Energ¨¦tica
Que la publicidad apele a sentimientos individualistas como si los seres humanos vivi¨¦semos dentro de bolsas fetales herm¨¦ticamente cerradas no me sorprende
Me encantan los anuncios. Cuando era peque?a, mis programas preferidos eran los anuncios y las novelas de sobremesa. Se?oras y se?ores ¡ªpara que luego digan que lo del lenguaje inclusivo es nuevo¡ª. Los electroduendes me pillaron precozmente antiintelectual y quiz¨¢ un poco pedo. Poetas y publicistas comparten el uso de figuras ret¨®ricas. Lo malo es cuando quienes escriben poes¨ªa se empe?an en hacer publicidad ¡ªdigo el pecado, y punto¡ª, y las gentes de la publicidad frecuentan la poes¨ªa pol¨ªtica para vender viento, fuego, aire. Energ¨ªa. Las y los publicistas venden como si no vendieran: practican activismo y filantrop¨ªa. Entonces comienzo a calibrar el car¨¢cter poco inofensivo ¡ªofensivo¡ª de repeticiones, ret¨®rica y m¨²sicas pegadizas: ¡°Yo no soy Mart¨ªn Luther King, yo no invent¨¦ el m¨¦todo Montessori, yo no me plant¨¦ delante de un tanque¡¡±. A los ¡°pecados¡± por omisi¨®n le sigue la declaraci¨®n orgullosa de que¡ ¡°pero yo tambi¨¦n puedo cambiar el mundo¡±.
Que la publicidad apele a sentimientos individualistas como si los seres humanos vivi¨¦semos dentro de bolsas fetales herm¨¦ticamente cerradas no me sorprende; tampoco me sorprende que los cambios hist¨®ricos se asocien a la heroicidad personal. Sin embargo, que yo no sea Martin Luther King me trae a la mente que tampoco voto ni milito en un partido ni en un colectivo feminista, ni me manifiesto ni me autoinculpo ni pago la cuota de un sindicato ni hago huelga y, adem¨¢s me cabreo si la huelga me retrasa, ni intento bloquear un desahucio ni ense?o las tetas en una capilla ni escribo con mis vecinas las historias de mi?calle ni compongo canciones protesta en?forma de rap, trap, reguet¨®n u Orfe¨®n Donostiarra, y adem¨¢s todas las personas que hacen estas cosas me parecen desfasadas y aborregadas. Soy zoon-zoom politikon, animala inquieta, no por mis minutos de silencio ante las v¨ªctimas de violencia machista, las indignidades salariales o el desmantelamiento de lo p¨²blico, soy animala inquieta por mis firmas virtuales y mis opciones de consumo. Detecto un modo m¨¢s integrado y controlable en esta forma de participaci¨®n pol¨ªtica: comer palitos fabricados con una medusa invasora ¡ªyo voy y me lo creo¡ª, comprarse un coche de bajo consumo que cuesta un ri?¨®n, beber refrescos ¡°sociales¡±, vivir en una casa de madera, consumir gas de la impoluta compa?¨ªa Luz del D¨ªa Ave Mar¨ªa. Para ser un zoon politikon y una animala inquieta necesito tener la cartera llena de pasta y estar dispuesta a gastar. Respeto los grupos de consumo que se lo curran poni¨¦ndose directamente en contacto con cooperativas alimentarias, sacrificando sus horas de ocio, trabajando comunitariamente y activando aquello de ¡°este encontr¨® un huevo, este lo casc¨®, etc¨¦tera¡±, pero yo ya estoy muy maleada. Interpelo a las personas que, como yo, a¨²n compramos en esas grandes superficies que, en las encuestas de satisfacci¨®n, preguntan a su clientela si sus repartidores huelen bien. Interpelo a quienes creen que se politizan por cambiar de compa?¨ªa de gas. Tal vez la pregunta sea qui¨¦n se lucra y trapichea con los recursos naturales, a trav¨¦s de qu¨¦ f¨®rmulas de connivencia gubernamental y por qu¨¦ nos hacen pagar por lo que no se deber¨ªa poder vender.
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