Vuelta al pasado
Ha bastado una regresi¨®n, la de un nacionalismo tan anacr¨®nico como ultramontano en una parte de nuestro territorio, para que esa Espa?a rancia y dictatorial haya salido de su escondite
Dice Juan Carlos Monedero, el comisario pol¨ªtico de Podemos en la sombra, que Vox no es m¨¢s que el Partido Popular con dos carajillos. Una magn¨ªfica definici¨®n que comparto y que para m¨ª sit¨²a la pol¨ªtica espa?ola en su lugar: venimos de donde venimos, no de donde algunos piensan que venimos.
Cuarenta a?os de democracia ¡ª30 de ellos integrados en Europa¡ª han hecho creer a muchos espa?oles que nuestra historia no es la que fue y que nuestra tradici¨®n democr¨¢tica es la misma que la de los franceses o los ingleses. Y no es as¨ª. Los espa?oles venimos de donde venimos, esto es, de siglos de intolerancia y enfrentamientos entre nosotros y de una dictadura que lamin¨® cualquier intento de convivencia y cuyas consecuencias perviven en el tiempo. Si a ello le a?adimos un atraso cultural afortunadamente muy mitigado en estas ¨²ltimas d¨¦cadas y un patriotismo mal entendido que pervive en amplias capas de la poblaci¨®n y que nada tiene que ver con la de los habitantes de los pa¨ªses de nuestro entorno, para los que el patriotismo es un sentimiento, no una ideolog¨ªa, tendremos la explicaci¨®n a las diferencias que caracterizan a la pol¨ªtica espa?ola, comenzando por su exacerbaci¨®n. Parece que es imposible que nuestros pol¨ªticos hablen con normalidad. Siempre est¨¢n al borde del enfrentamiento.
De un tiempo ac¨¢, junto a esa exacerbaci¨®n e inflaci¨®n de los sentimientos y del lenguaje con las que se desenvuelve, la pol¨ªtica espa?ola ha adquirido una aspereza que nos remite a tiempos pret¨¦ritos, cuando el pa¨ªs entero era un bar de pueblo en el que los carajillos de orujo o de co?ac y el humo del tabaco eran los reyes. Aquella Espa?a predemocr¨¢tica y antieuropea no hab¨ªa desaparecido del todo, estaba agazapada tras las siglas del PP y ha bastado que parte de Catalu?a se echara al monte para manifestarse con su propio rostro. Muchos se muestran sorprendidos, pero es porque no conocen este pa¨ªs de verdad. Tras su apariencia de normalidad, Espa?a sigue siendo diferente y arrastra un d¨¦ficit democr¨¢tico que se manifiesta en los momentos m¨¢s delicados, como es ¨¦ste en el que estamos desde que el independentismo catal¨¢n decidi¨® radicalizarse y echarse al monte. No es que una parte de los votantes de la derecha espa?ola se haya tomado dos carajillos de co?ac, es que no los necesitan para manifestarse como si lo hubieran hecho.
Durante bastante tiempo, desde que Fraga reuni¨® bajo unas siglas y una gaviota a toda la derecha nacional, pareci¨® que el franquismo hab¨ªa desaparecido de nuestro pa¨ªs arrastrado por la evoluci¨®n de ¨¦ste y por su propio ingreso en Europa y en el club de las naciones desarrolladas del mundo. Cuarenta a?os de democracia habr¨ªan borrado para siempre de nuestro imaginario aquella Espa?a que de tarde en tarde recuper¨¢bamos con las canciones y las pel¨ªculas de aquellos tiempos en los que la mediocridad moral lo inundaba todo. Pero ha bastado una regresi¨®n, la de un nacionalismo tan anacr¨®nico como ultramontano en una parte de nuestro territorio, para que esa Espa?a rancia y dictatorial que se agazapaba tras la vitola de conservadora haya salido de su escondite y se haya mostrado tal como es, con su verdadero rostro y su lenguaje filofascista y antieuropeo, llen¨¢ndolo todo de un olor a carajillo que a muchos nos ha devuelto a aquella Espa?a del siglo XX que ya cre¨ªamos desaparecida.
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