La lecci¨®n de los a?os veinte: de la fiesta interminable al auge del populismo
El mundo regresa a unos nuevos a?os veinte con la misma mezcla de esperanza, temor y desconcierto tecnol¨®gico que hace un siglo. ?Qu¨¦ queda del esp¨ªritu de aquella ¨¦poca? ?Qu¨¦ lecciones podemos extraer de aquella d¨¦cada, loca e intensa, durante la que parec¨ªa no existir l¨ªmites?
Los a?os veinte del siglo pasado fueron un momento crucial en la lucha por la libertad en Europa y, a la vez, su mayor derrota. Se alzan como un tiempo de grandes esperanzas ¡ªy grandes juergas¡ª, la ¨¦poca en que la humanidad cre¨ªa haber aprendido la lecci¨®n de la destrucci¨®n total de la I Guerra Mundial y avanzaba hacia el futuro de la mano de la tecnolog¨ªa, confiando en que la sociedad ser¨ªa capaz de dejar atr¨¢s la violencia. Nunca los sue?os fueron tan grandes y las utop¨ªas fueron tan peligrosas como en aquella ¨¦poca en la que nacieron los grandes totalitarismos en medio de un optimismo irrefrenable. Y ahora, casi sin darnos cuenta, en medio de un nuevo aceler¨®n tecnol¨®gico, nos encontramos otra vez en unos a?os veinte. Resulta inevitable preguntarse qu¨¦ queda de todo aquel frenes¨ª, si existen paralelismos con nuestra ¨¦poca y, sobre todo, si podemos extraer lecciones de aquella d¨¦cada, loca e intensa, durante la que parec¨ªa que todo era posible.
En los a?os veinte, Federico Garc¨ªa Lorca visit¨® Nueva York, Charles Lindbergh cruz¨® el Atl¨¢ntico por primera vez en avi¨®n con el Spirit of St. Louis, las pel¨ªculas comenzaron a hablar, y Francis Scott y Zelda Fitzgerald se beb¨ªan el planeta. ¡°Nueva York ten¨ªa toda la iridiscencia del comienzo del mundo¡±, escribi¨® Francis Scott Fitzgerald en El Crack-Up (Capit¨¢n Swing). Las mujeres hab¨ªan logrado el derecho al voto en numerosos pa¨ªses ¡ªla Enmienda 19 de la Constituci¨®n de Estados Unidos se aprob¨® en 1920, aunque las sufragistas ya hab¨ªan vencido en Nueva Zelanda, Canad¨¢ y Austria¡ª. La Rep¨²blica de Weimar proporcion¨® a los alemanes, entre 1919 y 1933, un grado de libertad que en algunos lugares de Europa no se alcanzar¨ªa hasta los noventa. Pero las calles de Berl¨ªn eran tremendamente peligrosas, sacudidas por la pobreza y la violencia pol¨ªtica. Aunque cegados por el resplandor de las fiestas, en Nueva York y Chicago la mafia creci¨® exponencialmente y se mezcl¨® con la pol¨ªtica impulsada por la prohibici¨®n.
¡°Curiosamente, lo que los estadounidenses no ten¨ªan claro era el presente¡±, escribe Bill Bryson en 1927: Un verano que cambi¨® el mundo (RBA). ¡°La I Guerra Mundial hab¨ªa dejado un mundo que la mayor parte de la gente consideraba vac¨ªo, corrupto y depravado¡±. La prohibici¨®n del alcohol solo sirvi¨® para que los g¨¢nsteres se hiciesen m¨¢s fuertes porque el whisky y la ginebra nunca faltaron. Como explica Bryson, ¡°hab¨ªa tanto alcohol que durante una visita a Estados Unidos, el alcalde de Berl¨ªn pregunt¨® al de Nueva York cu¨¢ndo iba a empezar la prohibici¨®n¡±. El historiador Eric Burns ofrece en 1920. The Year That Make The Decade Roar (Pegasus Books) una visi¨®n similar sobre la percepci¨®n que los estadounidenses ten¨ªan de su futuro: ¡°Por primera vez eran optimistas y cre¨ªan que el siglo XX pod¨ªa empezar de una vez sin interferencias y que los ochenta a?os que quedaban por delante iban a ser productivos y provechosos. Sin embargo, tambi¨¦n ten¨ªan miedo y se preguntaban si el tratado alcanzado en Par¨ªs el a?o pasado aguantar¨ªa y les mantendr¨ªa a salvo. Al terminar la Gran Guerra, el compositor franc¨¦s Claude Debussy se lamentaba ante un amigo: ¡®?Cu¨¢ndo se agotar¨¢ todo este odio?¡¯. Y no esperaba una respuesta¡±.
