Prevenir el feudalismo digital
En lugar de crear nuevos productos imaginando lo que la gente podr¨ªa querer, las tecnol¨®gicas ya saben lo que vamos a querer. En vez de hablar de regulaci¨®n, debemos adoptar conceptos como la cocreaci¨®n
El uso y abuso de los datos por parte de Facebook y otras compa?¨ªas tecnol¨®gicas est¨¢ recibiendo por fin la atenci¨®n oficial que merece. Ahora que los datos personales est¨¢n convirti¨¦ndose en la mercanc¨ªa m¨¢s valiosa del mundo, ?los consumidores ser¨¢n los due?os o los esclavos de la econom¨ªa de plataformas?
Las perspectivas de democratizaci¨®n de este sector son malas. Los algoritmos se desarrollan de maneras que permiten a las empresas beneficiarse de nuestro comportamiento pasado, presente y futuro, o lo que Shoshana Zuboff, de la escuela de negocios de Harvard, llama ¡°super¨¢vit conductual¡±. En muchos casos, las plataformas digitales ya conocen nuestras preferencias mejor que nosotros y pueden empujarnos a hacer cosas que produzcan todav¨ªa m¨¢s valor. ?De verdad queremos vivir en una sociedad en la que nuestros deseos m¨¢s ¨ªntimos y las manifestaciones de nuestra voluntad personal est¨¢n a la venta?
Otros art¨ªculos del autor
El capitalismo siempre ha sabido muy bien crear nuevos deseos y antojos. Pero, con los datos masivos y los algoritmos, las compa?¨ªas tecnol¨®gicas han acelerado y simult¨¢neamente invertido ese proceso. En lugar de crear nuevos productos y servicios imaginando lo que la gente podr¨ªa querer, ya saben lo que vamos a querer y se lo venden a nuestros yos futuros. Peor a¨²n, los procesos algor¨ªtmicos que se utilizan suelen perpetuar los prejuicios raciales y de g¨¦nero y pueden manipularse para obtener beneficios econ¨®micos o pol¨ªticos. Aunque todos sacamos inmenso provecho de servicios digitales como el buscador de Google, no pens¨¢bamos que iban a catalogar, moldear y vender nuestro comportamiento.
Para cambiar la situaci¨®n habr¨¢ que centrarse directamente en el modelo de negocio predominante, espec¨ªficamente en la fuente de las rentas econ¨®micas. Igual que los terratenientes del siglo XVII extra¨ªan sus rentas de la inflaci¨®n de los precios de la tierra, igual que los magnates ladrones se beneficiaban de la escasez de petr¨®leo, las empresas tecnol¨®gicas de hoy en d¨ªa obtienen su valor gracias a monopolizar los servicios de b¨²squeda y comercio electr¨®nico.
Como es natural, es de suponer que sectores con externalidades de red elevadas ¡ªen las que los beneficios para cada usuario aumentan en funci¨®n del n¨²mero total de usuarios¡ª generen grandes empresas. Por eso las compa?¨ªas telef¨®nicas crecieron tanto en el pasado. El problema no es el tama?o, sino c¨®mo ejercen su poder de mercado las empresas basadas en redes.
Al principio, las tecnol¨®gicas actuales utilizaron sus amplias redes para incorporar a distintos proveedores, lo cual benefici¨® enormemente a los consumidores. Amazon permit¨ªa que editoriales peque?as vendieran t¨ªtulos (entre ellos, mi primer libro) que nunca habr¨ªan llegado a las estanter¨ªas de una librer¨ªa de barrio. El motor de b¨²squeda de Google sol¨ªa mostrar una gran variedad de proveedores, bienes y servicios.
Los datos que generamos al usar Citymapper o Google Maps deber¨ªan utilizarse para mejorar el transporte p¨²blico
Ahora, sin embargo, ambas empresas utilizan sus posiciones dominantes para asfixiar la competencia, controlando qu¨¦ productos ven los usuarios y dando prioridad a sus propias marcas (muchas de las cuales tienen nombres aparentemente independientes). Mientras tanto, las empresas que no se anuncian en estas plataformas se encuentran en seria desventaja. Como ha explicado Tim O¡¯Reilly, con el tiempo, ese m¨¦todo de b¨²squeda de rentas debilita el ecosistema de proveedores para cuyo servicio se hab¨ªan creado inicialmente las plataformas.
