El cocido y la luna
Lo que nos lleva de nuevo al cerdo, o sea la vida. De las dos se aprovecha todo, como de la pol¨ªtica
Como antiguo pregonero de Lal¨ªn estoy entusiasmado con la censura ¡°por violencia gr¨¢fica¡± al cocido que un usuario ha colgado en Instagram. Que haya empezado la temporada del cocido no quiere decir que se pueda publicitar, no digamos sin pezones: la kriptonita de Zuckerberg. De paso se ha decretado que no se puede fotografiar vino, lo que significa justos por pecadores.
Se trata del en¨¦simo arrebato del algoritmo o su sustituto humano, esa figura ya literaria que configura un mundo a medida parecido al de Aldous Huxley siendo la soma el bloqueo. Y se trata, en definitiva, de uno de esos errores de matrix que detienen el mundo y de alguna manera lo definen.
Hace tiempo, en un mitin en Lal¨ªn, di cuenta en el peri¨®dico de la promesa del alcalde Crespo: hacer un censo de vacas (Manuel Rivas, que siempre fue el m¨¢s espabilado del pa¨ªs, hac¨ªa a?os ya que hab¨ªa escrito 'Un mill¨®n de vacas'). Muchos a?os despu¨¦s, otro alcalde, Rafa Cu¨ª?a, me ofreci¨® el preg¨®n del cocido y cant¨¦ a Lal¨ªn con tanta euforia que se me fue la mano y el exalcalde Crespo, en una carta en La Voz, dijo que a ver si me controlaba un poco; nos fuimos del censo de las vacas al de pregoneros por el mismo motivo: controlar la calidad de los yogures. Y en esas seguimos: que las instancias superiores controlen socialmente el proceso y decidan pol¨ªticamente la soluci¨®n. Lo que nos quiere decir Instagram, y Espa?a al fondo de todo, es que en el futuro no se podr¨¢ colgar la foto de un cocido pero s¨ª de una matanza. S¨ª de una corrida de toros pero no de una mariscada: nada que no anticipase el escritor ?ngel del Riego.
Lo que nos lleva de nuevo al cerdo, o sea a la vida. De las dos se aprovecha todo, como de la pol¨ªtica. Deconstruirla es arriesgarse a la censura porque se trata de despiezar cosas que se asumen mejor enteras, aunque se mastiquen peor. Hace unos d¨ªas, una se?ora quiso entrar en su hotel de Barcelona en la peor noche de disturbios, con las calles ardiendo y a pedradas. Se acercaron a ella tres personas encapuchadas y se llev¨® la mujer el susto de su vida. Entonces escuch¨®: "?Nos deja pasar? Quer¨ªamos hacer pis". Se fij¨® en los rasgos de los encapuchados, que parec¨ªan tener 16 a?os. Era de noche, la carretera estaba llena de papel higi¨¦nico y barricadas en llamas; pero sus autores adolescentes quer¨ªan hacer pis en el ba?o, como Dios manda.
Instagram sabe lo que hace. Es lo que hacemos en alg¨²n momento todos: preocuparnos de no dejar gotas en el ba?o mientras al salir robamos el diamante dejando las manazas en el joyero. Salvaguardar el peque?o territorio de civilizaci¨®n al mismo tiempo que se arrasa la ley sin problemas de moral, que al final acaba siendo lo que no deja dormir a quien a¨²n tiene la suerte de hacerlo. Y as¨ª, en ese rom¨¢ntico cinismo de las redes que es prolongaci¨®n de los sacerdotes de extrarradios, nos quedamos sin saber el resultado de la cocina a condici¨®n de exhibir el crimen. Una sofisticada educaci¨®n para menores muy acorde a los tiempos, que consiste en que cuando al ni?o le se?alan el plato, se quede mirando el dedo. Porque de ni?os se trata.
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