La princesa belga ¡®desaparecida¡¯ vive en un remoto pueblo de Estados Unidos
Marie-Christine, t¨ªa del actual rey Felipe de B¨¦lgica, rompi¨® con la familia real hace d¨¦cadas entre acusaciones de violaci¨®n y problemas con el juego y el alcohol
Un pueblo de 7.000 habitantes cercano a la frontera estadounidense con Canad¨¢ era un destino improbable para una princesa nacida en el lujoso castillo de Laeken, residencia oficial de la familia real belga. Pero el fulgor de la Corona no desprende el mismo atractivo para todos los que han crecido a su alrededor. Marie-Christine de B¨¦lgica (68 a?os), t¨ªa del rey Felipe, actualmente en el trono belga, lo identifica con destellos de pesadilla y hace tiempo que rompi¨® con su pasado aristocr¨¢tico entre graves acusaciones, problemas con el juego y una fortuna dilapidada.
Abonada al esc¨¢ndalo, la prensa belga sigui¨® sus andanzas puntualmente, pero su pista se perdi¨® en 2007. Ahora, tras m¨¢s de una d¨¦cada en paradero desconocido, el diario flamenco Het Laatste Nieuws?la ha localizado en Sequim, un min¨²sculo municipio del Estado de Washington (al noroeste de EE UU) conocido por ser la capital norteamericana de la lavanda. All¨ª, seg¨²n dicha publicaci¨®n, vive con su marido, el hostelero franc¨¦s Jean-Paul Gourgues, en una casa de tres habitaciones con un jard¨ªn de ¨¢rboles frutales por la que habr¨ªan pagado unos 300.000 euros al cambio.
Para entender c¨®mo una princesa belga ha terminado asentada en los l¨ªmites de Am¨¦rica hay que recurrir a sus explosivas memorias, publicadas en 2004, la mayor fuente de informaci¨®n de sus idas y venidas. En ellas, Marie-Christine relata una infancia marcada por las ausencias de su padre, el rey Leopoldo III, y la crueldad de su madre Lilian, la segunda esposa del monarca. Su mayor desencuentro con esta llega a los 18 a?os, cuando tras un baile culpa a uno de sus primos de haberla violado. La madre, seg¨²n su versi¨®n, trata de encubrir los hechos y reacciona castig¨¢ndola a un encierro de dos meses en su habitaci¨®n.
En el libro, todo un ajuste de cuentas con su familia, explica que el suceso agrand¨® la brecha abierta con sus allegados, y Marie-Christine cae en una espiral de vida nocturna, alcohol y relaciones espor¨¢dicas. Su alejamiento personal se materializa tambi¨¦n en lo geogr¨¢fico poco despu¨¦s. Una familia amiga de sus padres la acoge en Toronto (Canad¨¢) a los 29 a?os para tratar de encauzar un camino desviado de las r¨ªgidas convenciones reales.
Empieza a trabajar en TV Ontario, pero Marie-Christine acaba de conocer la libertad fuera de los muros de palacio y se muestra indomable: pese a los intentos de sus parientes por impedirlo, ¡ªllegaron a retenerla en una comisaria para convencerla¡ª se casa en Florida con un pianista homosexual llamado Paul Drake. Cumplido el objetivo de obtener el permiso de residencia, seis semanas despu¨¦s se separa. Su familia cubre los gastos del divorcio.
Sin apenas dinero, se gana la vida como puede, incluso trabajando en desfiles de ropa interior en locales de mala muerte. Su hermanastro, el rey Balduino, se apiada de ella y decide ayudarla econ¨®micamente. Como ella misma admite, utilizar¨¢ parte de los fondos para pagar el coste de un aborto, una pr¨¢ctica que el monarca reprueba, como demostrar¨ªa tiempo despu¨¦s al negarse a firmar la ley que lo despenalizaba en B¨¦lgica.
En su deambular por Am¨¦rica, la princesa comenzar¨¢ poco despu¨¦s una relaci¨®n con el hostelero franc¨¦s Jean-Paul Gourgues, con el que se casa y vive en Los ?ngeles (California). Tras una inversi¨®n fallida en un restaurante, se trasladan a Las Vegas (Nevada). Y en la ciudad del juego su suerte no cambiar¨¢ a mejor. Tras dilapidar parte de sus ahorros en los casinos, otro de sus hermanastros, el rey Alberto II, convencer¨¢ a la madre de esta, Lilian, de permitir un nuevo rescate econ¨®mico para sacarla de la ruina, pero el cheque ir¨¢ acompa?ado de una carta repleta de reproches que sellar¨¢ su ruptura con la familia real belga. Marie-Christine ni siquiera acudir¨¢ a los funerales de sus padres y hermanos, y rompe el ¨²ltimo cord¨®n que la une a su pasado al dejar de hablar con su hermana, Esmeralda de B¨¦lgica.
"Mi problema es que no estoy hecha para trabajar", lamentaba en una entrevista recogida en el libro Cr¨®nicas reales, un siglo de indiscreciones, del periodista Thomas de Bergeyck. Ahora, tras una vida impensable en alguien de su posici¨®n, la princesa criada entre el castillo de Laeken y el de Argenteuil, parece haber sentado la cabeza lejos de su B¨¦lgica natal, rodeada de lavandas en una fr¨ªa localidad costera de los confines de Estados Unidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.