En lugar de limitarse a suponer que las rentas son todas iguales, las autoridades econ¨®micas deber¨ªan tratar de comprender c¨®mo asignan los algoritmos el valor entre los consumidores, los proveedores y la propia plataforma. Puede que algunas asignaciones reflejen una competencia real, pero otras se basan en la extracci¨®n de valor, y no en su creaci¨®n.
Por consiguiente, necesitamos desarrollar una nueva estructura de gobernanza que empiece por crear un vocabulario nuevo. Por ejemplo, llamar a las empresas de plataformas ¡°gigantes tecnol¨®gicos¡± implica que han invertido en las tecnolog¨ªas de las que se aprovechan, cuando, en realidad, fueron los contribuyentes quienes financiaron las tecnolog¨ªas fundamentales, desde Internet hasta el GPS.
Adem¨¢s, el recurso generalizado al arbitraje fiscal y a los trabajadores aut¨®nomos (para evitar los costes de seguros de salud y otras prestaciones) est¨¢ erosionando los mercados y las instituciones en los que se apoya la econom¨ªa de plataformas. Por eso, en vez de hablar de regulaci¨®n, debemos ir m¨¢s all¨¢ y adoptar conceptos como la cocreaci¨®n. Los Gobiernos pueden y deben influir en los mercados para garantizar que un valor creado colectivamente est¨¦ al servicio del bien colectivo.
Del mismo modo, la pol¨ªtica de competencia no debe prestar atenci¨®n solo al tama?o. Descomponer empresas grandes no resolver¨ªa los problemas de la extracci¨®n de valor ni las violaciones de los derechos individuales. No existen motivos para pensar que muchos Googles o Facebooks m¨¢s peque?os fueran a funcionar de forma distinta o con algoritmos nuevos y menos abusivos.
Hay que entender c¨®mo asignan los algoritmos el valor entre el consumidor, el proveedor y la plataforma
Crear un entorno que recompense la verdadera creaci¨®n de valor y castigue la extracci¨®n de valor es el reto econ¨®mico fundamental de nuestra ¨¦poca. Por suerte, los Gobiernos ya est¨¢n creando tambi¨¦n plataformas para identificar ciudadanos, recaudar impuestos y ofrecer servicios p¨²blicos. La preocupaci¨®n por el mal uso oficial de los datos en los primeros tiempos de Internet hizo que gran parte de la arquitectura de datos actual la desarrollaran empresas privadas. Pero ahora, las plataformas gubernamentales tienen un enorme potencial a la hora de mejorar la eficacia del sector p¨²blico y democratizar la econom¨ªa de plataformas.
Para hacer realidad ese potencial tenemos que transformar la administraci¨®n de los datos, desarrollar nuevas instituciones y, dada la din¨¢mica de la econom¨ªa de plataformas, experimentar con formas alternativas de propiedad. Por dar solo uno entre muchos ejemplos, los datos que generamos al usar Google Maps o Citymapper ¡ªo cualquier otra plataforma basada en tecnolog¨ªas financiadas por los contribuyentes¡ª deber¨ªan utilizarse para mejorar el transporte p¨²blico y otros servicios, y no para convertirse solo en ganancias privadas.
Por supuesto, algunos dir¨¢n que regular la econom¨ªa de plataformas impedir¨¢ la creaci¨®n de valor impulsada por el mercado. Pero har¨ªan bien en releer a Adam Smith, cuyo ideal de ¡°mercado libre¡± era un mercado sin rentas, no sin el Estado.
Los algoritmos y los datos masivos pueden servir para mejorar los servicios p¨²blicos, las condiciones de trabajo y el bienestar de todos. Esas tecnolog¨ªas se utilizan hoy para empeorar los servicios p¨²blicos, fomentar los contratos de cero horas, violar la intimidad y desestabilizar las democracias del mundo, todo ello en inter¨¦s del beneficio personal.
La innovaci¨®n no solo tiene una velocidad de progresi¨®n; tambi¨¦n tiene una direcci¨®n. La amenaza que representan la inteligencia artificial y otras tecnolog¨ªas no est¨¢ en su ritmo de desarrollo, sino en c¨®mo se conciben y se utilizan. El reto que tenemos es el de marcar un rumbo nuevo.
Mariana Mazzucato es catedr¨¢tica de Econom¨ªa de la Innovaci¨®n y Valor P¨²blico y directora del Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP) del University College de Londres.
? Project Syndicate, 2019.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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