Los se?oritos sultanescos que acosaban a las j¨®venes ¡®vedettes¡¯
Este art¨ªculo de la feminista Clara Campoamor es un viaje a aquellos d¨ªas, hace un siglo, en que los empresarios de variet¨¦s obligaban a las j¨®venes artistas a ¡°alternar¡± con los espectadores
El texto que sigue es un art¨ªculo de Clara Campoamor que se public¨® el 5 de marzo de 1921 en?El Tiempo, y forma parte del libro?La forja de una feminista. Art¨ªculos period¨ªsticos. 1920-1921, que se publica el 9 de diciembre.
La prensa nos ha transmitido en estos d¨ªas la noticia de un hecho dolorosamente brutal:
¡°En un teatro de variet¨¦s de Huelva, y durante uno de los descansos de la funci¨®n, una de las artistas se neg¨® a aceptar un vaso de vino que le ofrec¨ªa un se?orito de la ciudad; este le dio un golpe tan brutal que le caus¨® una hemotisis grav¨ªsima producida por traumatismo¡±.
?Triste sino el de la mujer, a quien desde la cuna pone su mala estrella en poder de esas tres fuerzas explotadoras que, como ojeadoras de la fiera humana, la acechan a su paso por la vida: la familia, el empresario y el se?orito sultanesco¡
J¨®venes, ni?as a¨²n, cuando su fortaleza necesitar¨ªa sanos est¨ªmulos y leales consejos, prende en su ambici¨®n el se?uelo de ajenas glorias y ansiados triunfos que encuentran en sus familiares el acicate odioso de una conveniencia material, sorda a todo sentimiento de protecci¨®n por la juventud indefensa y amenazada.
En el caso de la jovencita que en el ambiente casero halla el decisivo espolazo que la lanza a la lucha azarosa donde todo puede perderse, y lo que m¨¢s peligra es precisamente lo que intent¨® salvar, contra todo, el monarca franc¨¦s, ha nutrido gran parte de nuestro teatro de g¨¦nero chico.
Su caso de ¡°estrella¡±, comparado con el del var¨®n aspirante tambi¨¦n a astro coletudo, es mucho m¨¢s desesperado y cruel. En el jovencillo, la afici¨®n taurina supone voluntariedad, emancipaci¨®n vidente y hura?a de la personalidad, que de tumbo en escapada se aleja del hogar en busca de so?adas glorias. La muchacha, lejos de rebelarse contra el yugo paterno, es secundada, alentada, escoltada por esas mam¨¢s que la acompa?an en sus azarosas peregrinaciones y que, en vez de ¨¢ngeles tutelares, ofrecen a la malicia el aspecto pintoresco de vestales en la vocaci¨®n de la ni?a, cuyos desmayos ¡°art¨ªsticos¡± prenden y combaten con arrullos de sirena.
Una vez lanzada por el artificioso camino de un arte donde pocas logran un puesto relevante, la ¡°estrella¡± incipiente sufre el acoso del otro ojeador: el empresario sagaz que, en tanto llegan las mieles del arte, se conforma con obligar a la principiante a ¡°alternar¡±, contribuyendo as¨ª a redondear un negocio basado en amargas explotaciones.
El sult¨¢n de aldea siente despertarse su breve sensualidad a la llegada de lo que en su concepto es un ¡°har¨¦n port¨¢til¡±
Las lectoras que desconozcan el argot de bambalinas desconocer¨¢n el valor positivo de la palabra ¡°alternar¡±. Alternar es servir de blanco a la codiciosa lujuria de los frecuentadores de escenarios y cabarets; actuar de se?uelo carnal que atraiga hacia la caja del empresario el pasto de sensualidad varonil, convertido en lluvia de dinero. Es cultivar la indolencia voluptuosa de los se?oritos inactivos, nutri¨¦ndoles de excitaciones a cambio de sus monedas.
La artista que logra un contrato de ¨ªnfima categor¨ªa se compromete a alternar, es decir, a bajar al buffet, o caf¨¦, y aceptar las consumiciones a que se le invite. Si es despierta, y sabe contentar al tirano, su malicia y manejos inducir¨¢n a los parroquianos abundantes y caras libaciones. El buffet, a cargo del propio empresario, sabr¨¢ estimar este esfuerzo de la ¡°estrella¡±. Claro que, al cabo de esta operaci¨®n financiera en beneficio del ojeador humano, son las sonrisas, las miradas, la gracia y la buena voluntad de la muchachita, en torno a la cual la groser¨ªa y la liviandad, desatadas ¨¢speramente, danzan la loca fantas¨ªa de muchas repugnancias¡
Y a veces, como en el cruel suceso que comentamos, surge el tercer ojeador que acecha la pieza humana que a¨²n sali¨® con bien de las instigaciones, codicias y afanes de sus dos perseguidores anteriores.
No se habla de virtud ni vicio¡ ?Qu¨¦ pueden importar estas palabras en la vida truncada de unas mujeres que no pudieron, por su edad, elegir libremente el camino futuro? Hablemos tan solo de su derecho a la vida; de ese destino tr¨¢gico que a veces pone en su camino al se?orito adulador, al sult¨¢n de aldea que, confinado en sus actos de cari?o, siente despertarse su breve sensualidad a la llegada de lo que en su concepto es un ¡°har¨¦n port¨¢til¡±. Su dinero puede permit¨ªrselo todo, y as¨ª, sin respeto alguno hacia la ajena voluntad, due?o en todo caso de sus preferencias, ofendido en su criterio de pach¨¢, due?o de la esclava, venga la ofensa inferida a su orgullo, destrozando con su pu?o de atleta los vasos pulmonares, lavando con aquella sangre su vanidad de macho embravecido¡
Y as¨ª acaba esta v¨ªctima del acoso de los tres ojeadores humanos: ego¨ªsmo, inter¨¦s y vicio. Otras acabar¨¢n de otra manera¡ Pero todas ellas tienen el mismo principio: abandono, coacci¨®n, explotaci¨®n vil, abominable.
En nuestro siglo, parlanch¨ªn incansable de capacitaciones y orientaciones juveniles, cursan el panorama nacional p¨¢lidas, lamentables, figuras de malograda juventud. A la hora en que una adolescencia sana y noblemente educada comenzar¨ªa a gozar el elevado ideal de la vida, estas falsas figuras se nos muestran ah¨ªtas de morfina o coca¨ªna; maestras intuitivas de todos los vicios
Son las pobres ni?as-mujeres, brotes abrile?os fracasados, capullos de mujer ca¨ªdos al acecho de los ojeadores humanos¡
Este texto es un adelanto del libro de Clara Campoamor (1888-1972) ¡®La forja de una feminista. Art¨ªculos period¨ªsticos. 1920-1921¡¯, de la editorial Renacimiento, que se publica el 9 de diciembre. Recoge 63 art¨ªculos period¨ªsticos de la abogada, feminista y pol¨ªtica espa?ola. Este art¨ªculo se public¨® el 5 de marzo de 1921 en ¡®El Tiempo¡¯.
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