Doce personas nos cuentan las cosas m¨¢s delirantes que les han ocurrido en un museo
Desde comerse piezas ¨²nicas hasta preguntar por el precio de una humedad de pared, en las galer¨ªas, pinacotecas y ferias se dan lugar situaciones de las que uno solo puede re¨ªrse o desear fuertemente la propia desaparici¨®n
Museos, galer¨ªas y espacios expositivos pueden ser lugar para el descubrimiento, el deleite o la reflexi¨®n, pero tambi¨¦n para el bochorno, meteduras de pata o involuntarias escenas que parecen arrancadas de un happening. Estamos seguros de que algunas de las an¨¦cdotas aqu¨ª relatadas funcionan mejor como obras art¨ªsticas que las que hay expuestas en seg¨²n qu¨¦ espacios.
Sara, guionista: "Mi madre cogi¨® un pu?ado de caramelos en Arco y vino un se?or de seguridad a decir que estaba da?ando gravemente la instalaci¨®n art¨ªstica"
Empezamos con un cl¨¢sico del arte contempor¨¢neo que, aunque roza la parodia, ocurre mucho m¨¢s de lo que pensamos y da para debates infinitos: confundir lo que es arte con lo que no lo es. "Era mi primera visita a Barcelona, y sinti¨¦ndome cosmopolita y moderno me convenc¨ª de que el Macba era una visita imprescindible", nos cuenta Rafael, ingeniero de 35 a?os. "La exposici¨®n consist¨ªa en una serie de monitores emitiendo im¨¢genes de diferentes conflictos b¨¦licos y objetos cotidianos esparcidos por el suelo, tras un rato me separ¨¦ de mis amigos (y eso que yo les hab¨ªa convencido para ir) y me sent¨¦ a esperarles fuera. Salieron a tiempo de ver c¨®mo el guarda de seguridad me ped¨ªa que me levantara, que la silla amarilla en la que estaba sentado era parte de la exposici¨®n. En su mezcla de incomodidad y delicadeza not¨¦ que a ¨¦l tampoco le convenc¨ªa la propuesta".
Algo similar le ocurri¨® a la madre de Sara, guionista de 42 a?os: "Har¨¢ ya unos 20 a?os, mi madre cogi¨® un pu?ado de caramelos de una galer¨ªa en Arco, y vino un se?or de seguridad a decir que estaba da?ando gravemente la instalaci¨®n art¨ªstica. Ten¨ªa una profunda cara de aburrimiento, era la quinta vez que lo dec¨ªa en ese d¨ªa, hab¨ªa pedido un cord¨®n alrededor de la cosa que ten¨ªa los caramelos y no le hab¨ªan hecho caso. Tampoco quer¨ªan poner un cartel de 'No tocar: instalaci¨®n art¨ªstica".
Julio, 'visual merchandiser': "Me puse a estudiar con el ordenador en una especie de estructura blanca en un pasillo, hasta que vino el artista a decirme que por favor saliese de su obra"
Se ve que los errores con los alimentos son frecuentes y engorrosos: "En la primera galer¨ªa en la que trabaj¨¦, en Sevilla, se organiz¨® una exposici¨®n de arte comestible pero que no deb¨ªa comerse. Pues se comi¨®. Un desastre", explica Anabel, empresaria de 40 a?os.
A veces, estas confusiones dan lugar a problemas mayores: "Una limpiadora tras una jornada de montaje de showroom en una galer¨ªa de arte nos tir¨® a la basura un material gr¨¢fico en el que nos hab¨ªamos gastado unos 14.000 euros. Desde entonces, cada vez que quiere tirar algunas piezas, ella pregunta '?Esto es arte o basura?", narra Julio, visual merchandiser de 32 a?os. "Y yo mismo en el IED me puse a estudiar con el ordenador en una especie de estructura blanca que estaba en un pasillo, hasta que vino el artista a decirme que, por favor, saliese de su obra".
