El gran enga?o de California City: c¨®mo 15.000 incautos acabaron viviendo en una inmensa ciudad en mitad del desierto
Su promotor, un soci¨®logo que quiso reproducir en California el ¨¦xito de Las Vegas pero sin ning¨²n atractivo especial, se libr¨® de los juicios posteriores por fraude
La California State Route 14 es una autov¨ªa estatal que nace en Santa Clarita, cerca de Los ?ngeles, y termina a unos 180 kil¨®metros, en el norte del Estado. M¨¢s o menos a la altura de la base de Edwards, la carretera recibe el sobrenombre de Aerospace Highway, como referencia al cercano Centro Civil de Pruebas Aeroespaciales de Mojave. Pese a lo ex¨®tico del emplazamiento, lo m¨¢s extraterrestre que se puede uno encontrar en la SR-14 no es ni el espaciopuerto de marras ni el virtualmente infinito paisaje ¨¢rido del desierto que le da nombre.
Lo m¨¢s absurdo que se puede visitar aparece a la derecha de la salida 73, tomando una calle llamada California City Boulevard pero que, en realidad, no es ni calle ni bulevar ni ciudad: es el anticipo de kil¨®metros y kil¨®metros aterradoramente vac¨ªos con docenas de bocacalles sin asfaltar pero igualmente rectas y despobladas.
Como bien sabemos en Espa?a, la historia del desarrollo urbano del siglo XX est¨¢ llena de experiencias fallidas. Sin embargo, ninguna es tan deliciosamente surrealista como la de California City, una ciudad concebida para albergar a cuatro millones de habitantes, pero que se qued¨® en 52.000 hect¨¢reas de calles semipavimentadas en medio del desierto. Nunca lleg¨® a ser una ciudad fantasma porque nunca alcanz¨® ni siquiera la categor¨ªa de ciudad.
Mejor experimento sociol¨®gico que promoci¨®n urban¨ªstica
La cosa comenz¨® cuando Nat Mendelsohn, profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad de Columbia en Nueva York, se cruz¨® los Estados Unidos para meterse a promotor inmobiliario. Se ve que lo de construir un edificio de viviendas se le quedaba corto a su visi¨®n empresarial, as¨ª que Mendelsohn en 1958 decidi¨® comprar? 82.000 acres (unas 33.000 hect¨¢reas) de secarral y arbusto en pleno desierto de Mojave porque, aparentemente, los experimentos sociol¨®gicos cuanto m¨¢s grandes, mejor.
El objetivo del profesor/promotor era levantar de la nada una urbe que rivalizase en tama?o y poblaci¨®n con Los ?ngeles y, de hecho, esos 82.000 acres la convert¨ªan de facto en la segunda ciudad de mayor superficie en todo el Estado de California. La previsi¨®n era que la ciudad alcanzase tres millones de habitantes para principios de los ochenta y cuatro para el a?o 2000. Al fin y al cabo, la experiencia de otra ciudad artificial como Las Vegas pod¨ªa anticipar un buen resultado.
Dicho y hecho. Mendelsohn, junto a unos primeros inversores, se pusieron manos a la obra. Primero se planificaron las calles, se les puso nombre, se allanaron y, en algunos casos, se pavimentaron; despu¨¦s se instalaron las infraestructuras el¨¦ctricas, de abastecimiento de agua y de saneamiento y m¨¢s tarde se reservaron unos pocos solares en la zona central para futuros servicios p¨²blicos: Ayuntamiento, comisar¨ªa, escuela, etc¨¦tera, adem¨¢s de un campo de golf y un estanque de mentira que diese vidilla al centro de la urbe. Ya solo quedaba llenarla de habitantes. Desafortunadamente, los promotores pensaron que la mejor manera de colonizar la nueva ciudad ser¨ªa reparti¨¦ndola en trozos peque?os, muy peque?os. Literalmente, 30.000 hect¨¢reas se dividieron en parcelas de entre 200 y 500 m2 para venderlas a propietarios particulares que quisiesen construirse all¨ª su chal¨¦ unifamiliar.
