La en¨¦sima generaci¨®n perdida
Hay que entender que el auge de fen¨®menos reaccionarios en muchos pa¨ªses democr¨¢ticos son consecuencia, en parte, de la crisis mal cicatrizada de 2011
Kristalina Georgieva, nueva presidenta del FMI, alert¨® recientemente que la guerra comercial en curso podr¨ªa amenazar a toda una generaci¨®n. Unas declaraciones que recuerdan a aquellas de Lagarde en 2011 en las que avisaba de c¨®mo la crisis podr¨ªa terminar con una generaci¨®n perdida. Y quiz¨¢ ya sea hora de decir que, si se acumulan tantos da?os sociales, el problema va m¨¢s all¨¢ de la coyuntura.
Es cierto que la crisis que se est¨¢ dibujando en el horizonte tiene una ra¨ªz pol¨ªtica. No porque la desregulaci¨®n financiera no estuviese entre las causas de la ca¨ªda de Lehman Brothers o porque la crisis de deuda p¨²blica en la zona euro no se viera agravada por motivaciones pol¨ªticas. La afirmaci¨®n se basa en que su detonante son decisiones proteccionistas tomadas por Gobiernos activamente. Unas decisiones de ra¨ªces geopol¨ªticas profundas y ligadas a la migraci¨®n del poder hacia el capitalismo de estado chino, con un EE UU unilateralista y una Uni¨®n Europea que trata de mantener un delicado equilibrio.
En todo caso, hay que entender que el auge de fen¨®menos reaccionarios en muchos pa¨ªses democr¨¢ticos son consecuencia, en parte, de la crisis mal cicatrizada de 2011. M¨¢s a¨²n, son fruto de un absoluto desprecio por la econom¨ªa pol¨ªtica, es decir, de ignorar la importancia que tiene el apoyo social para legitimar las decisiones econ¨®micas que se tomaron entonces. De ah¨ª que, incluso con una cierta recuperaci¨®n, el malestar persista y se vote a partidos que quieren dar marcha atr¨¢s en la apertura comercial.
Que las condiciones materiales importan para mantener los equilibrios pol¨ªticos en nuestras sociedades es algo ampliamente estudiado, pero parece que algunos decisores han reparado en ello demasiado tarde. Solo hoy algunos prestigiosos diarios financieros empiezan a preguntarse si el exceso de desigualdad no estar¨¢ amenazando al capitalismo globalizado en su conjunto.
Es indudable que la relaci¨®n de la igualdad econ¨®mica con la pol¨ªtica es muy estrecha porque el reconocimiento de un derecho no necesariamente otorga poder. Dicho de otro modo, que todos los votos valgan lo mismo (sistema electoral mediante) no implica que haya igualdad real de influencia de todos los ciudadanos si los recursos no est¨¢n nivelados. De ah¨ª, por tanto, que la concentraci¨®n de la riqueza erosione la representatividad de las instituciones; unos tienen m¨¢s influencia real que otros.
A esta relaci¨®n problem¨¢tica se suma que no es f¨¢cil ordenar una riqueza que cada vez tiene una naturaleza m¨¢s financiera y transnacional. La lucha contra la desigualdad es casi un control de da?os que, en todo caso, los modelos alternativos a la democracia tampoco han sido capaces de resolver. Siendo as¨ª, la pregunta es cu¨¢ntas generaciones debemos dejar por el camino para que este dilema sea un eje central de la discusi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.