?Por qu¨¦ est¨¢ Espa?a vaciada¡ de mujeres?
El desequilibrio demogr¨¢fico es consecuencia de unas pol¨ªticas que han dado la espalda a la poblaci¨®n femenina, obligada a marchar de sus pueblos por falta de oportunidades laborales y de vida
"No pareces una mujer rural¡±. Esa frase, que se pronuncia generalmente con intenci¨®n de agradar, explica en buena medida el porqu¨¦ de la Espa?a vaciada. Esconde desconocimiento, prejuicios, estereotipos¡ desconexi¨®n absoluta de lo que es hoy el campo que dejaron atr¨¢s quienes emigraron a las ciudades, no hace tanto tiempo.
Y nos llama a la acci¨®n, para visibilizar qui¨¦nes somos, lo que hacemos, qu¨¦ queremos, por qu¨¦ estamos organizadas y cada vez m¨¢s empoderadas y comprometidas en cambiar el mundo rural que nos ha tocado vivir. Nadie lo va a hacer por nosotras.
Empecemos por romper estereotipos. Somos cinco millones de mujeres rurales, poblando el 80% del territorio. No somos pocas, pero estamos muy dispersas. Por eso nos molesta profundamente que se hable de nosotras en singular, ¡°la mujer rural¡±. Ese singular empeque?ece y minusvalora, perpetuando una imagen que no se corresponde con la realidad. Esa imagen de mujer abnegada y sumisa, que asume resignada lo que le ha tocado vivir. Una imagen que se suele ensalzar por su capacidad de sacrificio sin pedir nada a cambio, por su renuncia a tener una vida propia para que otros puedan tenerla. No. Nuestras madres y nuestras abuelas, que no tuvieron opci¨®n, nos dicen que no caigamos en el error de reconfortarnos con el reconocimiento y las buenas palabras, que exijamos derechos.
Y en ello estamos. Somos muchas y muy diversas. Algunas solo saben lo que es vivir en su pueblo; otras han vuelto a ¨¦l despu¨¦s de formarse y recorrer medio mundo, y otras se han reinventado, dejando atr¨¢s ciudades masificadas y trabajos estresantes, y han elegido un pueblo para vivir. Por supuesto que hay mujeres resignadas (igual que en las ciudades), pero tambi¨¦n hay much¨ªsimas mujeres revolucionadas que se implican para no ser expulsadas de su territorio, elegido de manera m¨¢s o menos consciente. El futuro de muchos pueblos depende de que ellas se puedan quedar. ?Qu¨¦ falla?
Si queremos decidir con libertad qu¨¦ vida vivir, tenemos que contar con independencia econ¨®mica
Falla el trabajo. Mejor dicho, el empleo. Si queremos decidir con libertad qu¨¦ vida vivir, tenemos que contar con recursos propios, con independencia econ¨®mica. No hay mucho empleo por cuenta ajena, as¨ª que las mujeres se inclinan hacia el autoempleo y el emprendimiento. El mundo rural est¨¢ lleno de oportunidades, y las saben identificar y aprovechar. Por supuesto en el sector primario, en la agricultura, la ganader¨ªa, la transformaci¨®n agroalimentaria¡ es la econom¨ªa que nos identifica y nos diferencia.
Tambi¨¦n tiene que ser una oportunidad la transici¨®n ecol¨®gica de la econom¨ªa, la descarbonizaci¨®n, la econom¨ªa verde, la econom¨ªa circular¡ lo que siempre se ha hecho en los pueblos, ahora es lo moderno. Pero necesitamos reglas justas: acceso a una formaci¨®n que est¨¢ pensada para los grandes centros urbanos; acceso a una financiaci¨®n que parece imposible en el desierto financiero rural; garant¨ªa de conectividad, en condiciones de igualdad; pensar en local para definir protocolos y normas, tanto en el acceso a la contrataci¨®n p¨²blica como en las reglas de producci¨®n o en la apuesta por los canales cortos de comercializaci¨®n.
Fallan los servicios. En los ¨²ltimos a?os, muchas decisiones se han tomado con criterios exclusivamente econ¨®micos, y ello ha supuesto su desmantelamiento en el mundo rural. Hay una premisa que es indiscutible: prestar servicios en un pueblo es m¨¢s caro que prestarlos en una ciudad. M¨¢xime si los n¨²cleos de poblaci¨®n est¨¢n dispersos. Pero como todos ¡°los espa?oles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminaci¨®n alguna por raz¨®n de nacimiento, raza, sexo, religi¨®n, opini¨®n o cualquier otra condici¨®n o circunstancia personal o social¡±, habr¨¢ que hacer efectivo el art¨ªculo 14 de la Constituci¨®n.
