Galdosiana
Hoy entendemos que lo local y lo universal, m¨¢s all¨¢ de la inteligencia narrativa, se emparentan con orden geopol¨ªtico y poder
A partir del 1 de noviembre, se abrir¨¢ al p¨²blico en la Biblioteca Nacional la exposici¨®n Benito P¨¦rez Gald¨®s, la verdad humana. Las conmemoraciones de hechos luctuosos sirven para que las instituciones recuperen personalidades de una cultura hisp¨¢nica que, a menudo, parece acomplejada y capitidisminuida. El centenario de la muerte de Gald¨®s, cuyo entierro sac¨® a la calle pr¨¢cticamente a todo Madrid, es el pretexto para trazar un recorrido por la vida y obra de un escritor que, por su importancia, vigencia y universalidad, colocamos junto a Cervantes. En esta muestra el escritor dialoga con la historia y la pol¨ªtica de su pa¨ªs, su biograf¨ªa y campo literario. El nuestro. Frente a las acusaciones de garbancerismo, Gald¨®s fue viajero cosmopolita, hombre comprometido, que reconvirti¨® las mejores ideas ¨¦ticas y est¨¦ticas de su contemporaneidad en novelas, episodios, art¨ªculos y obras de teatro a trav¨¦s de los que conect¨® con un nutrido p¨²blico sin perder exigencia. Las clases medias y populares aprendimos historia y literatura con Gald¨®s. Aprendimos y aprendemos a enfrentar la vida con actitud cr¨ªtica, progresista y emp¨¢tica. Encendemos las bombillas y valoramos el sentido social del ordenamiento urban¨ªstico. Gald¨®s vivi¨® en las ideas para idear las vidas; observ¨® la realidad y con sus palabras la construy¨®; captur¨® en sus novelas las polifon¨ªas ¡ªvoces de distintas clases y g¨¦neros¡ª de una sociedad en transformaci¨®n; traz¨® el retrato de una clase media fundamental para la musculatura del pa¨ªs; y super¨® t¨®picos de la cultura espa?ola: fractur¨® esa falsa dualidad entre raz¨®n y coraz¨®n a la que, hoy, en la era de la v¨ªscera y la posverdad, hemos regresado para apagar las luces entronizando el bulo. Para Gald¨®s, la aspiraci¨®n era alcanzar la verdad humana y aprehender un sentido de la modernidad que, por nuestras supersticiones, podr¨ªa escap¨¢rsenos. Abog¨® por la laboriosidad en un pa¨ªs de rancias ¨ªnfulas aristocr¨¢ticas: el trabajo era considerado un castigo m¨¢s que un concepto inherente a la naturaleza humana. Tambi¨¦n abri¨® una brecha que la literatura espa?ola a¨²n no ha suturado: escribir sin miedo a ser local. Hoy entendemos que lo local y lo universal, m¨¢s all¨¢ de inteligencias narrativas, se emparentan con orden geopol¨ªtico y poder.
En la exposici¨®n, se reconocer¨¢ al Gald¨®s canario; al que hizo de Madrid m¨¦dula viva de sus narraciones; al que disfrut¨® de su casa de San Quint¨ªn en Santander; al de las tertulias y el periodismo, el atene¨ªsta; al que, pese a las evidentes discrepancias ideol¨®gicas, mantuvo una conversaci¨®n inquebrantable con amigos ¡ªPereda, Men¨¦ndez Pelayo¡ª que le acusaron, por ejemplo, de anticlericalismo; al que entrelaz¨® las historias peque?as con la historia grande; al que pintaba y tocaba el armonio ¡ªestas aptitudes no pueden desvincularse de su escritura¡ª; al amigo y enamorado de Emilia Pardo Baz¨¢n; al Gald¨®s que deriv¨® hacia el republicanismo y el socialismo; al que, pese a la tachadura a la que fue condenado por ¨¦lites literarias que se colocaban m¨¢s all¨¢ de los huevos crudos sorbidos por Fortunata o de las pasiones ¨¢cratas de una Tristana a la que don Lope le dice que tiene que respetarlo porque es su marido y su padre, transform¨® el realismo en un caleidoscopio de realismos que, en el siglo XXI, hacen de ¨¦l un escritor contestario, intr¨¦pido e imprescindible.
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