Cosas que no le dije al se?or Roth
Me le¨ªste tu libro. Tres veces. Te parabas en alg¨²n p¨¢rrafo y dec¨ªas: ¡°?No es esto magn¨ªfico?¡±. Yo asent¨ªa. Nunca hablamos de la pel¨ªcula
NUNCA TE LLAM? Philip, porque desde que tu mayordomo me condujo hasta tu estudio, te hizo gracia lo de se?or Roth. Recuerdo c¨®mo ensayaba en el coche que me llevaba desde Manhattan a Connecticut, lo que te dir¨ªa, el acento, el tono, la mirada. Fue en agosto de 2007 y un par de meses despu¨¦s iba a empezar a rodar una pel¨ªcula, Elegy, basada en una de tus obras, El animal moribundo. Te hab¨ªas negado a leer el guion (¡°Los escritores de Hollywood son rameras a las que se paga para que te limpien los mocos¡±, me dijiste m¨¢s tarde) y exig¨ªas que el director de la pel¨ªcula fuera a tu casa de Litchfield County para contarte en primera persona qu¨¦ iba a hacer con el libro. Los productores, alarmados porque la producci¨®n peligraba si ¨¦l me vetaba, me hab¨ªan enviado en un avi¨®n privado desde Los ?ngeles hasta Nueva York para que le convenciera. El piloto del avi¨®n hab¨ªa estado en la guerra del Golfo y durante el vuelo me ense?¨® una extra?a maniobra de despiste muy popular, al parecer, en la aviaci¨®n de guerra.
Llegu¨¦ a la puerta de tu casa, despu¨¦s de siete horas de vuelo con un pirado y casi tres horas de coche. Me condujeron a tu estudio, un establo restaurado imponente al lado de la mansi¨®n principal. No te levantaste, me dabas la espalda. Me indicaste, sin mirarme, que me sentara ante ¨¦l, al otro lado de la mesa de tu despacho, estabas escribiendo algo. Cuando levantaste la mirada, no pudiste ocultar tu sorpresa. Dijiste: ¡°?Eres la ayudante del director?¡±. ¡°Soy el director¡±. ¡°?De d¨®nde eres?¡± ¡°De Barcelona¡±. ¡°?Has le¨ªdo mis libros?¡±. ¡°Todos, algunos dos veces, bueno, American Pastoral dos veces, es una obra maestra¡±. ¡°Hummmm. ?Y por qu¨¦, por qu¨¦ crees que es una obra maestra?¡± ¡°Porque eres el ¨²nico escritor americano que, desde mi punto de vista, ha conseguido capturar la esencia y las contradicciones no s¨®lo del sue?o americano, sino de la inocencia, la inocencia infantil y maligna con que los americanos veis el mundo y os apoder¨¢is de ¨¦l¡±. S¨ª, te lo confieso, lo hab¨ªa ensayado porque ya tus agentes me hab¨ªan dicho que no escatimara los elogios hacia tus libros y que no se me ocurriera alabar a otro escritor que no fueras t¨² en tu presencia. Pero sent¨ªa de verdad lo que hab¨ªa dicho. Pareciste satisfecho con mi respuesta, te levantaste y me estrechaste la mano. Yo miraba el pelo que te sal¨ªa de las orejas para recordarme que eras mortal.
Los tres d¨ªas que siguieron los recuerdo entre una especie de niebla, parecida a la que cada ma?ana cubr¨ªa las colinas que rodeaban tu casa. Me le¨ªste tu libro. Tres veces. Te parabas en alg¨²n p¨¢rrafo que te gustaba especialmente y me dec¨ªas: ¡°?No es esto magn¨ªfico?¡±. Yo asent¨ªa: las primeras veces con sinceridad, despu¨¦s mec¨¢nicamente, pensando cu¨¢ndo llegar¨ªa la hora de comer o cu¨¢ndo ¨ªbamos a hablar de la pel¨ªcula. Siempre te deten¨ªas en la escena cuando Consuela, la protagonista de El animal moribundo, le mord¨ªa la polla al profesor Kepesh. Hac¨ªas un ruido extra?o con los dientes, me mirabas como esperando que me escandalizara. Me preguntabas c¨®mo iba a rodar esa escena. Yo sonre¨ªa con firmeza diciendo que esa escena no iba a estar en la pel¨ªcula porque nadie quiere ver un primer plano de unos dientes mordiendo una polla. Gru?¨ªas, maldec¨ªas a Hollywood, segu¨ªas leyendo. El tercer d¨ªa quisiste que sali¨¦ramos a pasear, me preguntaste por mi escritor favorito, sab¨ªa que no pod¨ªa mencionar a tus contempor¨¢neos, as¨ª que dije Cervantes. ¡°Dar¨ªa un brazo por escribir como ¨¦l¡±, dijiste. ¡°Bueno, ¨¦l tambi¨¦n lo dio¡±, dije. Te re¨ªste. Nunca hablamos de la pel¨ªcula, pero no pusiste ning¨²n problema a que yo la dirigiera. No te volv¨ª a ver, pero un d¨ªa en mitad del rodaje recib¨ª una llamada tuya. ¡°?Has puesto en la pel¨ªcula la escena de la mordedura?¡±. ¡°Eres incorregible, se?or Roth, ?por supuesto que no!¡±.
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