Una ayuda
Cuando nos asalta el horror de ver a nuestros vecinos entregados a la destrucci¨®n, el odio y la idiotez, es bueno acudir a Hannah Arendt en busca de consejo
Cuando nos domina el agobio de estar viviendo en una sociedad agresiva, codiciosa, desnortada y peligrosa, conviene acudir a quienes en verdad vivieron situaciones dif¨ªcilmente soportables. La primera mitad del siglo XX fue, en Europa, una monstruosa f¨¢brica de cad¨¢veres seg¨²n las palabras de la gran Hannah Arendt. Los totalitarismos usaban a sus poblaciones como materia prima para la ampliaci¨®n de cementerios. Y los habitantes de aquellos pa¨ªses se volvieron monstruos sanguinarios. Ella, jud¨ªa alemana, sobrevivi¨® porque pudo emigrar a EE?UU y all¨ª escribir una de las reflexiones m¨¢s profundas sobre la naturaleza del mal. Aturdida y confusa al ir conociendo las carnicer¨ªas europeas, dedic¨® su vida a pensar en una pol¨ªtica humana. Al principio, en los a?os cuarenta, los cr¨ªmenes alemanes y rusos eran dif¨ªciles de creer as¨ª que tard¨® en admitir que los humanos pudieran caer en semejante degradaci¨®n. Cuando nos asalta el horror de ver a nuestros vecinos entregados a la destrucci¨®n, el odio y la idiotez, es bueno acudir a aquella mujer sabia, generosa y l¨²cida en busca de consejo. Ella vivi¨® lo peor.
La obra de Arendt es tan extensa que no es f¨¢cil elegir uno u otro t¨ªtulo, aunque mi favorito siga siendo el monumental trabajo sobre los totalitarismos, porque da informaci¨®n esencial sobre la perversidad de los nacionalismos. Por fortuna acaba de publicarse, bajo la muy docta direcci¨®n de Andreu Jaume, una antolog¨ªa, La pluralidad del mundo (Taurus), que resume la doctrina de Arendt y es una introducci¨®n eficaz a su pensamiento pol¨ªtico. Aun cuando ella vivi¨® el horror absoluto, hay mucho que aprender sobre nuestros mediocres malvados. Sobre todo, un principio de hierro: no hacer nada que nos asemeje a ellos.
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