Hoy en d¨ªa, el conjunto de la poblaci¨®n rural est¨¢ tremendamente afectada por los recortes, pero las mujeres rurales sufrimos doblemente las consecuencias. Como usuarias, por supuesto. Pero tambi¨¦n porque cuando se deja de aplicar la ley de dependencia, cuando se cierran escuelas unitarias, cuando se dejan de abrir los consultorios m¨¦dicos, cuando se eliminan l¨ªneas de transporte p¨²blico sin m¨¢s alternativas¡ cuando eso ocurre, algo que aparentemente afecta a toda la poblaci¨®n, se convierte en un trabajo-obligaci¨®n, por supuesto no remunerado, que recae sobre las mujeres.
Las pol¨ªticas se siguen dise?ando con mentalidad urbana, desde despachos que no conocen del campo
Fallan las oportunidades para nuestras hijas e hijos. Porque las pol¨ªticas se siguen dise?ando desde despachos que poco o nada conocen del campo. La juventud necesita conectividad y acceso al ocio, como toda la poblaci¨®n. Pero adem¨¢s, una parte importante quiere seguir estudiando, y eso supone vivir fuera. Resulta inconcebible que el sistema de becas no solo no priorice a quienes viven en el mundo rural, sino que en muchos casos penaliza: por ejemplo, los medios de producci¨®n de la agricultura familiar juegan a la contra al solicitar una beca. Un sistema dise?ado con mentalidad urbana, que tambi¨¦n se ha de redise?ar, porque est¨¢ incentivando la marcha de las familias.
Falla la protecci¨®n. Los recortes tambi¨¦n han llegado a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. En el campo, se han cerrado cuartelillos de la Guardia Civil, se ha reducido el horario de atenci¨®n, se han limitado las patrullas¡ Una vez m¨¢s, el impacto afecta al conjunto de la poblaci¨®n; pero sobre las mujeres, resulta vital. La vida de las mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero depende de ello, y el ¨²ltimo informe del Observatorio contra la Violencia Dom¨¦stica y de G¨¦nero del Consejo General del Poder Judicial reconoce que ¡°las mujeres est¨¢n m¨¢s desprotegidas en el ¨¢mbito rural y, por tanto, ser¨ªa necesario redoblar los esfuerzos en estas zonas dot¨¢ndolas de recursos de prevenci¨®n, as¨ª como de servicios de asistencia y protecci¨®n a las v¨ªctimas¡±.
Falla el relato¡ En su conjunto, por supuesto tambi¨¦n el relato de las mujeres rurales. O no lo hemos sabido contar o no se ha querido escuchar. Por eso ahora que se ha puesto sobre la mesa la necesidad de un pacto de Estado, con mirada larga para intervenir y corregir, estamos especialmente activas. ?Qui¨¦n define las prioridades? ?Desde d¨®nde lo hace? ?C¨®mo se acerca al territorio?
La Espa?a vaciada es la consecuencia de unas pol¨ªticas que no nos han considerado. El resultado de tantos a?os d¨¢ndonos la espalda es que muchas mujeres, sobre todo las m¨¢s formadas, se han marchado de sus pueblos porque no ten¨ªan oportunidades. Laborales y de vida. Y con ellas, sus familias. S¨ª, este terrible desequilibrio demogr¨¢fico es consecuencia de unas pol¨ªticas que nos han descontado en su formulaci¨®n, ayudando a perpetuar unos roles de g¨¦nero que nos llevan hasta el punto de tener que elegir entre ser superhero¨ªnas sin vida propia o recuperar las riendas asumiendo que tendr¨¢ que ser lejos de nuestro pueblo. Con la experiencia vivida tenemos una certeza: si queremos que el pacto de Estado contra el despoblamiento tenga ¨¦xito tenemos que implicar a todas las Administraciones, recurrir a la financiaci¨®n p¨²blica y privada, involucrar a toda la sociedad, urbana y rural; e integrar la perspectiva de g¨¦nero, para garantizar que las pol¨ªticas no volver¨¢n a fracasar. Nos jugamos demasiado.
Teresa L¨®pez es presidenta de la Federaci¨®n de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR).
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