La vida de V¨ªctor Manuel alrededor de los fogones
"El gusto es m¨ªo¡¯ est¨¢ cruzado de experiencias asociadas a viajes, a gente que quiero, a la vida¡¡±, dice el cantante sobre su libro, en el que incluye recetas de cocina
De ni?o la g¨¹ela Mar¨ªa le dec¨ªa, en su lengua asturiana: ¡°Este ni?u ta muy ruin¡±. Y es que entonces V¨ªctor Manuel era ¡°un ni?o de deshecho pr¨¢cticamente, muy delgado, mal comedor; no me gustaba nada¡±. Pas¨® el tiempo y la vida, el disfrute de la comida, lo han hecho ¡°demasiado gord¨ªn¡±, y aunque le gustar¨ªa estarlo menos, quiere tanto la cocina que le ha dedicado un libro, El gusto es m¨ªo (Aguilar), en el que combina las recetas con el placer de comer con otros. Su tiempo (naci¨® en 1947, en Mieres) est¨¢ marcado por las canciones que le dedic¨® al abuelo fusilado en la guerra y a la mina y al sabor de los primeros alimentos, y al miedo de posguerra. ¡°Nada se mov¨ªa. Las familias estaban asustadas por lo que les hab¨ªa tocado vivir¡" ?Y el hambre? ¡°La sensaci¨®n de hambre es cuando no tienes nada. Si puedes comer de lo que hay entonces no tienes hambre¡ Yo no he pasado hambre en mi vida. En mi familia se preocupaban de que hubiera lo b¨¢sico¡±.
Lo b¨¢sico eran ¡°las sopas, los cocidos, las lentejas, la fabada, el pote¡¡±. Excepcionalmente hab¨ªa pollo, como aquellos con cuyo olor se alimentaba Carpanta, ¡°o unas almejas a la marinera, pero eso ya supon¨ªan fiestas absolutas. ?Desconoc¨ªa que existiera el pulpo o el mejill¨®n!... En los d¨ªas de fiesta, adem¨¢s, mi padre me llevaba a un bar para tomar un verm¨² con aceituna. Yo volv¨ªa a casa un poco colocado, y all¨ª nos encontr¨¢bamos pollo al horno o patatas a la importancia¡ El pollo era un lujo, pero es que mis padres se dedicaban a repartir pollos y huevos. Algo se iba quedando en casa y nos los com¨ªamos. No nos machac¨¢bamos pensando en alimentos excepcionales o en comidas irrealizables. Cuando tienes el est¨®mago lleno y disfrutas de la comida con tu familia no piensas en m¨¢s. Eso viene m¨¢s adelante¡±.
Y m¨¢s adelante es lo que est¨¢ en el recuento de memorias de recetas y comidas con otros que constituye el libro. Son tambi¨¦n historias sentimentales que le pasan con la cocina como origen o pretexto. ¡°Nunca habr¨ªa tenido la osad¨ªa de hacer un libro de recetas. Hay cocineros fant¨¢sticos que las hacen. Las emociones que cuento ocurren en torno a cosas m¨¢s dom¨¦sticas, que vienen de saber que cuando mi abuela cocinaba estaba dando a la vez una lecci¨®n de ¨¦tica¡ Primero serv¨ªa a todos los animales de la casa, perros, gatos, los que hubiese, y despu¨¦s serv¨ªa a los dem¨¢s. Esa secuencia me marc¨® para siempre¡±.
El gusto es m¨ªo ¡°est¨¢ cruzado de experiencias culinarias siempre asociadas a viajes, amigos, a gente que quiero, a la vida¡¡± Lleg¨® a Madrid muy joven e iba al mercado de Olavide, donde da inicio al placer de cocinar. Ahora ya no iba al mercado a acompa?ar a su padre, sino a buscar para comer. ¡°Desconoc¨ªa miles de alimentos, que entonces viajaban con mucha m¨¢s dificultad. ?En Asturias hab¨ªa visto los pulpos dibujados! Pero no ten¨ªa ni idea de a qu¨¦ sab¨ªan, e igual me pasaba con los mejillones¡ Fui viajando, descubriendo sabores nuevos de los que no ten¨ªa idea hasta que tuve 18 o 20 a?os. En Canarias descubro el gofio, en Valencia entiendo que la paella no era lo que com¨ªamos como tal en Asturias. En todas partes quise averiguar c¨®mo estaban hechos los platos¡±.
Al descubrimiento del pulpo, por cierto, le dedica algunas de las p¨¢ginas del libro. Est¨¢n experimentando para reproducirlo en cautividad. ¡°Me apena much¨ªsimo que deje de existir como comida, porque me encanta. Hay alimentos que ahora disfrutamos y se est¨¢n acabando, como los percebes¡ La primera vez que los percebes aparecen en la literatura es en el siglo XIX, en una novela de Emilia Pardo Baz¨¢n. Recomendaba que no se sacaran a la mesa los percebes grandes porque a las j¨®venes podr¨ªan suscitarles historias sexuales¡ Eso se est¨¢ acabando. Estamos asistiendo a la extinci¨®n de muchas especies. Se acaban porque nos las hemos comido y ya est¨¢, no hay m¨¢s¡±.
Lo rodeaba en la ni?ez en que era un ni?u ruin¨ªn la mina y la huerta, ¡°y el cerdo, que en mi tierra tiene un monumento; un animal que quit¨® mucha hambre y que se administraba como un tesoro, durante mucho tiempo¡±. Luego vinieron otras cocinas. M¨¦xico es la reina de todas las que ha descubierto desde que se fue al mercado de Olavide a buscar alimentos para una chica que ya hab¨ªa en su casa, y que entonces y ahora se llama Ana Bel¨¦n. Para ella sigue cocinando, y para cientos de amigos como los que aparecen en este libro. El gusto sigue siendo suyo.
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