El rascacielos que estuvo a punto de destruir medio Manhattan (de no ser por una estudiante)
Un error de c¨¢lculo pudo haber provocado una de las mayores cat¨¢strofes de EE UU. As¨ª fue el plan secreto para evitarlo, en plena temporada de huracanes
En la calle 53, entre Lexington y la Tercera Avenida se levanta el rascacielos de la mayor empresa de servicios financieros del mundo, Citigroup. Se inaugur¨® en 1977 y es uno de los rascacielos m¨¢s reconocibles de Manhattan debido a su peculiar cubierta inclinada. Sin embargo, la forma del remate, planteada as¨ª para instalar paneles solares, acab¨® reducida a una decisi¨®n meramente est¨¦tica. En realidad, el Citigroup Center es mucho m¨¢s peculiar, y tambi¨¦n mucho m¨¢s interesante, por su estructura.
Visto a la altura de la calle, la torre toma contacto con el suelo a trav¨¦s de un n¨²cleo central de apoyo y rigidizaci¨®n ¡ªuna t¨¦cnica que convierte en r¨ªgido un material deformable, interponiendo otro elemento¡ª, algo habitual, y cuatro enormes soportes situados en el centro de cada una de las caras del prisma, algo que es notablemente infrecuente.
Lo m¨¢s l¨®gico y lo m¨¢s eficaz es que la estructura perimetral de un rascacielos sea eso, perimetral. Es decir, que reparta la carga y los empujes del viento en toda la envolvente exterior en vez de en cuatro puntos singulares, que en este caso son mucho m¨¢s singulares por estar precisamente en los centros de las caras y no en las esquinas.
Castillos en el aire
?A qu¨¦ se debe ese ex¨®tico atrevimiento estructural? Pues a que el rascacielos, de 59 plantas y 279 metros de altura vuela, literalmente, por encima de una iglesia.
Donde actualmente se levanta la Iglesia luterana de San Pedro hab¨ªa antes otro templo perteneciente a la misma congregaci¨®n. Cuando a principios de los setenta Citicorp (el anterior nombre de Citigroup) quiso comprar el solar, la orden les dijo que de eso nada, que la iglesia se quedaba ah¨ª por mucho dinero que les ofrecieran... Lo que pasa es que les ofrecieron much¨ªsimo dinero. Hasta el punto de que, sin llegar a claudicar del todo, los sacerdotes y la corporaci¨®n bancaria llegaron a un acuerdo: les vender¨ªan el terreno adyacente y los derechos a¨¦reos de la iglesia.
Los derechos a¨¦reos son un concepto norteamericano muy curioso ¡ªb¨¢sicamente neoyorquino¡ª, que se traduce en que la congregaci¨®n les vend¨ªa el aire por encima de su iglesia. Aunque no ocupasen el terreno del templo en planta baja, siempre podr¨ªan sobrevolarla y construir a partir de una determinada altura.
Para hacer la cimentaci¨®n de una torre de ese porte resultaba casi imposible no tocar el edificio preexistente. As¨ª que la congregaci¨®n de San Pedro finalmente les vendi¨® todo a cambio de que construyeran una nueva iglesia en el mismo lugar donde se levantaba la antigua. Tanto el rascacielos como la nueva parroquia fueron obra del arquitecto Hugh Stubbins y, efectivamente, una de las esquinas de la torre vuela por encima de la cubierta de la iglesia de marras y, claro, a la estructura no le queda m¨¢s remedio que colocarse en el centro de las caras.
Lo malo es que el c¨¢lculo de esa estructura era realmente complejo. Lo bueno ¡ªal menos para el se?or Stubbins¡ª es que en EE UU los arquitectos no calculan las estructuras, lo hacen ingenieros especialistas. Como la cosa ten¨ªa mucha miga, Citicorp contrat¨® a uno de los profesionales m¨¢s reputados del pa¨ªs, William J. LeMessurier.
Cuando no sabes por d¨®nde te da el viento
Algo que el p¨²blico general no suele saber es que el enemigo principal de la estructura de un rascacielos no es el peso del edificio sino el empuje horizontal del viento. Es decir, que a partir de una cierta esbeltez, las estructuras portantes se calculan para resistir el viento y, si aguantan el viento, tambi¨¦n aguantan el peso propio.
