La carta de los neuroderechos
Los cient¨ªficos previenen contra el pr¨®ximo alud de interfaces mente-m¨¢quina
Derecho a la identidad, al libre albedr¨ªo, a la privacidad mental, al acceso equitativo a la mejora cerebral y a la protecci¨®n contra sesgos. Son los cinco neuroderechos que un grupo de 25 cient¨ªficos encabezados por Rafael Yuste, de la Universidad de Columbia en Nueva York, est¨¢n promoviendo como una especie de adenda a la carta de los derechos humanos. La lista es bien llamativa, porque si los neurocient¨ªficos reclaman que la identidad personal o el libre albedr¨ªo se protejan como derechos en las legislaciones, es porque los ven amenazados en el futuro inmediato, por no decir ahora mismo. Y no andan faltos de argumentos, como puedes leer en Materia.
La pista del dinero es elocuente. Las tecnol¨®gicas se han puesto nerviosas porque creen que el pr¨®ximo iPhone ser¨¢ una interfaz mente-m¨¢quina (no invasiva), y Yuste piensa que tienen raz¨®n. Si ya era conocida la firma Neuralink, de Elon Musk (100 millones de d¨®lares anuales), que persigue mejorar esas mismas interfaces mente-m¨¢quina, ahora se suman Facebook con otros mil millones y Microsoft con otro tanto, estos ¨²ltimos en la propia empresa de Musk. Yuste asegura que Google ha hecho una inversi¨®n similar, que todav¨ªa no es p¨²blica. Todos a por Apple y su iPhone cerebral.
Pese a que nuestro conocimiento del cerebro es a¨²n insuficiente, la implantaci¨®n de electrodos o (en su versi¨®n menos precisa pero no invasiva) el uso de cascos electroencefalogr¨¢ficos ha producido ya resultados impresionantes, como la determinaci¨®n de la conducta de un rat¨®n mediante la estimulaci¨®n de un grupo concreto de neuronas, o la intercomunicaci¨®n de palabras entre dos personas a trav¨¦s de un dispositivo electr¨®nico. Los neurocient¨ªficos tambi¨¦n saben que leer la mente de un individuo es ya una realidad, aunque el campo est¨¦ todav¨ªa en su prehistoria. El mismo concepto de libre albedr¨ªo sufre una crisis de identidad desde hace un par de d¨¦cadas: nuestro cerebro empieza a hacer las cosas antes de que nosotros tomemos la decisi¨®n de hacerlas.
De ah¨ª que Yuste y sus colegas teman que conectar los cerebros a ordenadores diluya la identidad de las personas y comprometa su capacidad para tomar decisiones. Que los cascos del iPhone lean nuestra actividad cerebral y descifren algunos de sus c¨®digos. Que las t¨¦cnicas de mejora, o aumentaci¨®n, de la mente, se conviertan en un privilegio de las clases adineradas, y que dentro de los algoritmos moren unos sesgos racistas o sexistas que te pueden dejar sin trabajo y sin vivienda. Neuroderechos. Da que pensar.
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