Sabina, escritora: "Me fui a sentar, sin darme cuenta de que un se?or lo hab¨ªa hecho un poco antes, as¨ª que me sent¨¦ en su regazo. Su mujer empez¨® a meterse con ¨¦l"
Como visitante de un museo o galer¨ªa, tambi¨¦n abundan las escenas de sonrojo, protagonizadas en primera persona o por un tercero: "En el Prado, en un d¨ªa de grandes masas yendo a ver El Bosco, vi un sitio libre en los bancos y me fui a sentar, sin darme cuenta de que un se?or se hab¨ªa sentado un poco antes que yo, as¨ª que, sin querer, me sent¨¦ en su regazo. Sentada y bien sentada, con mucha decisi¨®n¡±, nos cuenta Sabina, escritora de 35 a?os. "Su mujer se escandaliz¨® y, no s¨¦ por qu¨¦, empez¨® a meterse con ¨¦l, con su marido, como si le hubiese sido infiel, hasta el punto de tener yo que defenderlo. En el momento de m¨¢xima tensi¨®n, apareci¨® su hijo, de unos 10 a?os, con una voz muy aguda y acelerada, y dijo: 'Pap¨¢, ?sab¨ªas qu¨¦? Leonardo era homosexual'. Fue una escena delirante. Me fui y los dej¨¦ discutiendo. Hab¨ªa una gran tensi¨®n en ese grupo familiar".
Ianko, gestor y periodista cultural: "Un se?or se coloc¨® ante la escultura de la pareja Cicciolina-Jeff Koons en acto sexual, y all¨ª mismo se sac¨® un pecho por el cuello de la camiseta para la foto"
"Hab¨ªa una expo de Jeff Koons en el Guggenheim Bilbao. Ese museo tiene por pol¨ªtica no permitir fotos en ninguna de sus exposiciones, pero Koons prescribi¨® expresamente que en su muestra se pudiera", desarrolla Ianko, gestor y escritor de 39 a?os. "Koons estuvo casado con Ilona Staller, Cicciolina, y hab¨ªa una escultura de la pareja haciendo el amor. La gente posaba ante las esculturas como quien posa ante la Torre Eiffel".
"Vi algo que era un paso m¨¢s: un se?or de mediana edad se coloc¨® ante la escultura de la pareja Ilona-Jeff, pidi¨® a su acompa?ante que le hiciera una foto, y all¨ª mismo se sac¨® un pecho por el cuello de la camiseta imitando el gesto que es marca de f¨¢brica de la susodicha. Qued¨¦ un poco traumatizado por la visi¨®n del se?or sac¨¢ndose una teta en el Guggenheim, la verdad. ?Por cierto! Al cabo de un tiempo, antes de que terminara la expo, volvieron a prohibir tomar fotos all¨ª. ?Pudo influir en esa decisi¨®n la foto de la teta? Qui¨¦n sabe".
"Pas¨¦ un apuro muy grande en una performance hace a?os en una galer¨ªa de Barcelona", rememora Beatriz, programadora de televisi¨®n de 40 a?os. "Nos pusieron sentados en c¨ªrculo, empezaron los actores a hacer sus cosas y comenzaron a cubrirnos con un pl¨¢stico chubasquero gigante. Ah¨ª ya empec¨¦ a tener miedo. A continuaci¨®n simularon una matanza y empezaron a chorrear pintura roja como si fuera sangre. Sal¨ª corriendo meada viva de risa por el gesto de dos se?oras que ten¨ªa delante con sus caras cubiertas de rojo a lo Carrie, y con expresi¨®n de '?pero qu¨¦ invento es esto?'. Fue un claro caso de se?oras que van por el catering y acaban cubiertas de pintura".
Beatriz, programadora de televisi¨®n: "Aquella 'performance' fue un claro caso de se?oras que van por el catering y acaban cubiertas de pintura [roja, en la simulaci¨®n art¨ªstica de una matanza]"
El agotamiento que acompa?a en ocasiones a las visitas a los museos da lugar a an¨¦cdotas con finales inesperados. "Estaba en el museo de Bellas Artes en Berl¨ªn con mi novio, ambos est¨¢bamos estudiando Bellas Artes y llev¨¢bamos muy poco tiempo juntos. Aunque intentaba aparentar que pod¨ªa seguir varias horas m¨¢s viendo obras de arte, estaba bastante cansada. No solo por el museo, el viaje en general estaba siendo una cat¨¢strofe", relata Ana Oncina, ilustradora de 30 a?os. "Me sent¨¦ en un banco del museo y me quede como en trance mirando a la nada, mi novio me vio y me dijo: 'Eres una empanada', inmediatamente y sin pens¨¢rmelo contest¨¦: 'Si yo soy una empanada, t¨² eres una croqueta'. Nos hizo bastante gracia esta imagen y, como el viaje estaba siendo un aut¨¦ntico desastre, decid¨ª dibujarlo con estos personajes. Y ese fue el germen de Croqueta y empanadilla" (serie de libros que lleva 15 ediciones y ha sido traducida al franc¨¦s, ingl¨¦s e italiano).