El temor estaba m¨¢s que justificado. Fue la ¨¦poca en que un personaje de aspecto tan rid¨ªculo como amenazante llamado Benito Mussolini dirigi¨® la marcha hacia Roma, la primera gran demostraci¨®n de fuerza del fascismo, con la que lleg¨® al poder. Mientras tanto, en Alemania, un pintor frustrado y charlat¨¢n de cervecer¨ªa, un austriaco llamado Adolf Hitler, entr¨® en la escena pol¨ªtica con un golpe de Estado fracasado, el Putsch de M¨²nich, que dif¨ªcilmente permit¨ªa entrever que, una d¨¦cada m¨¢s tarde, llegar¨ªa al poder, desatar¨ªa la II Guerra Mundial y ordenar¨ªa el mayor crimen de la historia, el Holocausto. En aquellos mismos a?os, un georgiano brutal que se hab¨ªa subido al carro de la revoluci¨®n sovi¨¦tica llamado I¨®sif Vissari¨®novich Dzhugashvili, conocido como I¨®sif Stalin, logr¨® el control total sobre el Partido Comunista de la URSS y convertir¨ªa la vida de millones de personas en un infierno. Todo esto ocurri¨® entre 1922 y 1924, tres a?os en los que se sentaron las bases del mayor mal que se iba a abatir sobre la humanidad. Pero se produc¨ªa mientras se bailaban foxtrot y charlest¨®n y Par¨ªs era una fiesta.
Nunca los sue?os fueron tan grandes y las utop¨ªas fueron tan peligrosas como en aquella ¨¦poca
Las grandes voces que nos llegan desde aquella d¨¦cada contemplan los a?os veinte con esa misma mezcla de optimismo e inquietud. En ¡®Ecos de la Era del Jazz¡¯, un art¨ªculo recogido en El Crack-Up y escrito en noviembre de 1931, las palabras de Francis Scott Fitzgerald resurgen desde la era del jazz y el crash de 1929 para describir unos tiempos que resultan extra?amente cercanos seg¨²n avanza el siglo XXI. ¡°Ahora tenemos apretado el cintur¨®n una vez m¨¢s y ponemos la expresi¨®n de horror adecuada cuando volvemos la vista hacia nuestra desperdiciada juventud. A veces, sin embargo, hay un rumor fantasmal entre los tambores, un susurro asm¨¢tico en los trombones que me devuelve a los primeros a?os veinte, cuando beb¨ªamos alcohol de madera y cada d¨ªa, en todos los aspectos, nos hac¨ªamos mejores y mejores (¡). Y parec¨ªa solo una cuesti¨®n de unos pocos a?os que la gente se hiciera a un lado y dejara que el mundo lo manejaran quienes ve¨ªan las cosas como eran ¡ªy todo eso nos parece rosado y rom¨¢ntico, a nosotros, que entonces ¨¦ramos j¨®venes¡ª porque no sentiremos tan intensamente lo que nos rodea nunca m¨¢s¡±.
Entonces, el mundo se levantaba tambaleante despu¨¦s de la I Guerra Mundial (1914-1918), un conflicto que nadie pod¨ªa haber imaginado hasta que estall¨® ¡ªde hecho, 100 a?os despu¨¦s, los historiadores siguen debatiendo c¨®mo empez¨®¡ª. Afortunadamente, en el siglo XXI, Europa no tiene que reconstruirse desde las ruinas, f¨ªsicas y morales, aunque nunca, desde el final de la II Guerra Mundial, los partidos de ultraderecha han tenido tanta fuerza ni sus discursos racistas tanta aceptaci¨®n. Tampoco el antisemitismo, un odio que refleja que un mal muy peligroso est¨¢ surgiendo en alg¨²n abismo de la sociedad, hab¨ªa estado tan generalizado. No se debe olvidar, como explican los gu¨ªas en la visita al campo de exterminio nazi de Auschwitz, que los genocidios empiezan siempre con palabras.
