La pasta de todos y de cada uno
Tantas veces se oye en los medios ¡°erario p¨²blico¡±, que si se dice s¨®lo ¡°el erario¡± parece que falta algo
Algunas palabras se pegan entre s¨ª como con Super Glue, hasta el punto de que acabaremos pregunt¨¢ndonos si cualquier hincapi¨¦ es especial, o cu¨¢ndo habr¨¢ un cresp¨®n que no sea negro, o c¨®mo puede ocurrir que siempre apreciemos el buen tiempo reinante y nunca el gobernante, o por qu¨¦ todos los crasos son errores.
Hace unas semanas, Telef¨®nica anunci¨® un plan de bajas incentivadas para sus trabajadores y se apresur¨® a aclarar que esas medidas no van a suponer merma alguna para ¡°el erario p¨²blico¡±.
Y del mismo modo que nadie hace un hincapi¨¦ de andar por casa, ni aplica el adjetivo craso ("indisculpable") a un plant¨®n o a un olvido, ni coloca crespones blancos, ni disfruta de un buen tiempo republicano, se habr¨¢ de dar alguna extra?a circunstancia para que oigamos o leamos que alguien se refiere al ¡°erario privado¡±. Normal: el erario privado no existe.
El diccionario de Sebasti¨¢n de Covarrubias ya se?alaba en 1611 que ¡°erario¡± (en lat¨ªn aerarium) equival¨ªa a pecunia publica, es decir, ¡°el tesoro p¨²blico¡±.
El primer diccionario acad¨¦mico recog¨ªa en 1732 que el erario era ¡°el tesoro p¨²blico del Reyno, ¨® rep¨²blica, ¨® el lugar donde se recoge y guarda el dinero del p¨²blico¡±. Esa definici¨®n se resume en 1884 en ¡°Tesoro p¨²blico de un reino o rep¨²blica¡±; y en 1992 se queda ya s¨®lo en ¡°Hacienda p¨²blica¡±. Hoy el Diccionario remite sin m¨¢s en la entrada ¡°erario¡± a la cuarta acepci¨®n de ¡°hacienda¡±: ¡°Conjunto de las rentas, impuestos y dem¨¢s bienes de cualquier ¨ªndole regidos por el Estado o por otros entes p¨²blicos¡±.
As¨ª pues, la decisi¨®n de Telef¨®nica no tendr¨¢ repercusi¨®n en el erario. Y ya.
Pero tantas veces se ha dicho y escrito ¡°erario p¨²blico¡± en los medios que si alguien pronuncia ¡°el erario¡± se quedar¨¢ con ganas de agregarle algo; y tal vez quien le escuche por tel¨¦fono o por la radio pensar¨¢ que se ha producido un corte en la comunicaci¨®n.
En caso de que un hablante o un escribiente deseara no dejar tan aislado al t¨¦rmino ¡°erario¡± como a un microbio de laboratorio, siempre podr¨¢ prestarle la compa?¨ªa de ¡°estatal¡±, ¡°auton¨®mico¡± o ¡°municipal¡±. As¨ª, se modifica el sustantivo con un adjetivo que lleva dentro el concepto de ¡°p¨²blico¡± pero que lo modula en diferentes extensiones y por tanto aporta algo a la oraci¨®n.
El genio del idioma, esa abstracci¨®n que hemos construido todos los hablantes sin pretenderlo, prefiere que cada palabra pronunciada sirva para algo. Si incurrimos en reiteraciones in¨²tiles, puede suceder que nuestro interlocutor aplique la regla y piense que ese vocablo tiene alguna funci¨®n que ¨¦l no sospecha; y que por tanto se ponga a buscarla. Si dij¨¦ramos ¡°carb¨®n negro¡±, deber¨ªa existir un carb¨®n blanco. Y si se oye ¡°erario p¨²blico¡±, pensaremos que existe un ¡°erario privado¡±.
Ahora bien, los pleonasmos adquieren a veces un valor expresivo, a menudo en frases hechas: ¡°Lo vi con mis propios ojos¡±, ¡°lo escribi¨® de su pu?o y letra¡±, ¡°c¨¢llate la boca¡±. En esto sucede como con el colesterol: hay del bueno y del malo. Y ¡°erario p¨²blico¡± se suele catalogar en el malo, porque no es ni saleroso.
Por supuesto, la opci¨®n redundante se ha extendido mucho, y por eso habr¨¢ quien la justifique. Pero cualquiera que conozca la verdadera historia de la palabra y de su significado pensar¨¢ que a quien dice ¡°erario p¨²blico¡± le sobrevino un despiste, le afect¨® un descuido o se le escap¨® el Super Glue.?
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