El problema del Citicorp Center era que hab¨ªa que trasladar los esfuerzos horizontales de las fachadas a los cuatro soportes, sabiendo adem¨¢s que no estaban en el lugar m¨¢s adecuado, que ser¨ªan las esquinas, sino en el centro de cada cara del rascacielos. Seg¨²n contar¨ªa el propio LeMessurier, encontr¨® la soluci¨®n para el edificio cuando cenaba en un restaurante griego de Manhattan, donde dibuj¨® el primer croquis. La soluci¨®n se basaba en una pantalla reticulada de estructura de acero cuyas diagonales llevaban la carga horizontal hasta el soporte, que a su vez, la llevar¨ªa hasta el suelo (es decir, las paredes del edificio ten¨ªan un dise?o interior que permit¨ªa trasladar el peso a los cuatro pilares).
Pero hab¨ªa otra dificultad, la estructura de acero era tan ligera que el edificio, aunque resistiese, se balancear¨ªa como un junco ante presiones fuertes de viento. As¨ª que LeMessurier coloc¨® en el centro del edificio un amortiguador de masas o mass damper, un artilugio tecnol¨®gico cuya funci¨®n es a?adir peso e inercia al edificio compensando de manera autom¨¢tica los empujes horizontales.
Una vez resuelta la estructura, el Citicorp Center se inaugur¨® al p¨²blico con gran boato en junio de 1977. LeMessurier lo consideraba su mejor obra. Y seguramente lo era.
"Ha llamado una estudiante que dice..."
En junio de 1978, justo un a?o despu¨¦s de la inauguraci¨®n del rascacielos, Diane Hartley, una estudiante de ingenier¨ªa civil de Princeton llam¨® al estudio de LeMessurier. Estaba haciendo la tesis sobre el Citicorp y ten¨ªa algunas dudas respecto a la estructura. Como LeMessurier no estaba en la oficina, habl¨® con el ingeniero senior Joel Weinstein.
La conversaci¨®n fue escalando hasta convertirse en una discusi¨®n, ya que Hartley aseguraba que, seg¨²n sus c¨¢lculos, la estructura solo estaba preparada para resistir un empuje que viniese perpendicular a las caras. Al tener en cuenta que los soportes estaban en el centro de dichas caras, deber¨ªa haberse calculado para vientos que viniesen desde las esquinas. Es decir, diagonales a 45? de la trama ortogonal del edificio.?
Aunque Weinstein despach¨® a la mujer, al d¨ªa siguiente le cont¨® toda la historia a LeMessurier quien, escamado con la duda, decidi¨® repasar sus propios c¨¢lculos. En efecto, Hartley ten¨ªa raz¨®n: se hab¨ªan usado los procedimientos habituales y el Citicorp Center resistir¨ªa si tuviese una estructura habitual. Pero no la ten¨ªa.
C¨®ctel mortal: un error de c¨¢lculo y el t¨ªpico constructor que decide ahorrar
La nueva hip¨®tesis de viento diagonal aumentaba un 40% la cantidad de superficie afectada, por tanto, aumentaba hasta un 160% los empujes horizontales que deber¨ªa soportar el edificio. Afortunadamente, los coeficientes de seguridad empleados en el c¨¢lculo permit¨ªan a la estructura resistir incluso las cargas no contempladas. Y LeMessurier habr¨ªa respirado tranquilo si la estructura se hubiese ejecutado tal y como ¨¦l orden¨®. El problema es que no se hizo as¨ª.
Resulta que, para reducir costes y mano de obra, la constructora hab¨ªa decidido usar roblones en las juntas de acero (una especie de tornillo con entrada y salida), en lugar de las soldaduras que figuraban en el proyecto. Para terror de LeMessurier, las uniones roblonadas fallar¨ªan ante los empujes no calculados de viento diagonal.
Si el mass damper funcionaba, el edificio resistir¨ªa vientos de hasta 160 km/h, pero si una tormenta cortaba el suministro el¨¦ctrico, inutilizando as¨ª el amortiguador de masas, el rascacielos de Citicorp, una torre de casi 300 metros de altura construida en medio de una de las ciudades m¨¢s pobladas del planeta, podr¨ªa colapsar con vientos de apenas 110 km/h. Algo que, repasando la historia de tormentas en Nueva York, se produc¨ªa cada 16 a?os.
