Un pa¨ªs en el que las mujeres solo pueden decir 100 palabras al d¨ªa
El libro de Christina Dalcher, 'Voz', ahonda a trav¨¦s de la ficci¨®n en las consecuencias sociales y emocionales del silencio obligado y en el peligro de los movimientos que abrazan los "roles de g¨¦nero tradicionales"
Defini¨® Zygmunt Bauman retrotop¨ªa como un mundo ideal ubicado en un pasado perdido/robado/abandonado que, a¨²n as¨ª, se ha resistido a morir. ?Y si bajo esa nostalgia se instaurara un nuevo marco pol¨ªtico? ?Y si en ese nuevo sistema las mujeres volvieran al viejo sistema? ?Y si una ley les impidiese trabajar y estudiar, leer y escribir? ?Y si de repente las universidades, las grandes empresas, los hospitales, los comercios, los restaurantes, los bares o los medios de comunicaci¨®n se quedasen sin ellas? ?Y si estuviesen reducidas a los metros cuadrados que tuviesen sus casas? ?Y si no pudiesen conducir o tener una cuenta bancaria o salir a comprar? ?Y si, adem¨¢s, no tuvieran permitido hablar m¨¢s de 100 palabras al d¨ªa?
Ese mundo fue el que imagin¨® Christina Dalcher para escribir Voz (Roca Editorial, 2019), una novela en la que Estados Unidos experimenta un cambio social y pol¨ªtico paulatino que lleva al Movimiento Puro, una organizaci¨®n ultrarreligiosa, a alcanzar el poder. En un a?o, el Gobierno estadounidense silencia a todas sus ciudadanas: ancianas, mujeres adultas, adolescentes y ni?as. Todas est¨¢n obligadas a llevar en la mu?eca un contador de palabras que, a partir de la 101, dispara cientos de voltios de electricidad.
Con esa premisa y a partir de la historia de Jean McClellan, una neuroling¨¹ista, el texto dibuja un futuro que a ratos parece ajeno y lejano y a veces no tanto, visibiliza el peligro de la inacci¨®n social ante los movimientos ultraconservadores y, sobre todo, plasma la importancia del lenguaje: de la libertad para usarlo y del riesgo de perderla. Si le ocurriese a la autora, tiene claro qu¨¦ centenar de palabras usar¨ªa: "Estoy absolutamente segura de que cada una de mis 100 palabras ser¨ªa una maldici¨®n".
Dalcher, doctora en ling¨¹¨ªstica por la Universidad de Georgetown, quer¨ªa escribir sobre la p¨¦rdida del lenguaje y quer¨ªa hacerlo a trav¨¦s de esta perspectiva; una idea que choca de frente con lo que lleva sucediendo hace algo m¨¢s de dos a?os: el final del silencio en torno a los abusos y las agresiones sexuales, el acoso, el machismo... Asegura que cuando volvi¨® a repasar las marchas y protestas en las que participaron mujeres durante la primera parte de 2017, se dio cuenta de que hab¨ªa encontrado la motivaci¨®n: "Ten¨ªa que encontrar una raz¨®n para silenciar narrativamente a la mitad de la poblaci¨®n y me di cuenta de que las mujeres se estaban volviendo m¨¢s ruidosas, m¨¢s vocales. Y en alg¨²n lugar, sospechaba, hab¨ªa personas que podr¨ªan decirse a s¨ª mismas: "?Por qu¨¦ no se callan?".
Callar a alguien, dice, no es lo mismo que negar el lenguaje. Explica que en Voz, el mundo en el que vive Jean McClellan es terrible, pero a¨²n puede pensar, racionalizar, procesar informaci¨®n, todas esas cosas para las que necesitamos el lenguaje. Y cree que la perspectiva, "mucho m¨¢s escalofriante", es el riesgo para la hija de Jean, Sonia, y para las generaciones futuras de mujeres en ese escenario. "Si el Movimiento Puro perdurara, estar¨ªamos ante una situaci¨®n en la que las mujeres no solo son silenciadas, sino que se dar¨ªa una situaci¨®n en la que se degrada su capacidad ling¨¹¨ªstica. En ese caso, estamos hablando de eliminar una parte considerable de la humanidad de una persona, y eso tiene que ser lo peor que se le puede quitar a cualquiera".
Aunque Voz habla de un lugar en el que el silencio obligado para las mujeres es literal, tambi¨¦n lo hace de forma metaf¨®rica: negarles los espacios p¨²blicos, los de poder, los acad¨¦micos, y devolverlas al espacio privado, al del hogar. Y eso s¨ª encaja con la historia reciente del mundo occidental y con el presente de muchos pa¨ªses de Asia, ?frica o Am¨¦rica Latina. Algo que esta creciente revoluci¨®n feminista est¨¢ empezando a derrocar. "Es interesante", apunta la ling¨¹ista, hablar de "esta" revoluci¨®n feminista: "Para muchos hombres y mujeres m¨¢s j¨®venes que yo, el movimiento feminista actual es el ¨²nico que han experimentado. Pero el feminismo ha existido durante mucho, mucho tiempo, y no es un movimiento homog¨¦neo. Hay tantos tipos diferentes de feminismo como de mujeres".
Si se le pregunta por el suyo, explica que es una mujer, "solo una". "Mis experiencias no son id¨¦nticas a, digamos, las experiencias de una amiga. O la de mi madre. O la de mi abuela. Creo que nuestras posiciones est¨¢n necesariamente determinadas por d¨®nde, cu¨¢ndo y c¨®mo hemos vivido". A?ade que hombres y mujeres, "desde el punto de vista gen¨¦tico-biol¨®gico-fisiol¨®gico", no son lo mismo, pero que m¨¢s all¨¢ de eso, no encuentra una raz¨®n por la que deba haber diferencias: "Debemos ser absolutamente tratados con el mismo respeto, y todos debemos tener las mismas libertades y derechos. No creo que deba haber una jerarqu¨ªa cuando se trata de seres humanos".
En Voz la hay. Aguda, penetrante y no tan irreal. ?Es este libro una forma de liberar miedos o es de alguna forma una advertencia sobre el creciente movimiento antifeminista y el resurgimiento de la ultraderecha en el mundo? "Ambos", dice. "La literatura dist¨®pica en general es una forma de mostrarnos que el mundo en el que vivimos no es tan terrible como creemos, mientras que al mismo tiempo nos muestra que hay potenciales desastres con posibilidades de ocurrir".?
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