La doctrina de la vida saludable
El ciudadano tiene que elegir entre esa ¡®vida alta¡¯ y la ¡®hibernaci¨®n¡¯que nos procurar¨¢ una vida larga
Tique es una divinidad que nos sugiere, a los habitantes del mundo industrializado del siglo XXI, que frente al azar y la fortuna estamos tan desamparados como los antiguos griegos, que la concibieron hace miles de a?os. Tique es una mujer que juega nerviosamente con una peque?a pelota; m¨¢s que un personaje mitol¨®gico es una abstracci¨®n y en algunas representaciones tiene alas y es muy joven, casi una ni?a, y a veces lleva un cetro y una venda que le cubre los ojos. Tique no mira, a causa de la venda o porque va distra¨ªda jugando con la pelota, dos circunstancias de especial gravedad en ella porque su quehacer es distribuir el azar entre las personas, cosa que hace, como queda claro, de forma irresponsable: sin atender a qui¨¦n favorece y a qui¨¦n condena. Tique era la representaci¨®n del azar en la antigua Grecia y har¨ªamos bien en conservarla para que no se nos olvide que en este siglo nuestro, tan lleno de seguridades y de portentos tecnol¨®gicos, esta ni?a irresponsable sigue disponiendo de nuestra suerte.
Pens¨¦ en Tique, hace unos d¨ªas, cuando le¨ªa un viejo art¨ªculo, de llamativa actualidad, que escribi¨® Jos¨¦ Ortega y Gasset hace casi 100 a?os; el fil¨®sofo se quejaba ah¨ª de la obsesi¨®n por la vida saludable que observaban sus contempor¨¢neos. Resulta que esta obsesi¨®n que parece tan nuestra, tan del siglo XXI, la de mantenerse en forma haciendo ejercicio, comiendo productos saludables y rehuyendo los excesos y los vicios, viene de lejos, de un siglo atr¨¢s cuando menos, aunque entonces la doctrina de la vida sana no era tan invasiva porque ten¨ªa menos canales para difundirse; no exist¨ªa la Red, que todo lo viraliza, no hab¨ªa ni siquiera televisi¨®n.
Argumentar en contra de la vida saludable ser¨ªa una insensatez, como es tambi¨¦n insensato confiar la longitud de nuestra vida a un r¨¦gimen y a unos h¨¢bitos, sin tomar en cuenta a Tique, esa ni?a irresponsable que, como bien sab¨ªan los antiguos griegos, tiene la ¨²ltima palabra.
Al parecer esta obsesi¨®n por llevar una vida sana que nos prolongue la existencia es una cosa c¨ªclica, que reaparece despu¨¦s de un periodo de tolerancia hacia el hedonismo, como ser¨ªa el caso de nuestro tiempo: todo ese sibaritismo, esa voluptuosidad, esa condescendencia frente a los vicios y el placer que articul¨® a la sociedad occidental buena parte de la segunda d¨¦cada del siglo XX, ha desembocado en la vida saludable del siglo XXI. Ya el poeta Walt Whitman hac¨ªa notar este ir y venir de la doctrina de la vida saludable, en una serie de art¨ªculos que escribi¨® a mediados del siglo XIX. Cabr¨ªa preguntarse: ese entusiasmo por la vida saludable ?es de verdad una idea nuestra o se trata de una moda que ha sido inducida, impuesta, por el esp¨ªritu conservador de nuestro siglo? ¡°La moral de la modernidad ha cultivado una arbitraria sensibler¨ªa en virtud de la cual todo era preferible a morir¡±, escribe Ortega en 1925, y luego a?ade: ¡°Por otra parte, el valor supremo de la vida ¡ªcomo el valor de la moneda consiste en gastarla¡ª est¨¢ en perderla a tiempo y con gracia¡±.
Ante ese panorama de gente obsesionada por alargar su vida a partir de rutinas saludables, el fil¨®sofo se pregunta: ¡°?Va a ser nuestro ideal la organizaci¨®n del planeta como un inmenso hospital y una gigantesca cl¨ªnica?¡±.
En este siglo nuestro, al inmenso hospital y a la gigantesca cl¨ªnica, tendr¨ªamos que a?adir el resto de establecimientos, negocios, chiringuitos que procuran y exaltan la salud, que se han ido multiplicando y promocionando de forma masiva en los ¨²ltimos a?os y que no exist¨ªan en la ¨¦poca en que Ortega escribi¨® su art¨ªculo.
¡°Esta es la manera de sentir propia del esp¨ªritu industrial, del ¨¢nimo burgu¨¦s. Quiere a toda costa vivir y no se resigna a reconocer en la muerte el atributo m¨¢s esencial de la vida. A este fin emplea el ¨²nico procedimiento h¨¢bil para alargarla, que es reducirla a su m¨ªnima expresi¨®n, como hacen ciertas especies animales al sumirse en el sue?o invernal. Los bi¨®logos han dado a ¨¦ste el nombre de vita minima. Con lo cual resulta que la vida se prolonga en la medida que no se usa. Se obtiene su extensi¨®n a costa de su intensidad¡±. Y m¨¢s adelante remata el fil¨®sofo: ¡°?Por qu¨¦ ha de triunfar la moral de la vida larga sobre la moral de la vida alta?¡±.
El ciudadano de nuestro siglo se encuentra en esa encrucijada, entre la vida alta o la vita minima, esa suerte de hibernaci¨®n que, seg¨²n reza la doctrina de la salud, nos procurar¨¢ una vida larga.
Para que esto sea verdad tendr¨ªamos que erradicar a Tique, esa irresponsable que sigue aqu¨ª para recordarnos la variable del azar, y para hacernos ver que esa sensaci¨®n que tenemos, con cierta frecuencia, de ser los due?os de nuestro destino, no es m¨¢s que pura ilusi¨®n.
Jordi Soler es escritor. Su ¨²ltimo libro publicado es Mapa secreto del bosque (Debate).
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