El Me Too de Banglad¨¦s se esconde en las f¨¢bricas de explotaci¨®n laboral
El derrumbe del Rana Plaza en 2013 mostr¨® las condiciones del sector textil y forz¨® la mejora de la seguridad, pero la violencia contra la mujer es una cuenta pendiente en la principal industria nacional
Hace un par de semanas, un tribunal de Banglad¨¦s conden¨® a muerte a los 16 arrestados por quemar viva a Nusrat Jahan Rafi, una menor que denunci¨® el acoso sexual por el director de su escuela isl¨¢mica. La vileza del asesinato llev¨® a miles a las calles e hizo que la primera ministra del pa¨ªs se pronunciase, contribuyendo a que el caso se resolviese en cuesti¨®n de meses. Un tiempo r¨¦cord en el procesamiento de estos casos en este pa¨ªs asi¨¢tico, donde la sociedad patriarcal y de tradici¨®n religiosa ortodoxa silencia la violencia sistem¨¢tica contra las mujeres. La industria textil, principal sector de exportaci¨®n con el 76% de los ingresos nacionales en divisas, vive su peque?o y lento #MeToo para mejorar las condiciones de las trabajadoras banglades¨ªes.
¡°Cuando los propietarios de las factor¨ªas deciden que van a emprender represalias, se aseguran de que no vuelves a trabajar en un taller del sector nunca m¨¢s¡±, explicaba a The Guardian, Dolly Akhtar, extrabajadora y superviviente de abusos en varias f¨¢bricas de ropa de Dacca, capital de Banglad¨¦s. Una d¨¦cada despu¨¦s de su intento de denunciar la violencia machista en los talleres en que trabajaba, cuando apenas ten¨ªa 16 a?os, Akhtar es desde 2015 adalid de la defensa de las trabajadoras de la industria textil a trav¨¦s de la Federaci¨®n Sommilito Garments Sramik; uno de los sindicatos m¨¢s grandes del superpoblado pa¨ªs asi¨¢tico.
Estimadas en 2,5 millones (el 80% mujeres) las personas que trabajan en la industria textil en Banglad¨¦s sostienen un pilar de la econom¨ªa nacional a trav¨¦s de m¨¢s de 4.200 f¨¢bricas de ropa que hay en el pa¨ªs. Estas son las naves legales, pero hay much¨ªsimos m¨¢s talleres no declarados entre las callejuelas de los cascos antiguos de las ciudades; como demuestran los continuos desastres asociados al hacinamiento y a la falta de control que se repiten desde el famoso derrumbe del Rana Plaza.
En 2013, m¨¢s de mil trabajadores murieron sepultados entre los restos de talleres ilegales que produc¨ªan ropa para marcas como El Corte Ingl¨¦s, Primark o Mango, entre las m¨¢s conocidas. Desde entonces, los sindicatos han mejorado la seguridad. Pero poco ha mejorado la protecci¨®n de la mujer en un sector en el que son mayor¨ªa, pero en puestos de subordinaci¨®n laboral; lo que contribuye a su vulnerabilidad ante las diferentes formas de violencia machista.
Hace un a?o, el movimiento Me Too irrump¨ªa en India con un alud de acusaciones p¨²blicas y de denuncias formales por parte de mujeres de las ¨¦lites socio-econ¨®micas del mundo de los medios de comunicaci¨®n y la industria del entretenimiento de Bollywood. Sin embargo, la clase media y media-baja quedaba excluida de aquel foco, como le ocurri¨® a la practica totalidad de Banglad¨¦s; un pa¨ªs sin una industria del ocio organizada como la de su vecino.
As¨ª, seg¨²n un informe de la organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro ActionAid, el 80% de las trabajadoras de Banglad¨¦s han padecido o sido testigos de abusos sexuales en el entorno laboral. Pese a un porcentaje tan abrumador, las v¨ªctimas no denuncian. Seg¨²n la directora de la secci¨®n de mujer de Human Rights Watch, de no ser por el miedo a represalias, las empleadas en el sector textil en Banglad¨¦s estar¨ªan gritando "yo tambi¨¦n" hace a?os. As¨ª lo recog¨ªa un informe de esta organizaci¨®n de finales de 2017.
Pero no todas las se?ales indican inmovilidad en el sector. El n¨²mero de sindicatos en Banglad¨¦s se ha multiplicado hasta llegar a casi 500, seg¨²n Jennyfer Kuhlman, de la ONG estadounidense Solidarity Center, que vela por los derechos laborales. ¡°Muchos de ellos est¨¢n dirigidos por mujeres j¨®venes y din¨¢micas que eligen ponerse al frente del cambio¡±, explicaba a Reuters Kuhlman. Pero las activistas como Akhtar insisten en que aun es muy dif¨ªcil para las trabajadoras denunciar. Si bien algunos casos consiguen el despido de los acusados, tambi¨¦n truncan la vida de denunciantes; expuestas al ostracismo y a la persecuci¨®n social.
A falta de una ¨¦lite que lleve el problema a la agenda de pol¨ªticos y medios nacionales, las trabajadoras de la industria estar¨¢n a expensas de la aparici¨®n de un caso de violencia abyecta contra una mujer, como el de la joven Nusrat Jahan Rafi, que ponga el foco sobre su situaci¨®n. Mientras, los informes de organizaciones nacionales e internacionales siguen denunciando el problema. En mayo de 2018, Asia Floor Wage Alliance y Global Labour Justicie sacaron a la luz ejemplos de este tipo de violencia machista en talleres de compa?¨ªas occidentales en Asia. Sin mayores medidas. Por su parte, el grupo de apoyo de los derechos de la mujer Mahila Prishad informa de que, solo en los seis primeros meses de este a?o, un total de 26 mujeres han sido asesinadas tras ataques sexuales, mientras que 592 denunciaron haber sobrevivido a violaciones y otras 113 haber sufrido violaciones m¨²ltiples.
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