La madre de las elecciones
En 1950, cuando la radio era el medio dominante, la brit¨¢nica Grace Wyndham Goldie se invent¨® la primera cobertura televisiva de unos comicios.
NO SOLO ERA mujer; ten¨ªa, adem¨¢s, ese acento escoc¨¦s lleno de erres y vocales raras, y algunos de sus colegas, tan hombres, tan ingleses, la miraban con esa mezcla de sorpresa y desprecio que solo se aprende, con cierto esfuerzo, en Oxford o en Cambridge. Pero ella tambi¨¦n hab¨ªa estudiado filosof¨ªa por all¨ª, y eso la hac¨ªa m¨¢s extra?a todav¨ªa.
Grace Wyndham Goldie se llamaba as¨ª porque se hab¨ªa casado con un actor que se llamaba as¨ª. Antes, al nacer, en 1900 y en un pueblo de Escocia, se hab¨ªa llamado Grace Murrell Nisbet; su padre era un ingeniero colonial que la llev¨® a vivir en Egipto y estudiar en Alejandr¨ªa; despu¨¦s volvi¨®, estudi¨® m¨¢s, se cas¨®, ense?¨® historia, empez¨® a escribir ¡ªpor casualidad¡ª columnas en la revista de la BBC y, de all¨ª, salt¨® a la radio y, por fin, a la televisi¨®n. Ya ten¨ªa m¨¢s de 40 a?os.
La tele, en esos d¨ªas iniciales, era el hermanito bobo de la radio. En 1947 la radiodifusi¨®n brit¨¢nica llegaba a decenas de millones; la televisi¨®n, a unas 20.000 casas de Londres. Pero se desarrollaba r¨¢pido, cada vez m¨¢s personas pod¨ªan comprarse un aparato y hab¨ªa que llenarlos. Aun as¨ª, cuando se lo ofrecieron, la se?ora Wyndham dud¨® mucho: ¡°Entonces, la radio era la figura paterna, bien establecida y responsable; la televisi¨®n era el adolescente extravagante y pesado¡±, escribir¨ªa despu¨¦s. Pero la tent¨® la evidencia de que all¨ª nada estaba hecho, todo por hacerse: que podr¨ªa inventar. Y esa noche invent¨®.
El 23 de febrero de 1950, el Reino Unido se jugaba otra vez su destino en unas elecciones. Tras la guerra, los laboristas de Clement Atlee hab¨ªan desplazado al gran h¨¦roe b¨¦lico, sir Winston Churchill, y dedicado esos cinco a?os a nacionalizar los ferrocarriles, la miner¨ªa, la salud y el Banco de Inglaterra; quer¨ªan seguir, pero los conservadores amenazaban con ganarles el Gobierno. En esos d¨ªas, una elecci¨®n era algo que los ciudadanos pod¨ªan seguir, si acaso, con dificultades, por la radio. Wynd?ham pens¨® que ya era tiempo de que la televisi¨®n se ocupara de eso ¡ªy que no hab¨ªa mejor medio para mostrar cifras, mapas, debates, esquemas, opiniones: para contarlo como nadie. Nadie, antes, en ning¨²n lugar del mundo, lo hab¨ªa hecho.
El programa se anunci¨® para las 21.00. Habitualmente las emisiones terminaban a las 22.30 pero esa noche, avisaron, durar¨ªan un poco m¨¢s ¡ªaunque los ingenieros pronosticaron que los transmisores explotar¨ªan por el esfuerzo. Sin embargo, todo flu¨ªa: un presentador anunciaba cifras y noticias, tres expertos comentaban y una conexi¨®n con el centro electoral agregaba resultados en directo. ¡°Nadie, ni siquiera aquellos l¨ªderes cuyo futuro depend¨ªa de los resultados, supo qu¨¦ pasaba antes que un pastor en las Highlands o un ama de casa en Islington. El privilegio de unos pocos volvi¨® a ser ampliado a muchos¡±, escribir¨ªa Wynd?ham a?os despu¨¦s. El programa termin¨® a eso de las dos de la madrugada: los laboristas segu¨ªan gobernando Inglaterra y ella hab¨ªa inventado algo ¡ªy aumentado la tasa general de democracia.
Wyndham era, seg¨²n uno de sus colaboradores, ¡°como un pajarito, una mujer peque?a con una cara muy bien dibujada, una mente afilada y mucho encanto¡± ¡ªque ten¨ªa asustados a todos. Muchos dijeron que deber¨ªa haber dirigido la BBC, pero era una mujer y ese mundo ¡ªsu mundo¡ª no estaba preparado para eso. Se retir¨® a sus 65 y vivi¨® 20 a?os m¨¢s, escribiendo, recordando, aburri¨¦ndose.
Ahora, lo que queda de ella es un fondo de caridad, una gran foto en la entrada del palacio londinense donde hac¨ªa sus programas y el hecho de que las elecciones son, en todo el mundo, algo que sucede en las pantallas de los televisores. Es curioso cuando nos enteramos de que algo que ya parece natural fue el invento de alguien; es un gusto descubrir que ese alguien fue la m¨¢s inesperada, la que s¨ª era distinta. Suele suceder.?
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