Los a?os veinte acabaron con una brutal crisis econ¨®mica, el crash de 1929, mientras que el siglo XXI arranc¨® con otra, en 2008, y llega a sus propios a?os veinte recuper¨¢ndose todav¨ªa y pregunt¨¢ndose, con creciente inquietud, cu¨¢ndo llegar¨¢ la siguiente. Los sistemas de seguridad social puestos en marcha en Europa Occidental a partir de 1945 lograron mitigar levemente la pobreza provocada por la abrupta ca¨ªda de los mercados, que arrastr¨® el nivel de vida, pero no fueron suficientes para evitar el sufrimiento de los sectores m¨¢s d¨¦biles de la poblaci¨®n. Las clases medias de pa¨ªses como Portugal, Grecia, Italia o Espa?a sufrieron un dur¨ªsimo castigo. Puede resultar exagerada una comparaci¨®n con lo que ocurri¨® en la Rep¨²blica de Weimar entre 1921 y 1923, cuando una poblaci¨®n hambrienta, lisiada en las trincheras, traumatizada por la guerra, todav¨ªa sacudida por la epidemia de la gripe espa?ola, se enfrent¨® a la hiperinflaci¨®n y a una pobreza devastadora. Sin embargo, las im¨¢genes de los desahucios o de las familias esperando a que se llenen las basuras de los supermercados con alimentos caducados se convirtieron en moneda com¨²n. Para porcentajes demasiado elevados de la poblaci¨®n resultaba imposible llegar a fin de mes, y el hambre y la calle eran amenazas reales. Tal vez no tengamos ej¨¦rcitos de pobres como los que poblaban Berl¨ªn en los primeros a?os veinte, pero s¨ª tenemos nubes de riders, j¨®venes que recorren en bicicleta las grandes ciudades haciendo recados mal pagados, con una nula esperanza de lograr a corto plazo una seguridad laboral y, por lo tanto, vital.
A¨²n m¨¢s importante incluso que la I Guerra Mundial, la Revoluci¨®n Rusa, que estall¨® en 1917, marc¨® los destinos de lo que iba a ocurrir durante los a?os veinte, entonces como ahora. Uno de cada cinco habitantes de la tierra vive en la actualidad sometido a una dictadura comunista que, curiosamente, ha aceptado el capitalismo en lo econ¨®mico, pero aplica t¨¦cnicas brutales de control social. Se trata de un r¨¦gimen implacable que se apoya adem¨¢s en nuevas tecnolog¨ªas, como el reconocimiento facial, que han crecido de manera exponencial mientras mir¨¢bamos hacia otro lado o, mejor dicho, permanec¨ªamos con los ojos clavados en la pantalla del m¨®vil. ¡°La Revoluci¨®n Rusa desencaden¨® un vasto experimento de ingenier¨ªa social, quiz¨¢s el mayor de la historia de la humanidad¡±, escribe el historiador brit¨¢nico Orlando Figes en La Revoluci¨®n Rusa 1891-1924 (Edhasa). Un experimento que, como demuestran los campos de concentraci¨®n en los que est¨¢n siendo internados cientos de miles de musulmanes en China, los uigures, no ha terminado todav¨ªa. Un reciente informe de la consultora tecnol¨®gica IHS Markit calculaba que en 2021 habr¨¢ 1.000 millones de c¨¢maras de vigilancia en todo el mundo, la mayor¨ªa de ellas en China. Estas c¨¢maras, que permiten observar, archivar y estudiar los movimientos de cualquier ciudadano, est¨¢n dopadas por unos sistemas de reconocimiento facial cada vez m¨¢s sofisticados y por los avances en big data, la capacidad para procesar enormes cantidades de informaci¨®n en muy poco tiempo.
