Locuacidad acallada
Por tanto discurso de falsa defensa de lo local somos los primeros enemigos de lo mejor de lo nuestro
Un escalofr¨ªo de verg¨¹enza ajena recorri¨® las v¨¦rtebras de los espa?oles cuando en la sesi¨®n de control de la Comunidad de Madrid los dos partidos que se reparten el Gobierno local agitaron la quema de las iglesias en 1936 para tapar su inconsistencia gestora. Y a lo mejor alguna cosa m¨¢s quer¨ªan ocultar. Puede que solo pretendieran consolar a los nost¨¢lgicos del franquismo de la sentencia del Supremo que clarific¨® los ribetes legales en torno a la exhumaci¨®n del dictador. Consolados quedan, y quiz¨¢ seducidos para que los vayan a votar a ellos y no elijan opciones a¨²n m¨¢s radicales. Todo esto forma parte de un empe?o casi diario de los pol¨ªticos nacionales por sonrojar a la ciudadan¨ªa. Son locuaces, pero parecen m¨¢s feriantes gritando por la megafon¨ªa de la furgoneta que personalidades con alg¨²n sentido de Estado. Pero no nos dejemos enga?ar del todo. La locuacidad aparente contiene sus silencios bien elegidos. Uno de ellos fue clamoroso. Sucedi¨® al anunciarse los nuevos aranceles con que Estados Unidos pretende castigar a los productos alimentarios procedentes de los pa¨ªses que sostienen el consorcio de Airbus, entre ellos Espa?a.
Seg¨²n los primeros c¨¢lculos, productos como el aceite, el vino, el queso y sus ramificaciones agr¨ªcolas, podr¨ªan sufrir una sacudida tremenda bajo los nuevos aranceles de castigo. Es en ese momento cuando toda la locuacidad radical, inane y bobalicona de los partidos ultranacionalistas se suspende y llega el silencio. Un silencio tan oportunista como el vocer¨ªo cuando lo agitan. Porque nos han estado vendiendo como consigna primaria que toda su pol¨ªtica pasa por la exacerbaci¨®n del sentimiento nacional, la primac¨ªa de los intereses locales sobre el resto y la ultraprotecci¨®n de las fronteras favorables. Con esa receta, seg¨²n su cort¨ªsimo entendimiento, se solucionar¨ªan todos los problemas del pa¨ªs. Pero ese envalentonamiento se ha achicado cuando ha llegado un pa¨ªs m¨¢s grande y poderoso a aplicarte la misma medicina. Entonces se han reivindicado las leyes justas de mercado, la hermandad universal y ha faltado poco para que no alcen gritos contra las fronteras divisivas. Esta es la cruda realidad. La tonter¨ªa triunfal del nosotros primero tiene muy corto recorrido. Quiz¨¢ entre los viticultores y el mundo agrario vendr¨ªa bien una reflexi¨®n profunda sobre las consignas que m¨¢s les seducen, el mantra antieurope¨ªsta y las reivindicaciones de los Reyes Cat¨®licos que tan bien suenan en el vac¨ªo del no querer pensar.
La realidad es m¨¢s dura. Si Estados Unidos se convierte en un pa¨ªs proteccionista y en juez y parte del comercio mundial sufriremos todos. Es entonces cuando la Uni¨®n Europea y las alianzas internacionales cobran m¨¢s sentido. Y quiz¨¢ deber¨ªamos atinar con una mirada m¨¢s ambiciosa que comience desde nosotros mismos. La semana pasada en un restaurante alguien pregunt¨® si se cocinaba all¨ª con aceite de oliva. La respuesta fue sincera: no, es demasiado caro. Lo mismo sucede cuando compruebas que cada vez es m¨¢s complicado tomarse un zumo de naranja natural en hoteles y cafeter¨ªas espa?olas, no digamos ya que lo puedan beber los chicos en sus escuelas. Somos nosotros los primeros enemigos de lo mejor de lo nuestro. Precisamente por tanto discurso de la falsa defensa de lo local, esa locuacidad est¨²pida que encubre la falta de ideas, de imaginaci¨®n y de esfuerzo real por situarnos correctamente en el nuevo mapa de las relaciones internacionales.
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