Esta es la primera gran diferencia respecto a Las Vegas. Aunque el urbanismo hiperdisperso es muy com¨²n en un pa¨ªs con la historia y la superficie de Estados Unidos, todas las ciudades que se precien de llamarse tales se desarrollan alrededor de un centro m¨¢s o menos compacto. En Las Vegas es el Strip y la calle Fremont, con sus docenas de horteradas en forma de gigantescos hoteles y casinos. Eso pasa porque, al nacer, Las Vegas ven¨ªa con un pan bajo el brazo en forma de legalizaci¨®n del juego, adem¨¢s del g¨¢nster Bugsy Siegel intentando comprarse una reputaci¨®n de respetable hombre de negocios. En cambio, California City no ten¨ªa absolutamente ning¨²n atractivo, m¨¢s all¨¢ de que las parcelas a la venta eran baratas, cosa l¨®gica porque eran trozos de p¨¢ramo miserable a cientos de kil¨®metros de cualquier sitio.
Estanque, golf, aer¨®dromo, prisi¨®n y 14.000 habitantes
Sea como fuere, entre el reclamo del precio y una agresiva publicidad en revistas y emisoras de radio que anunciaba "una inversi¨®n segura", bastante gente termin¨® comprando las parcelas. Eso s¨ª, no lo hicieron para construirse su casa y mudarse all¨ª porque no eran tan idiotas como para irse a vivir a semejante erial; lo hicieron para especular, lo cual es algo mucho menos idiota, d¨®nde va a parar. Si yo no quiero morirme de asco, seguro que alguien quiere y me va a pagar dinero por ello. Segur¨ªsimo.
Seg¨²n todo pron¨®stico, nadie en su sano juicio compr¨® las parcelas en reventa. En 1969, 10 a?os despu¨¦s de su fundaci¨®n, apenas viv¨ªan 1.300 personas en California City, momento en el cual Nat Mendelsohn decidi¨® darse el piro y vender sus participaciones en el desarrollo de la ciudad. Para acabarla de fastidiar, en 1972 intervino la Comisi¨®n Federal de Comercio acusando a los promotores que quedaban de haber orquestado una campa?a "enga?osa" y oblig¨¢ndoles a devolver su dinero a una buena parte de los inversores. La cosa termin¨® como el rosario de la aurora y en 1975 se celebr¨® un macrojuicio contra los promotores por fraude al no haber advertido con suficiente claridad de "los riesgos potenciales de perder dinero con la inversi¨®n".
En la actualidad, California City alcanza los 527 km2 (poco menos que Madrid) y sigue contando con su estanque, su campo de golf y sus edificios municipales, adem¨¢s de con un peque?o aer¨®dromo en funcionamiento, una pista de pruebas automovil¨ªsticas tambi¨¦n en funcionamiento y una prisi¨®n estatal porque no hay ciudad yanqui sin su c¨¢rcel. Tambi¨¦n alberga un total estimado de 14.217 ciudadanos que viven, en su mayor¨ªa, en peque?as bolsas habitadas alrededor del centro, aunque tambi¨¦n podemos encontrarnos con m¨¢s de un lobo solitario instalado en alguna de las centenares de calles que siguen existiendo. Porque recordemos que todas las calles de CalCity se planificaron, se nombraron y se allanaron. Todas. Las 52.000 hect¨¢reas.
Vista desde el cielo, como la refleja el fot¨®grafo Chang Kim en su proyecto Utopia Incomplete, con sus kil¨®metros de calles rectas y sinuosas, sus fondos de saco vac¨ªos y sus rotondas semipavimentadas en medio de los matorrales, California City es un espect¨¢culo surrealista m¨¢s cercano al land-art que al urbanismo. Lo cual es conceptual y socialmente horrible pero no est¨¢ exento de una cierta belleza. Perversa, s¨ª, pero belleza al fin y al cabo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.