Fueron precisamente aquellos felices a?os veinte durante los que el fascismo y el nazismo cautivaron a la sociedad
Los a?os veinte cabalgaron tambi¨¦n impulsados por una revoluci¨®n tecnol¨®gica irrefrenable: coches, aviones, transportes p¨²blicos, cines, radios, luces el¨¦ctricas, inventadas a caballo entre el siglo XIX y el XX, se asentaban en la sociedad. Al igual que ocurre en el siglo XXI, las tecnolog¨ªas m¨¢s influyentes y revolucionarias vienen del pasado, como los m¨®viles o la rob¨®tica, por no hablar de los efectos de la industrializaci¨®n en el cambio clim¨¢tico, pero se ciernen sobre el futuro. El gran cineasta Jean Renoir traz¨® una foto maravillosa de c¨®mo era el mundo justo antes de los a?os veinte, cuando escribi¨® un precioso retrato de su padre, el pintor Pierre-Auguste Renoir, cuyos cuadros identificamos sobre todo con el siglo XIX. Renoir, mi padre (Alba) representa uno de los mejores retratos que se han hecho de los a?os anteriores a la gran transformaci¨®n del siglo pasado. ¡°Muri¨® en 1919¡±, escribe el director de La gran ilusi¨®n y La regla del juego. ¡°Cuatro a?os antes hab¨ªa pasado mi examen de piloto en la aviaci¨®n. Hab¨ªamos conocido los bombardeos a¨¦reos, el gas asfixiante. El campo hab¨ªa comenzado a vaciarse hacia las ciudades; los suburbios de Par¨ªs ya eran el horror que conocemos. Los obreros trabajaban en las f¨¢bricas. Las verduras que se consum¨ªan en Par¨ªs ven¨ªan del Midi, incluso de Argelia. Ten¨ªamos un coche. Renoir ten¨ªa tel¨¦fono. Hab¨ªa sido operado y anestesiado. A los franceses les apasionaba el f¨²tbol. Se hab¨ªa producido la revoluci¨®n comunista. Exist¨ªa el antisemitismo. Ten¨ªamos un proyector. El divorcio exist¨ªa. Habl¨¢bamos del derecho de autodeterminaci¨®n de los pueblos. El problema del petr¨®leo dominaba el mundo. Las mujeres se dejaban el pelo corto. Exist¨ªa el impuesto sobre la renta. Los pasaportes se hab¨ªan convertido en obligatorios. Las carreteras estaban asfaltadas. Nuestra casa ten¨ªa calefacci¨®n central, agua fr¨ªa y agua caliente, gas, electricidad, cuartos de ba?o¡±.
Sin embargo, se trata de inventos que identificamos con la d¨¦cada de los veinte porque fue entonces cuando se apoderaron de la vida cotidiana. En 1912, por ejemplo, solo el 12% de los hogares de EE UU ten¨ªa electricidad; en 1925, dos tercios dispon¨ªan de luz y, por lo tanto, de la posibilidad de albergar neveras, lavadoras o radios. Al igual que el cine, la radio se invent¨® a finales del siglo XIX, pero su expansi¨®n se produjo en este periodo. El 2 de noviembre de 1920 se transmitieron por primera vez en vivo los resultados de las elecciones presidenciales. ¡°Los a?os entre la I Guerra Mundial y la Gran Depresi¨®n fueron un periodo de excitaci¨®n, movimiento y una nueva, m¨¢s r¨¢pida, forma de vivir¡±, escribe Marcia Amidon Lusted en el libro The Roaring Twenties. Discover The Era Of Prohibition, Flappers And Jazz (Nomad Press). ¡°Fue el principio de la vida moderna, de las invenciones modernas y del nacimiento de la cultura popular, de una forma que los estadounidenses nunca hab¨ªan experimentado antes¡±. Jean Renoir resum¨ªa as¨ª la creciente confianza en la tecnolog¨ªa: ¡°?bamos a pasar de la civilizaci¨®n de la mano a la civilizaci¨®n del cerebro¡±.