Cap¨ªtulo aparte merecen las variopintas historias del personal que trabaja en los museos, galer¨ªas y distintos espacios expositivos. "Los vigilantes del Museo Picasso de Barcelona cuentan que a algunos les da miedo quedarse de noche en las salas porque existe el rumor de que la t¨ªa Pepa sale a pasear", cuenta Mariona, coordinadora de exposiciones de 39 a?os. "El Retrato de la t¨ªa Pepa es uno de los cuadros de la primera ¨¦poca de Picasso, y al parecer la figura sale del lienzo por las noches y recorre las salas del museo".
Quique, 'product manager': "Un se?or volvi¨® desde Jap¨®n, muy avergonzado, para borrar una pintada que hab¨ªa hecho su hijo en una escalera de la Sagrada Familia"
Menos truculenta es la historia de Quique, product manager de 36 a?os: "Sucedi¨® cuando yo trabajaba en el equipo de informaci¨®n y atenci¨®n al visitante del museo de la Sagrada Familia de Barcelona. Un japon¨¦s vino sin entrada explicando que, cuando volvi¨® a Jap¨®n despu¨¦s de visitar Barcelona, su hijo le confes¨® que hab¨ªa hecho una pintada en las escaleras de bajada de las torres, y que estaba tan avergonzado que hab¨ªa vuelto para borrarla personalmente. Tra¨ªa un bote con l¨ªquido, un pa?o y un dibujo que replicaba el que hab¨ªa hecho su hijo. Total, le dejamos entrar y un miembro de seguridad y yo subimos en el ascensor con ¨¦l y bajamos andando en busca del lugar donde el ni?o hab¨ªa hecho la pintada. Lo encontramos, lo limpi¨®, nos pidi¨® disculpas con movimiento corporal t¨ªpico oriental y se fue".
El equipo de la galer¨ªa Marlborough de Madrid nos relatan varias an¨¦cdotas para enmarcar: "Nuestro presidente internacional, Pierre Levai, siempre cuenta muy orgulloso que a ¨¦l le peg¨® un pu?etazo Francis Bacon. El t¨ªo llegaba bastante ciego a la galer¨ªa y, subiendo una escalera, Levai vio que se iba a caer, as¨ª que fue a ayudarle. Pero Bacon, que era muy orgulloso, le calz¨® un derechazo".
"Tambi¨¦n Pierre Levai cuenta que cuando era jovencito, estaba trabajando en una galer¨ªa y en una ocasi¨®n cogi¨® el tel¨¦fono. Llamaba un se?or; no entendi¨® bien el nombre, y dijo: 'Disculpe, ?me lo puede deletrear?'. Y el se?or al otro lado del tel¨¦fono respondi¨®: 'P-I-C-A-S-S-O". Esa ocasi¨®n, en la que qued¨® fatal, fue la primera vez que habl¨® con Picasso. Es la misma escena que aparece en la pel¨ªcula El diablo viste de Prada con Dolce y Gabbana".
"Pierre Levai, presidente de Marlborough, cogi¨® el tel¨¦fono en la galer¨ªa en la que trabajaba de jovencito. Llamaba un se?or; no entendi¨® bien el nombre y pidi¨®: 'Disculpe, ?me lo puede deletrear?'. Y el hombre al otro lado del tel¨¦fono respondi¨®: 'P-I-C-A-S-S-O"
Y, para que certifiquemos que lo de confundir cualquier cosa con algo art¨ªstico no ocurre solo entre los profanos, nos asegura el personal de Marlborough: "Hemos vivido un supercl¨¢sico del arte contempor¨¢neo: en una ocasi¨®n un cliente entr¨® en el almac¨¦n donde tenemos obra expuesta y pregunt¨® el precio de una humedad que hab¨ªa en la pared. La verdad es que la humedad, me dice una persona que estaba presente, era una preciosidad".
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