La seducci¨®n del olvido
El ¨¦xito de la ultraderecha no est¨¢ en sus oradores, sino en lo que los oyentes pueden al fin expresar

El cuerpo humano parece tener un error de dise?o: nuestros o¨ªdos no est¨¢n provistos con un sistema de protecci¨®n similar a los p¨¢rpados, como los ojos, para bloquear el paso de palabras nocivas. Ser¨¢ as¨ª porque es el sentido que, aun dormidos, puede salvarnos de un peligro. El reverso oscuro de esta funci¨®n vital es que estamos continuamente expuestos al efecto erosivo de ciertos discursos. En especial a los que lanza la ultraderecha, una de cuyas tretas es, precisamente, la provocaci¨®n mediante el lenguaje. Con cada mentira disfrazada, exabrupto o invectiva, los l¨ªmites de lo ¨¦ticamente soportable se ensanchan. Antes de dar el siguiente paso, sondean el umbral de aceptabilidad, y, si detectan la guardia bajada, conquistan otro palmo de terreno ante la impasibilidad general. Como hace poco recordaba Carolin Emcke en Barcelona, los partidos de esta ideolog¨ªa no buscan el debate, sino la visibilidad. Tratan, as¨ª, de que la cuerda del consenso, llevada al l¨ªmite de tensi¨®n con su discurso del odio, se rompa por alguno de sus puntos m¨¢s d¨¦biles.
Otros art¨ªculos de la autora
Una buena raz¨®n para leer lo que ocurre en otros lugares es que la distancia geogr¨¢fica nos permite emitir juicios m¨¢s ponderados, sin caer en las justificaciones tramposas que a veces nos ciegan cuando tratamos algo que nos ata?e por proximidad. Vemos la paja en el ojo ajeno. Lo que en nuestra casa nos pasa inadvertido en la del vecino nos salta a la vista. En el caso del giro patri¨®tico que se da en varios pa¨ªses de Europa (aunque no solo), sorprende constatar que se repite un patr¨®n tan simplista como efectivo. En Por las trincheras (Pen¨ªnsula), el escritor alem¨¢n Navid Kermani relata un encuentro en Cracovia con el poeta Adam Zagajewski, que le comenta con hast¨ªo que la nueva derecha apenas ofrece retazos de una visi¨®n del mundo, por lo cual manifestarse contra ella incluso requiere poco m¨¦rito intelectual.
Antes de ir a Polonia, Kermani ha asistido a un acto de Alternativa para Alemania (AfD) en Schwerin, situada en lo que anta?o fue la RDA, donde la poblaci¨®n, que tuvo menos contacto con la emigraci¨®n, brinda m¨¢s apoyo a esa formaci¨®n. El orador encadena una generalizaci¨®n burda tras otra sobre los partidos tradicionales, los medios de comunicaci¨®n, los refugiados y el saqueo de los servicios p¨²blicos por parte de los inmigrantes, y recalca que ellos, el p¨²blico asistente, son v¨ªctimas de la clase pol¨ªtica, de los extranjeros y de los bur¨®cratas de Bruselas. Una canci¨®n parecida a la que o¨ªmos ahora por aqu¨ª, pero en alem¨¢n. Cuando los espectadores intervienen, Kermani entiende el ¨¦xito de AfD: ¡°No es lo que sus miembros dicen, sino lo que los asistentes pueden al fin expresar¡±, que no es sino el miedo a salir perdiendo en su propio pa¨ªs, la nostalgia de un et¨¦reo sentimiento de comunidad o la rabia de no participar de la prosperidad prometida.
La memoria hist¨®rica es, en esencia, una voluntad de escucha movilizadora
Entre los campos de batalla predilectos de la ultraderecha est¨¢ la memoria hist¨®rica. Dicen que echar la vista atr¨¢s reabre heridas, pero no dudan en acudir al pasado para rescatar mecanismos de manipulaci¨®n muy viejos. La presencia del pasado en el presente conlleva una tensi¨®n, y la reacci¨®n que esta despierta depende de la sensibilidad y la empat¨ªa de cada cual. La edad tambi¨¦n es un factor fundamental, pues las razones para el olvido de abuelos y de padres ¡ªen todas sus variantes¡ª pueden no convencer a hijos y a nietos. No se puede forzar a olvidar, en suma, para tranquilidad de una parte. Lo cuenta G¨¦raldine Schwarz en Los amn¨¦sicos (Tusquets), un ejercicio de comprensi¨®n de los mitla¨¹fer ¡ªesa mayor¨ªa silenciosa que durante el nazismo segu¨ªa la corriente y mir¨® a otro lado, ya fuera por ceguera, oportunismo, estupidez, cobard¨ªa o fascinaci¨®n¡ª mediante el examen del caso concreto de su familia.
El problema, cuenta, es que, perdida la guerra, todos pasaron a sentirse v¨ªctimas, motivo por el cual eran tan renuentes a querer entender por qu¨¦ se apoy¨®, de manera activa o pasiva, a un Gobierno genocida. Solo a finales de los a?os sesenta, empujados por una ola de protestas de j¨®venes que necesitaban romper con esa herencia, se inici¨® un acto de honda contrici¨®n. Si no se mira el pasado con valent¨ªa moral, apunta Schwarz, las democracias se vuelven m¨¢s vulnerables a los extremismos.
Por eso son tan valiosas pel¨ªculas como Longa noite, de Eloy Enciso, ambientada en una Galicia de la posguerra, brumosa, m¨ªtica y goyesca. Al encuentro de un viajero que vuelve a su pueblo natal salen personajes de un pa¨ªs sumido en la larga noche franquista. Sus di¨¢logos componen un collage de textos de nuestra memoria literaria y de cartas de detenidos ¡ªestas aportan un emocionante car¨¢cter documental¡ª, que resuenan con pasmosa actualidad. Reconocemos patrones mentales, miserias, miedos, abusos, recelos ¡ªa veces, tambi¨¦n una admirable dignidad¡ª, que suscitan en el espectador m¨¢s de una sonrisa helada, por haber o¨ªdo en fecha reciente algo parecido en la calle o por televisi¨®n. Filmada con una fotograf¨ªa delicada, los di¨¢logos apuntan a algo que sobrevivi¨® a los due?os de esas palabras: el silencio impuesto con la excusa de que ¡°si queremos avanzar, no debemos remover el pasado¡±. Pretextos que no son sino la antesala de esa amnesia cr¨®nica en la que se olvida incluso el olvido. Imposible que, en ese terreno bald¨ªo, la democracia hunda f¨¦rtilmente sus ra¨ªces. La memoria hist¨®rica es, en esencia, una voluntad de escucha movilizadora.
Marta Reb¨®n es escritora y traductora.
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