Stefan Zweig, uno de los escritores m¨¢s l¨²cidos del siglo XX y uno de los novelistas m¨¢s le¨ªdos en los a?os veinte del siglo pasado, pero tambi¨¦n de este, recuerda as¨ª aquella ¨¦poca en sus memorias, El mundo de ayer (Acantilado): ¡°La d¨¦cada de 1924 a 1933 ¡ªsiempre la recordar¨¦ con gratitud¡ª fue una ¨¦poca relativamente tranquila para Europa, antes de que aquel hombre pusiese nuestro mundo patas arriba. Precisamente porque hab¨ªa sufrido tantas conmociones, nuestra generaci¨®n recibi¨® la paz relativa como un regalo inesperado. Todos ten¨ªamos la sensaci¨®n de que ¨ªbamos a recuperar la felicidad, la libertad y la concentraci¨®n espiritual que los a?os nefastos de la guerra y de la posguerra hab¨ªan arrebatado a nuestras vidas¡±. Sin embargo, fueron precisamente aquellos felices a?os veinte durante los que el fascismo y el nazismo supieron cautivar a la sociedad. Por muchas memorias que se lean de testigos de aquella ¨¦poca, sigue siendo espeluznante, por ejemplo, que la mayor¨ªa de los jud¨ªos europeos no viesen la que se les ven¨ªa encima. Como en aquella escena de la pel¨ªcula Cabaret en la que despu¨¦s de que los nazis organizasen un acto impresionante en un parque, uno de los personajes sostiene: ¡°Los utilizaremos para librarnos de los comunistas, pero luego nos libraremos de ellos¡±.
Los a?os veinte del siglo XX representan sobre todo un recordatorio de la fragilidad de la democracia y de c¨®mo la libertad puede retroceder cuando las fuerzas pol¨ªticas se olvidan de defenderla d¨ªa a d¨ªa. Tambi¨¦n sirven para medir las consecuencias del odio, cuando se manipula y fomenta, como ocurri¨® con el antisemitismo no solo en Alemania, sino en toda Europa. Y este horror puede crecer incluso dentro de una sociedad desbordada por la creatividad. Los a?os veinte vivieron el estallido cultural de la Rep¨²blica de Weimar; vieron c¨®mo se formaba en Espa?a la generaci¨®n del 27, el grupo po¨¦tico m¨¢s importante desde el siglo XVI, cuyos representantes ¡ªGarc¨ªa Lorca, Cernuda, Aleixandre, Alberti¡¡ª seguimos leyendo y admirando. Fueron asimismo los a?os de la generaci¨®n perdida, novelistas estadounidenses que nunca dejamos de leer. Y tambi¨¦n son un ejemplo de c¨®mo la tecnolog¨ªa puede transformar la sociedad en sus m¨¢s peque?os detalles.
Cien a?os despu¨¦s de haber sido escrito, El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald, sigue hablando del presente. As¨ª acaba la novela que mejor define aquella ¨¦poca: ¡°Gatsby cre¨ªa en la luz verde, en el orgi¨¢stico futuro que a?o tras a?o retrocede delante de nosotros. Se nos escapa en el momento presente, pero ?qu¨¦ importa!; ma?ana correremos m¨¢s deprisa, nuestros brazos extendidos llegar¨¢n m¨¢s lejos¡ Y una hermosa ma?ana¡ Y as¨ª seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados incesantemente hacia el pasado¡±. Los que vivieron aquello no pod¨ªan saber que se encaminaban hacia el desastre, hacia el Holocausto, la guerra civil espa?ola, las Grandes Purgas sovi¨¦ticas y la II Guerra Mundial. Los m¨¢s l¨²cidos pudieron intuirlo, sin duda, pero no exist¨ªa ninguna certeza. Los habitantes de los a?os veinte del siglo XXI sabemos, con todos los datos que la ciencia es capaz de proporcionarnos, que nos encaminamos hacia el desastre clim¨¢tico y somos precisamente los que vivimos en este periodo la ¨²ltima generaci¨®n que puede evitarlo. Ojal¨¢ no se cumpla la profec¨ªa de Gatsby y, un siglo despu¨¦s, la corriente no nos arrastre hacia el pasado y los a?os veinte sean, efectivamente, la era en que todo sea posible, en que el futuro pertenezca a los que ven las cosas como son.
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