Un plan secreto (en temporada de ciclones) como alternativa al suicidio
LeMessurier se qued¨® con la informaci¨®n durante un par de d¨ªas, lejos de todo. Si se hac¨ªa p¨²blico el fiasco, su reputaci¨®n estaba acabada. Si el edificio se ca¨ªa... ni siquiera se atrev¨ªa a pensar en eso. La ansiedad era tal que, seg¨²n su propio relato, el ingeniero lleg¨® a barajar el suicidio como ¨²ltima salida. Pero no lo hizo, claro. Le cont¨® todo al arquitecto, Hugh Stubbins, y a Citicorp. Y decidieron arreglarlo; eso s¨ª, sin que nadie (o casi nadie) se enterase.
Desde mediados de junio hasta finales de agosto de 1978, en plena temporada de huracanes, batallones de soldadores a los que hab¨ªan obligado a firmar un acuerdo de confidencialidad se colaron cada tarde y cada noche y cada madrugada en el Citicorp para soldar todas y cada una de las juntas del edificio. Trabajaban desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la ma?ana detr¨¢s de paneles de cart¨®n-yeso, ocultos a los ojos y las preguntas del personal de limpieza.
Mientras, Citicorp hab¨ªa contactado con el Ayuntamiento de Nueva York y se hab¨ªa dispuesto un protocolo de emergencia. Dos mil quinientos voluntarios de Cruz Roja, decenas de estaciones de bomberos y polic¨ªa estaban preparadas para acordonar entre siete y 12 manzanas en el caso de que alguna tormenta especialmente virulenta se acercase a la Gran Manzana.
Entonces, a finales de agosto de 1978, el Servicio Nacional de Meteorolog¨ªa de los EE.UU. envi¨® a los medios de comunicaci¨®n un aviso sobre la llegada del hurac¨¢n Ella a la costa este del pa¨ªs. El fen¨®meno ven¨ªa desde el Caribe con vientos de hasta 150 km/h y se preve¨ªa que llegase a la ciudad de Nueva York el 1 de septiembre. Para LeMessurier la madrugada, del 31 de agosto al 1 de septiembre fue la peor noche de su vida.
Lo que Ella no se llev¨®
Por fortuna, el 1 de septiembre de 1978 fue un d¨ªa limpio, tranquilo y soleado. El Ella hab¨ªa girado a unas decenas de kil¨®metros y nunca lleg¨® a tocar Nueva York. A finales de septiembre se terminaron los trabajos en el refuerzo de la estructura de Citicorp y se desactivaron todos los protocolos. Con la nueva soldadura, el rascacielos aguantar¨ªa vientos hasta cuatro veces superiores a los que jam¨¢s se hab¨ªan medido en la ciudad.
Nadie supo nada. Todo se hizo en secreto. Nadie se lo cont¨® a nadie. O al menos, nadie se lo cont¨® a nadie de manera oficial, porque alguien se fue de la lengua y, durante unos a?os, la historia del Citicorp fue la comidilla en reuniones y fiestas de la sociedad inmobiliaria neoyorquina. Hasta que el periodista Joe Morgernstern escuch¨® la historia en una de esas fiestas y la cont¨® en un art¨ªculo para The New Yorker de mayo de 1995, el cual sirvi¨® a su vez como base para que la BBC grabase un documental sobre el asunto. En el documental se habla de "una estudiante [que] llam¨® al despacho de LeMessurier".
A principios del a?o 2000, BBC Am¨¦rica emiti¨® el programa en el territorio estadounidense. Delante del televisor estaba Diane Hartley. La estudiante. Inmediatamente cogi¨® el tel¨¦fono y se puso en contacto con la BBC. No pod¨ªa creer que su llamada de hac¨ªa 20 a?os hubiese desencadenado semejante cadena de acontecimientos.
En la actualidad, Hartley vive y trabaja en Washington DC como agente inmobiliaria y, afortunadamente, ya no es una estudiante an¨®nima sino que su nombre aparece cada vez que se cuenta esta historia. Porque, aunque fuese de manera accidental, Diane Hartley es la verdadera hero¨ªna de esta historia: la persona que, inadvertidamente, evit¨® que el viento tumbase el rascacielos de Citicorp.
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