos muy estrechos con las comunidades de su ¨¢rea de influencia y la sostenibilidad social de dicho proyecto aumenta. De esta manera hemos comprobado que cuando se respetan los derechos humanos, se respetan las culturas de cada comunidad, se abren espacios de participaci¨®n a las comunidades para debatir los proyectos y analizar los impactos sobre los derechos de las personas, se definen conjuntamente acciones de mitigaci¨®n y remediaci¨®n, y los beneficios materiales e inmateriales para las empresas se dejan notar.
Se habla mucho en debates acad¨¦micos o de expertos sobre c¨®mo deber¨ªan actuar las empresas, pero se practica poco en el devenir diario de estas
Lo cierto es que la pr¨¢ctica de promover determinados est¨¢ndares no se prodiga en exceso en el ¨¢mbito empresarial, pero cuando alguna compa?¨ªa decide apostar por ella en el desarrollo de sus proyectos los resultados son muy potentes: fortalecimiento de sus relaciones con grupos de inter¨¦s y/o comunidades, prevenci¨®n de conflictos y resoluci¨®n r¨¢pida cuando se producen, transformaci¨®n de la responsabilidad social empresarial tradicional para promover una inversi¨®n social basada en la mitigaci¨®n de impactos, mejora de la imagen corporativa y acceso a inversiones ESG (medioambiental, social y de gobernanza por sus siglas en ingl¨¦s) son algunas de las consecuencias que tiene.
Y si adem¨¢s, los programas de inversi¨®n social o de RSE se vinculan con el desarrollo de los ODS en las comunidades de su ¨¢rea de influencia, las posibilidades de ¨¦xito de los proyectos aumenta exponencialmente. Casi tanto como se reduce la posibilidad de que se genere un conflicto socio-ambiental que pueda poner en riesgo el proyecto.
A partir de nuestra experiencia en Namibia y en otros pa¨ªses de Am¨¦rica estamos firmemente convencidos de que implementar la debida diligencia es posible, y que una vez que se realiza los beneficios para todas las partes son muy positivos. Se resume nuestro sentir en una frase de John Reggie, padre de los principios rectores: ¡°No he visto a ninguna empresa que se haya arruinado por invertir en derechos humanos, pero s¨ª me ha tocado ver a alguna que lo ha hecho por no invertir en ellos¡±.
Adriana Ciriza y Mikel Berraondo son especialistas senior en temas de cooperaci¨®n y desarrollo en Zabala Innovation Consulting.
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