La arquitectura de resistencia de Kenneth Frampton
?C¨®mo modernizarse y mantener los or¨ªgenes? Un libro recopila varios ensayos del cr¨ªtico brit¨¢nico. Los seis puntos para un regionalismo cr¨ªtico mantienen una vigencia que asusta
¡°Para entrar en la modernidad, ?habr¨¢ que tirar por la borda el viejo pasado cultural que fue la raz¨®n de ser de un pueblo?¡±. Corr¨ªa 1983 cuando Kenneth Frampton lanz¨® esa pregunta en su ensayo Hacia un regionalismo cr¨ªtico: seis puntos para una arquitectura de resistencia dentro del volumen de Hal Foster The Anti-Aestheric: Essays on Post-Modern Culture (Bay Press). ?Cu¨¢nta premonici¨®n, cu¨¢nta paradoja y cu¨¢nta vigencia hay en aquel escrito que hoy recupera la editorial Gustavo Gili?
Frampton advert¨ªa ya del temor a la universalizaci¨®n. Para ¨¦l constitu¨ªa ¡°una especie de sutil destrucci¨®n¡± no solo de las culturas tradicionales, tambi¨¦n del ¡°n¨²cleo ¨¦tico y m¨ªtico de la humanidad¡±, esto es: ¡°de las grandes civilizaciones desde las que interpretamos la vida¡±. As¨ª, advert¨ªa de la llegada de una civilizaci¨®n de pacotilla como contrapartida irrisoria a la cultura elemental. Se refer¨ªa a las m¨¢quinas tragaperras, a las mismas malas pel¨ªculas distribuidas por todo el planeta, a la banalidad de los nuevos materiales y a la distorsi¨®n del lenguaje en manos de la propaganda: como si la humanidad al acceder en masa a una primera cultura de consumo se hubiera detenido en masa en un nivel de subcultura. La salida para ¨¦l consist¨ªa en arraigarse de nuevo y conseguir dejar paso a la racionalidad cient¨ªfica, t¨¦cnica y pol¨ªtica. Las tres.
Ahora que vivimos el resurgimiento del genius loci, de las culturas locales y la artesan¨ªa mientras convivimos en una especulaci¨®n que no teme excluir a los ciudadanos de las ciudades para revender los centros urbanos como bienes de inversi¨®n puede resultar pertinente regresar, casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, a un texto que, apoyando la modernidad, se planteaba la posibilidad de que esta arrasara las culturas locales.
El dilema lo sembr¨® Paul Ricoeur en 1961, ?c¨®mo modernizarse y volver a los or¨ªgenes? Para contestar, Frampton distingui¨® entre vanguardia de mundo de ensue?o ¨Cel arte por el arte que ser¨ªan el Art Nouveau o los dramas de Wagner¨C y vanguardia progresista, tambi¨¦n liberadora y hasta reivindicativa ¨Cque ser¨ªa el futurismo, por ejemplo¨C.
Frampton escribi¨® que la modernidad no se pod¨ªa considerar una vanguardia liberadora desde el momento en que las artes hab¨ªan gravitado hacia el entretenimiento o el mercantilismo. Ya Herbert Marcuse hab¨ªa escrito que el progreso tecnol¨®gico puede revolucionar o retrasar la sociedad. En ese escenario tan poco ajeno a nuestros d¨ªas, Frampton aconsejaba, hace 40 a?os, una arquitectura de retaguardia, alejada de los extremos tecnol¨®gicos o nost¨¢lgicos. Para ¨¦l esa arquitectura deb¨ªa ser regionalista y cr¨ªtica. Es decir, resistente y capaz de proporcionar identidad. No pod¨ªa servir el chovinismo y no pod¨ªa surgir, en el otro polo, una nueva arquitectura sin una nueva relaci¨®n entre el proyectista y el usuario. El lugar y su tradici¨®n eran clave, pero deb¨ªan de ser cuestionados y no perpetuados. Ni oposici¨®n ni sumisi¨®n: reconsideraci¨®n. En ese sentido, Frampton propuso la mezcla, un verdadero di¨¢logo para revitalizar la expresi¨®n de una sociedad debilitada, una s¨ªntesis de elementos y principios procedentes de diversos sectores ideol¨®gicos. Y materiales. Una arquitectura dialogante, justo lo que ahora empezamos a ver.
Frampton recuerda que en 1954 el arquitecto Harwell Hamilton Harris distingui¨® entre regionalismo de restricci¨®n y regionalismo de liberaci¨®n. El primero momificaba. El segundo, responde al mundo desde el lugar. Y esa fue su propuesta: partir de los lugares, el an¨¢lisis del brit¨¢nico resulta visionario cuando describe las megal¨®polis. ¡°Con la excepci¨®n de las ciudades que se trazaron antes del inicio del siglo XX, ya no somos capaces de conservar unas formas urbanas definidas¡±. Consideraba que el nuevo urbanismo reduce todo el planteamiento urbano a usos de suelo y log¨ªstica de distribuci¨®n mientras que el marco te¨®rico guarda poca relaci¨®n con la realidad.
Describe, finalmente, el l¨ªmite a la manera china, que tambi¨¦n es la griega: no como el lugar donde termina algo sino como el punto donde algo comienza a ser lo que es (comienza su esencia). Por eso entiende que el l¨ªmite definido construye y resiste a la megal¨®polis. ¡°Los estadounidenses no necesitan plazas puesto que deber¨ªan estar en casa viendo la televisi¨®n¡±, apunt¨® Venturi. Una ciudad habla tanto de sus ciudadanos como las ventanas de los edificios sol¨ªan hablar del clima. El regionalismo del lugar tiene expresi¨®n sin caer en el sentimentalismo. Y Frampton tiene vigencia casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s.
Babelia
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