Rebeli¨®n en el hormiguero
Los l¨ªderes no escuchan los motivos de disensi¨®n del ciudadano y este pierde el miedo a manifestarse
En su Vida de las hormigas, el gran bi¨®logo y premio Nobel Maurice Maeterlinck afirmaba que somos capaces de comprender y emitir juicios sobre la realidad porque reconocemos sus patrones. Si abri¨¦ramos de golpe un hormiguero, el movimiento de las hormigas nos parecer¨ªa aleatorio e incomprensible al principio, pero bastar¨ªa con que nos detuvi¨¦ramos a observarlo para que empezaran a manifestarse ciertas repeticiones: entender¨ªamos primero las funciones de cada uno de los tipos de hormigas; luego, su jerarqu¨ªa, finalmente, sus peculiaridades. Tras muchos a?os, ser¨ªamos capaces de escribir un peque?o tratado con un pu?ado de tesis y todo gracias a un recurso elemental: la observaci¨®n de patrones que se manifiestan una y otra vez.
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El m¨¦todo cient¨ªfico de Maeterlinck hace so?ar con una especie de higiene mental aplicada a todas las realidades. Uno querr¨ªa acercarse a la escena pol¨ªtica con el mismo rigor con que el Maeterlinck observa el hormiguero que a¨²n no comprende. Pero los bi¨®logos saben tambi¨¦n que no basta con dar cuenta de un evento que se repite. La constataci¨®n tiene que asegurar que la repetici¨®n no ha sido una mera coincidencia. Es necesario probarla en contextos distintos, con climatolog¨ªas diversas y, sobre todo, en hormigueros diferentes, para no tomar por regla general lo que puede ser solo un accidente.
Pong¨¢monos ahora en el papel de la hormiga. Si alguien completamente ajeno a nuestra historia, pero capaz de descifrar nuestro comportamiento, abriera el hormiguero, digamos, del telediario nocturno de TVE del lunes 21 de octubre, ver¨ªa que entre algunas noticias de naturaleza indescifrable ¡ªcomo el debate por el desenterramiento de un siniestro se?or enterrado bajo la cruz m¨¢s alta del mundo¡ª se narraron en ¨¦l tres historias de naturaleza distinta, pero de aspecto similar: 1) los altercados en un lugar llamado Catalu?a y la visita sorpresa de un dirigente llamado Pedro S¨¢nchez a los polic¨ªas heridos, 2) las manifestaciones y altercados en un lugar llamado L¨ªbano en protesta por la corrupci¨®n de sus pol¨ªticos, 3) los altercados producidos en un lugar llamado Santiago de Chile con motivo de la huelga de transporte urbano. Ver¨ªa tambi¨¦n que hay all¨ª tres protestas civiles en pa¨ªses distintos que ponen en cuesti¨®n la autoridad de sus dirigentes, y?que est¨¢n relacionadas tambi¨¦n con motivos diversos: en un caso, la pol¨ªtica territorial; en otro, la honestidad de los mandatarios, y en un tercero, la gesti¨®n de los bienes p¨²blicos. Y sin embargo, oh, sorpresa, se?or bi¨®logo, la narraci¨®n y las im¨¢genes que se ven en ese telediario repiten un patr¨®n bastante similar: primero se ve la protesta de unos civiles (cuyo motivo de queja se explica siempre de manera elemental, y en alg¨²n caso, directamente ni se explica); a continuaci¨®n, c¨®mo esa protesta acaba en descontrol y destrucci¨®n del inmobiliario p¨²blico, y al fin, c¨®mo los dirigentes aplican las fuerzas de seguridad del Estado con toda su contundencia para sofocar un levantamiento indeseable. La narraci¨®n concluye con unas escenas en las que unos ciudadanos ajenos u opuestos al altercado agradecen la intervenci¨®n de la polic¨ªa por haber restaurado el orden, y los dirigentes pol¨ªticos hacen visitas de cortes¨ªa a los agentes de seguridad heridos (no, por supuesto, a los civiles) y les agradecen haber salvaguardado el sentido com¨²n.
El telediario de TVE del lunes 21 ser¨ªa uno de esos casos de laboratorio que entusiasmar¨ªa al bi¨®logo
El telediario de TVE del lunes 21 ser¨ªa uno de esos casos de laboratorio que entusiasmar¨ªa al bi¨®logo. Ver¨ªa reproducida all¨ª, en situaciones diversas, una misma pauta de comportamiento, pero sobre todo de narraci¨®n, por lo que podr¨ªa intuir el patr¨®n que se esconde tras ellas. A saber: que la sociedad en la que se ha producido esa narraci¨®n criminaliza la protesta civil, sea esta de la naturaleza que sea, porque considera que compromete unas leyes que, lejos de adaptarse a los intereses cambiantes de sus ciudadanos, han de ser acatadas sin cuesti¨®n, y que por tanto esa sociedad ejerce la pol¨ªtica de una manera judicial. Podr¨ªa concluir tambi¨¦n, ampar¨¢ndose en la observaci¨®n anterior, que los l¨ªderes no tienen ninguna intenci¨®n de escuchar los motivos de disensi¨®n de sus ciudadanos y que los ciudadanos tienen cada vez m¨¢s miedo a manifestarse en libertad, cosa relativamente razonable si se consideran las penas a las que se enfrentan cuando lo hacen.
El bi¨®logo que nos estudiara tampoco tardar¨ªa mucho en comprobar que esa narraci¨®n no es excluyente del telediario del lunes 21. Una r¨¢pida hojeada a la historia reciente del hormiguero revelar¨ªa el inquietante dato de una ley llamada mordaza, que se le ha atascado en el gatillo a la hormiga reina cuando se dio cuenta de que pod¨ªa emplearla tambi¨¦n para sus intereses. Una lecci¨®n de l¨®gica elemental que parece repetirse en todos los reinos: quien tiene, no quiere perder lo que tiene. Sea como sea el bi¨®logo, se ir¨¢ inquieto a dormir tras el test de laboratorio de esa tarde; porque aunque cada vez le queden menos pasos para la formulaci¨®n del patr¨®n, tambi¨¦n le quedar¨¢n menos motivos para la esperanza.
Andr¨¦s Barba es escritor y actual Jean Strouse Fellow de la New York Public Library.
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