Anunciaci¨®n
Siento como si le estuviera diciendo adi¨®s a todo
No puede invocarse. Acontece. Como el sudor o la intranquilidad. Me ha sucedido al salir a correr. Al flotar en el agua bajo un sol legionario en las islas del mar de Andam¨¢n. Al darme cuenta, a las tres de la tarde, de que todav¨ªa faltaba tanto. Al abrir mi costurero y ver el cent¨ªmetro de hule, los hilos, los alfileres, esa pulcritud casera, pasmosa, diminuta. O quit¨¢ndole los tr¨¦boles a las macetas del balc¨®n. S¨ª. Sobre todo quit¨¢ndole los tr¨¦boles a las macetas del balc¨®n. Me pas¨® muchas veces. Algunas las recuerdo. Una noche de mi infancia, cuando estaba en casa de mi abuela y mi padre lleg¨® a buscarme inesperadamente con dos entradas para el cine. Una tarde de verano, mientras cortaba el pasto y mir¨¦ una rosa de color naranja que parec¨ªa un gajo de fuego. Un atardecer de domingo en invierno: ten¨ªa mucho fr¨ªo y regresaba a casa despu¨¦s de haber estado en un campo, de haber perdido unos anteojos de sol sin que me importara, y estaba sucia y cansada y sent¨ªa el peso hermoso de la vida ac¨¢. Me pas¨® durante muchos d¨ªas en los a?os noventa, mientras pintaba un balc¨®n escuchando la radio y mirando de reojo pel¨ªculas malas en un televisor antiguo que funcionaba mal. Es una especie de licantrop¨ªa blanca. Una anunciaci¨®n, una santidad incontenible. No es un alivio ni una tregua. Es un momento est¨¢tico. Un bloque de tiempo. Como si el mundo se quedara quieto y exudara geometr¨ªa. No es euforia. Es un tironeo sin exaltaciones, una inmersi¨®n bautista. Un trance. Una levitaci¨®n en la que entiendo todo. Hace mucho que no me sucede. Pero eso no me importa. Lo que me importa es saber cu¨¢ntas veces m¨¢s me suceder¨¢ antes de que todo se acabe. ?Cuatro, cinco? Siento como si le estuviera diciendo adi¨®s a todo.
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