?Camino a Israel?
A pesar de sus much¨ªsimas diferencias, hay algo que Espa?a comparte con el Estado hebreo a saber, esa misi¨®n redentora que tienen algunas fuerzas pol¨ªticas respecto a su propio papel
Rotas las negociaciones sin posibilidad de acuerdo, Israel se encamina ya a su tercera convocatoria electoral en un a?o. Como dijo Yair Lapid, el carism¨¢tico pol¨ªtico de la coalici¨®n Azul y Blanco, las elecciones, que ¡°antes eran la fiesta de la democracia, se han convertido ahora en una verg¨¹enza¡±. Ese es el principal efecto de los bloqueos pol¨ªticos, que desnaturalizan la democracia. Lo que se supone que es el gobierno del pueblo queda reducido a un reiterado y mec¨¢nico recurso para que los votantes potenciales resuelvan la incapacidad de los pol¨ªticos para ponerse de acuerdo. La democracia pierde su aura y se convierte en una f¨¢brica de producci¨®n de elecciones en la que los electores acaban vi¨¦ndose m¨¢s como proletarios del voto que como ciudadanos; m¨¢s como mero instrumento de los l¨ªderes que como quienes los designan. El mundo al rev¨¦s, los ciudadanos, el supuesto patr¨®n, acaba convirti¨¦ndose en su siervo.
Perdonen el desahogo, pero la dilaci¨®n hacia una fecha indeterminada de las negociaciones del PSOE con ERC me ha metido el miedo en el cuerpo. Quiz¨¢ porque, a pesar de sus much¨ªsimas diferencias, hay algo que Espa?a comparte con Israel; a saber, esa misi¨®n redentora que tienen algunas fuerzas pol¨ªticas respecto a su propio papel. En una columna anterior lo llamaba pol¨ªtica sacralizada. En nuestro caso no se trata del fundamentalismo religioso israel¨ª, sino del nacional o nacionalista. En ambos casos es pol¨ªtica dogm¨¢tica y, ya se sabe, los dogmas no se negocian. Reclamar pragmatismo o lealtad al buen funcionamiento del sistema a determinados partidos es pr¨¢cticamente in¨²til porque sus l¨ªderes se encuentran atrapados por sus proclamas. Han movilizado a sus fieles en una direcci¨®n extrema y, claro, a ver c¨®mo explicarles despu¨¦s que se pacta con el diablo.
Y, sin embargo, eso no es solo lo que les demanda el inter¨¦s general, sino el suyo propio. No deja de ser interesante observar c¨®mo tanto Ciudadanos como PP, que tanto ¨¦nfasis han puesto en oponerse al pacto con ERC, niegan toda posibilidad de facilitar el gobierno de S¨¢nchez. Con eso permiten elevar las exigencias de Esquerra, que se ve imprescindible para la gobernabilidad; o sea, suministran la munici¨®n para que se produzca lo que dicen aborrecer. Primera gran contradicci¨®n. La segunda tiene que ver con el propio Ciudadanos, que no parece haber aprendido nada de la experiencia anterior. Un aut¨¦ntico partido de centro favorecer¨ªa la abstenci¨®n t¨¢ctica. Aunque no bastara para la investidura, la imagen que proyectar¨ªa les ubicar¨ªa de nuevo donde dec¨ªan estar y les diferenciar¨ªa respecto del propio PP. Y este, por cierto, podr¨ªa ¡°prestar¡± los esca?os restantes para conseguir la investidura. Si no lo hace por temor a Vox acabar¨¢ cayendo en sus garras. O si no al tiempo.
Del otro lado, la posici¨®n de Esquerra, m¨¢s abierta al pacto, est¨¢ condicionada a su vez por el partido fundamentalista que reside en Waterloo. Conclusi¨®n: quien ahora impide la soluci¨®n que reclama el buen funcionamiento del sistema democr¨¢tico son los m¨¢s dogm¨¢ticos. Basta su amenaza de excomuni¨®n para que quienes se sienten m¨¢s pr¨®ximos a ellos se echen a temblar. Olvidan que en democracia no hay dioses que valgan, y que es a ella a quien debemos nuestra lealtad primaria.
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