Lecciones de Turingia
La disculpa de Merkel habla de una actitud ¨¦tica que prioriza la defensa de lo com¨²n, la democracia, frente al inter¨¦s partidista de la pura ostentaci¨®n de poder
El se¨ªsmo por la elecci¨®n como presidente del Land de Turingia del candidato liberal con los votos de la CDU y la ultraderechista AfD nos obliga, en cierto modo, a mirar hacia nuestras derechas. Las comparaciones, por supuesto, son odiosas, y la ejemplar reacci¨®n de Angela Merkel (fue un ¡°error imperdonable¡±, dijo) contrasta con el elocuente ¡°no vamos a tejer ning¨²n cord¨®n sanitario frente a partidos constitucionalistas como Vox¡± de Casado. Sobran m¨¢s comentarios. A veces, los hechos proyectan valores por s¨ª solos: lo llamamos ejemplaridad y se da en muchos ¨¢mbitos de la vida. En el arte, por ejemplo, la belleza puede aparecer cuando el ideal coincide con la muestra, algo que tambi¨¦n sucede en pol¨ªtica, cuando el mundo que habitamos reproduce ese ideal al que nos gustar¨ªa parecernos; cuando lo que es coincide con lo que debe ser.
Desde ah¨ª debemos pensar las palabras de Merkel, pues ese ¡°error imperdonable¡± expresa un determinado sentido de la democracia, quiz¨¢ el m¨¢s amenazado y necesitado de defensa. Contrasta con los tiempos que corren, cuando lo que impera es creer que la democracia va de suyo, como si olvid¨¢semos que ¡°el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la ma?ana¡±, seg¨²n nos advierte Margaret Atwood en El cuento de la criada. Porque ese barco que llamamos ¡°el mundo libre¡± ha cambiado ya de rumbo: ni sentimos que la democracia est¨¦ amenazada ni que sea un sistema por el cual merezca la pena luchar. Esta merma en nuestro apego democr¨¢tico hace estragos en pa¨ªses como Estados Unidos, y algunos afirman que la sociedad, con los j¨®venes a la cabeza, se muestra cada vez m¨¢s abierta a alternativas autoritarias.
La disculpa de Merkel habla de una actitud ¨¦tica que prioriza la defensa de lo com¨²n, la democracia, frente al inter¨¦s partidista de la pura ostentaci¨®n de poder; lo contrario, sin ir m¨¢s lejos, de lo visto en el cierre en falso del impeachment estadounidense. El ejercicio de cinismo y genuflexi¨®n partisano del viejo republicanismo ¡ªcon la honrosa excepci¨®n de Romney¡ª muestra a un Grand Old Party que vende su alma a cambio de poder. Ahora que, en Europa, asoma de nuevo la competencia descarnada entre potencias, cuando nuestra narrativa exterior vira hacia el modelo del capitalismo asi¨¢tico (hablando de intereses, lenguaje de la fuerza o pura eficiencia), conviene recordar que la democracia, nuestra democracia, es una idea puramente normativa, basada precisamente en valores. As¨ª la explicaron los cl¨¢sicos, desde Arist¨®teles hasta Rawls, y es lo que nos ha definido hasta la fecha. Y aunque debamos adaptarnos a la hostilidad de los nuevos escenarios, no por ello hemos de arrojar al agua nuestra br¨²jula ¨¦tica, pues sin ella navegaremos sin rumbo, abandonados del todo al rugir de la tormenta.
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