Aldeanismo madrile?o
El uso de la f¨®rmula 'un tal' o 'una tal' desde la capital hace pensar que fuera de sus fronteras todo pertenece a un rango menor
Cualquiera pudo o¨ªr en alguna emisora que el Gobierno designaba para dirigir la Guardia Civil ¡°a una tal G¨¢mez¡±. Esa f¨®rmula se ha convertido en un recurso bastante manoseado para ningunear nombramientos, por supuesto siempre que lo haga el partido rival. La primera vez que apareci¨® en un titular, cuando El Mundo editorializ¨® en enero de 1992 sobre el nombramiento de ¡°un tal Gri?¨¢n¡± para el Ministerio de Sanidad, tuvo el impacto ir¨®nico de lo inesperado, pero ya descubr¨ªa un segundo plano: desde Madrid se pod¨ªa utilizar esa forma despectiva, como ha seguido ocurriendo, ante nombramientos procedentes de la periferia, como si ese desconocimiento fuese responsabilidad del nombrado y no del periodista. Es obvio que en la capital tambi¨¦n se puede pecar de aldeanismo, y se dir¨ªa que especialmente en este ¡°poblach¨®n manchego¡±, algo que lo mismo se le atribuye a Quevedo que a Mesonero Romanos o Azor¨ªn o Umbral ¡ªtambi¨¦n Aza?a, que lo llam¨® ¡°lugar¨®n¡±, o Cela¡ª compartieron esa idea m¨¢s de una vez.
En esa f¨®rmula capitalina late un aldeanismo cong¨¦nito, como si m¨¢s all¨¢ del entorno de Madrid todo perteneciera a un rango menor, y justificase eso de ¡°un tal¡± o ¡°una tal¡±. Gri?¨¢n por entonces era miembro del Gobierno de la mayor comunidad espa?ola, y hab¨ªa ejercido de viceconsejero desde el primer gabinete andaluz. El titular evidenciaba ¡ªpor ingenioso que resultase¡ª una patolog¨ªa de mayor enjundia. Aquel tratamiento al nuevo ministro es algo que no hubiera hecho con un consejero de Madrid, aunque no tuviese cuarto y mitad de la entidad de Gri?¨¢n, o incluso con un concejal del Ayuntamiento. Ah¨ª se delataba la miop¨ªa cerril que hab¨ªa y hay detr¨¢s. El viejo humorista ?lvaro de Laiglesia distingui¨® los pecados provinciales de los pecados capitales, y ¨¦ste es un pecado capital: actuar desde Madrid como si lo que hay m¨¢s all¨¢ fuese territorio de segunda.
Este asunto, m¨¢s all¨¢ de la groser¨ªa tocha de reducir a alguien a ¡°un tal¡± o ¡°una tal¡±, remite a un efecto colateral del Estado de las Autonom¨ªas. La federalizaci¨®n ha llevado a la parcelaci¨®n informativa: los espa?oles se desconocen entre s¨ª. Los gallegos saben lo que sucede en Galicia pero no en Murcia si no sale en los medios nacionales; como los andaluces no saben qu¨¦ sucede en Arag¨®n o los riojanos en Extremadura; de modo que el nexo es Madrid con su visi¨®n a menudo corta de Espa?a. Desconocer la inmensa riqueza del pa¨ªs ¡ªtambi¨¦n en t¨¦rminos de talento¡ª es responsabilidad de quien lo desconoce. Y es algo que admiti¨® The New York Times al auditar sus est¨¢ndares period¨ªsticos tras el esc¨¢ndalo de Jayson Blair: ignorar la realidad diversa del pa¨ªs, focaliz¨¢ndose demasiado en Washington, Nueva York y las grandes urbes. Sucede as¨ª, y es un defecto del periodismo. Pero exhibir el desconocimiento como una gracieta, en lugar de una limitaci¨®n, es de un pavoneo cerril.
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