Las v¨¢lvulas del Gobierno de coalici¨®n
El acuerdo entre PSOE y UP, junto con la comisi¨®n de seguimiento, ser¨¢n fundamentales para la coordinaci¨®n del Ejecutivo
El combustible de la democracia representativa es la confianza. Los ciudadanos votan a unos diputados, en los que conf¨ªan, para que en la investidura den su confianza a un presidente del Gobierno que, a su vez, confiar¨¢ en unos ministros para llevar adelante su programa. Una cadena de delegaci¨®n sobre la que se constituye el sistema parlamentario.
En este ¨²ltimo punto de la cadena hay dos grandes retos que siempre debe encarar un presidente. De un lado, el problema de selecci¨®n adversa. Uno nunca sabe del todo en si una persona es la adecuada para el cargo porque nunca se tiene informaci¨®n completa. Solo cuando la haya nombrado podr¨¢ ver su desempe?o real en el puesto. Del otro lado, el problema de azar moral. Al fin al cabo, los ministros podr¨ªan querer utilizar sus carteras para impulsar sus agendas pol¨ªticas propias, no necesariamente alineadas con la del Gobierno en su conjunto.
Estos dos problemas se dan en todos los Gobiernos y, casi podr¨ªa decirse, en cualquier organizaci¨®n que requiera seleccionar personal. Sin embargo, el ¨²ltimo de ellos, el riesgo de azar moral, es particularmente importante en los Gobiernos de coalici¨®n.
La raz¨®n para esto es sencilla. Cuando hay un solo partido en el Ejecutivo, el presidente, que tambi¨¦n es l¨ªder del partido, tiene mecanismos para disciplinar a los ministros. No es solo que los pueda cesar, tambi¨¦n puede truncar su carrera pol¨ªtica y acabar con su promoci¨®n interna. Adem¨¢s, habiendo un solo partido y viniendo el ministro y presidente de la misma organizaci¨®n, comparten cierta cultura pol¨ªtica, lo que puede hacerlos m¨¢s afines a la hora de solucionar discrepancias.
Por el contrario, en los Gobiernos de coalici¨®n, los ministros de cada partido deben su carrera pol¨ªtica a liderazgos diferentes dentro del Gabinete. En consecuencia, hay m¨¢s riesgo de que los miembros de cada socio hagan la guerra por su cuenta, centrados m¨¢s en los intereses de su partido que en el conjunto. Adem¨¢s, que el presidente los pueda cesar sin acuerdo implicar¨ªa una crisis que puede llevarse por delante al Ejecutivo, as¨ª que no es tan f¨¢cil que pueda recurrir a un golpe sobre la mesa.
El actual Gobierno de coalici¨®n minoritaria entre PSOE y Unidas Podemos, es cierto, tendr¨¢ apoyos parlamentarios complicados. Sin embargo, aunque se ha hablado mucho de eso, menos se ha tratado este primer c¨ªrculo de dificultades a vencer dentro del Gabinete. Es en este punto donde hay que girarse hacia el acuerdo de gobierno, la verdadera piedra de toque del Ejecutivo.
Los acuerdos de gobierno suelen tener tres patas; el acuerdo de pol¨ªticas, el reparto de carteras/cargos y las reglas de procedimiento o mecanismos de control. Los tres elementos han estado sobre la mesa, pues se pact¨® todo en paralelo. Es m¨¢s, el verdadero programa de gobierno es dicho acuerdo, y como tal debe fiscalizarse por la opini¨®n p¨²blica y publicada. Ahora bien, si por algo son ¨²tiles estos acuerdos es porque, aunque no son contratos, s¨ª fijan aquello que los ministros se comprometen a hacer en sus carteras. Adem¨¢s, al ser p¨²blicos, establecen puntos de referencia que, de incumplirse por una de las partes, pasan factura ante electores y opini¨®n p¨²blica. Por tanto, acotan el riesgo de tener a ministros d¨ªscolos.
La literatura tradicional se sol¨ªa centrar en su extensi¨®n: cuanta m¨¢s desconfianza entre los socios, m¨¢s largos y detallados tend¨ªan a ser los acuerdos. Sin embargo, visiones m¨¢s refinadas apuntan que su forma depende esencialmente de dos cosas. Primero, que cuanta m¨¢s discrepancia haya entre los socios por un tema, m¨¢s probable es que se extiendan sobre ello en el acuerdo. Es decir, que se busque atar m¨¢s de manos al socio. Por el contrario, de no haberlas, se har¨¢n alusiones ambiguas, dejando por tanto m¨¢s manos libres a los ministros del ramo. Y segundo, que cuanto m¨¢s diferente sea la importancia que les da a cada tema los socios del Gobierno, menos riesgo de conflicto, luego tambi¨¦n menos atenci¨®n se le prestar¨¢ en el acuerdo.
En todo caso, aunque a¨²n no conocemos la estructura del Gobierno, y esto ser¨¢ clave para ver sus prioridades y ordenaci¨®n, s¨ª se ha hecho p¨²blico el mecanismo de garant¨ªas del acuerdo. Un mecanismo que, a grandes rasgos, integra una comisi¨®n de control ejecutivo-parlamentaria, asegura la unidad de acci¨®n para proyectos de ley y presupuestos y fija mecanismos de seguimiento, comunicaci¨®n y tratamiento de discrepancias. Un aspecto fundamental para que cualquier Gobierno de coalici¨®n pueda arrancar con un m¨ªnimo de garant¨ªas.
De nuevo, seg¨²n este protocolo, el acuerdo de gobierno es el centro sobre el que se desarrollar¨¢ la acci¨®n de los grupos parlamentarios. Sobre lo expl¨ªcito, deber¨¢ haber coordinaci¨®n. Sobre lo impl¨ªcito, deber¨¢ haber comunicaci¨®n. No es, por tanto, casualidad, que cuando hay Gobiernos de coalici¨®n tambi¨¦n el Parlamento se vuelva central. El legislativo se convierte una pata central para la acci¨®n del Gobierno, impulsar su agenda legislativa e, incluso, una segunda mesa de gesti¨®n de desacuerdos fuera de La Moncloa.
En suma, dos de los tres elementos que articular¨¢n el futuro Ejecutivo ya son conocidos. Por supuesto, un Gobierno que ver¨¢ su programa cumplido seg¨²n las alianzas que pueda necesitar por encima de los 155 diputados de los que dispone, pero que ha vuelto a Espa?a m¨¢s parecida a los pa¨ªses de nuestro entorno. Su gran prueba de fuego, cuando conozcamos la estructura definitiva, los Presupuestos Generales del Estado.
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