Conjugando el verbo ¡®dulcinear¡¯
La pasi¨®n es como esas sombras que uno hace con sus manos sobre la pared. Si apagas la luz, las sombras desaparecen
HAY UN PROGRAMA de televisi¨®n titulado Catfish (un nuevo t¨¦rmino ingl¨¦s que significa impostor digital) que consiste en investigar y desvelar la verdadera identidad de aquellas personas que se hacen pasar por otras en las redes sociales. Lo he mirado por encima tres o cuatro veces, y en todas las ocasiones se trataba de un asunto amoroso. El ¨²ltimo que he visto me ha dejado pasmada: una estadounidense de 39 a?os con una hija de 18 se escribe durante nueve meses con un tipo de 27 (¡°pero muy maduro para su edad¡±) que vive en otro Estado. Del chico s¨®lo conoce cinco fotos (est¨¢, obviamente, muy macizo) y durante todo este tiempo no ha conseguido verse con ¨¦l por Internet (alega que tiene la c¨¢mara rota) ni quedar en alg¨²n lugar intermedio entre sus ciudades. Eso s¨ª, se han escrito much¨ªsimo, han conversado por tel¨¦fono, sin duda han hecho sexo de voz o de texto, han hablado de casarse y est¨¢n al parecer enamorad¨ªsimos. ¡°Nunca he querido tanto a un hombre en toda mi vida; nunca me he entendido con alguien tan bien¡±, dice la incauta.
Es su hija quien, sin la ceguera de la pasi¨®n, considera que la relaci¨®n es muy sospechosa y avisa al programa. La investigaci¨®n demuestra que el supuesto bomb¨®n es en realidad una chica poco agradable de 31 a?os, lesbiana y con antecedentes penales. Hay un cara a cara entre las dos, y se dir¨ªa que la catfish tambi¨¦n se ha autoenga?ado: manten¨ªa la esperanza de que su v¨ªctima se acabara enamorando de ella. Pero la mujer queda comprensiblemente devastada y sale corriendo (adem¨¢s es heterosexual).
Supongo que les costar¨¢ creerme, pero la v¨ªctima no parec¨ªa una tonta; simplemente estaba muy necesitada. Qu¨¦ f¨¢cil es enga?ar a un coraz¨®n enamorado. O mejor dicho: con qu¨¦ facilidad un coraz¨®n ansioso de enamorarse logra enga?ar a su due?o. En realidad la protagonista del documental se estaf¨® a s¨ª misma.
La pasi¨®n es as¨ª, una quimera. Cuanto m¨¢s apasionada sea una persona, m¨¢s distancia guarda su amor ilusorio con la realidad. Cervantes, que ya lo ha escrito todo, nos muestra la ridiculez de esos espejismos cuando habla de la chaladura de Don Quijote por su inexistente Dulcinea, un ser inventado por ¨¦l a partir de una campesina vecina, Aldonza Lorenzo. En realidad todos dulcineamos un poco o un mucho al enamorarnos, como la protagonista de Cat?fish. Ya lo dec¨ªa Plat¨®n: amar es dar lo que no se tiene a quien no es. Lo que no se tiene, porque en el irrefrenable impulso de conquista nos mostramos adornados de virtudes, desplegamos colas de pavo real que no son nuestras, fingimos ser mejores de lo que somos. Y a quien no es, porque el zapateado del cortejo se lo estamos haciendo a la Dulcinea que nos hemos inventado, no al individuo aut¨¦ntico, ese ser real que nos empe?amos en no ver.
Por eso las pasiones prosperan cual hongos al amparo del desconocimiento del otro. Ahora, con la invisibilidad de las redes; pero antes, en tiempos m¨¢s convencionales, por ejemplo, tambi¨¦n por la distancia en los noviazgos: esas parejas que no se conoc¨ªan sexualmente antes de casarse y que viv¨ªan unas relaciones prematrimoniales muy formales fueron causa y origen de muchas fantas¨ªas y desenga?os. Por no hablar, claro est¨¢, de las relaciones epistolares, un perfecto caldo de cultivo de la pasi¨®n inventada. Como la historia de la escritora estadounidense Helene Hanff (1916-1997), que se escribi¨® durante 20 a?os con Frank Doel, un librero de Londres; empez¨® compr¨¢ndole libros y terminaron dulcineando dulcemente. Hanff nunca se atrevi¨® a conocerle personalmente; para cuando estaba empezando a reunir el valor, Doel se muri¨® (probablemente hizo bien en no verle: que la realidad no te estropee una buena pasi¨®n). Las cartas est¨¢n publicadas en un librito delicioso, 84, Charing Cross Road, la direcci¨®n de la librer¨ªa.
La pasi¨®n, en fin, es como esas sombras chinescas que uno hace con sus manos sobre la pared. Si apagas la luz (el t¨®rrido foco de tu imaginaci¨®n), las sombras desaparecen. Y as¨ª, amados de anta?o cuya ruptura con ellos fue un cataclismo, pueden parecerte hoy perfectos desconocidos sin un ¨¢tomo de encanto en su interior. Dulcinear sin freno es lo que tiene (yo estoy intentando quitarme).
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