¡®Chef¡¯ | ?Somos conscientes de la importancia de la alimentaci¨®n infantil?
Las comidas en familia, sin prisas y sin m¨®viles ni tabletas ni teles encendidas, masticando poco a poco y hablando entre nosotros, ayudan a comer mejor
Uno de los traumas m¨¢s comunes de nuestra infancia era la comida del comedor del colegio. A ver: quedarnos a comer en s¨ª era una experiencia interesante porque ganabas para jugar y hablar con los amigos todo el tiempo de desplazamiento de ida y vuelta hasta tu casa (y encima te ahorrabas volver al cole con la digesti¨®n a medio hacer).
Cuando todos hac¨ªamos cola aguantando la bandeja de metal con sumisi¨®n carcelaria, repet¨ªamos la frase que ha pasado de generaci¨®n en generaci¨®n: ¡°poquito por favor, que no me gusta¡±.
Por suerte, con el tiempo, los men¨²s escolares y las inspecciones de sanidad han mejorado mucho. A¨²n as¨ª, en el colegio de mi hija siguen apostando por mejorar y han cambiado la empresa responsable del comedor. Vicen? Sell¨¦s, su dietista-nutricionista, nos ha explicado el ambicioso plan de cambiar la alimentaci¨®n de nuestros hijos para un presente y un futuro saludables, aumentando las hortalizas y las legumbres y reduciendo la carne¡ y de paso, nos ha puesto deberes a los padres.
Es curioso que precisamente los ni?os de los ochenta, criados con donuts, bollycaos y bocadillos de embutido, seamos la resistencia contra el az¨²car, los precocinados, los batidos y en definitiva todo lo que est¨¦ buen¨ªsimo. Pero el sobrepeso infantil no para de crecer en nuestro pa¨ªs y a¨²n nos queda mucho por hacer.
Debemos educar a nuestros hijos con el ejemplo (y no caer en el bucle de pasta-pizza-precocinado cuando estamos cansados). Comer sano, variado y ayudarles a descubrir nuevos sabores (sabores sanos, claro. Las Oreo de mantequilla de cacahuete no cuentan). Incluso no poner malas caras ante verdura hervida y similares, porque entonces ellos se apuntar¨¢n al boicot.
Tambi¨¦n es importante no sobrealimentar: ni a ellos ni a nosotros. Los ni?os ya se regulan la cantidad necesaria, y si les servimos algo asumible y se lo acaban, se sienten orgullosos de su gesta (y de su ingesta). Si dudamos cu¨¢nto ponerles, pensad en lo opuesto a cuando los t¨ªos cocinamos pasta ¡°a ojo¡± o servid una raci¨®n que sea como la palma de su mano. Que se lo acaben y repitan las veces que quieran, que as¨ª no hay que guardar en el tupper alimentos mordisqueados ni hacer de cami¨®n escoba con los restos fr¨ªos por la pereza de buscar un tupper.
Adem¨¢s, si hay tiempo y energ¨ªas, podemos involucrar a los ni?os en la planificaci¨®n y preparaci¨®n de los platos, que les empoderar¨¢ y quiz¨¢ los prepara para triunfar como chefs de mayores (que estamos en un pa¨ªs que valora m¨¢s a los cocineros que a los escritores). Eso s¨ª, que participen no les convierte en dietistas: ellos no deciden el men¨², por mucho que protesten.
Y aunque suene a los Flanders, las comidas en familia, sin prisas y sin m¨®viles ni tabletas ni teles encendidas, masticando poco a poco y hablando entre nosotros, ayudan a comer mejor y nos dan el famoso tiempo de calidad que todo el mundo busca.
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