Dime qu¨¦ te preocupa y te dir¨¦ qui¨¦n eres
La ira destructiva de los partidos populistas de derechas encubre las cuestiones sociales vitales de nuestra ¨¦poca y se desv¨ªa de cualquier problema urgente que exija un pensamiento constructivo
"La ira tiene un objetivo limitado y graves debilidades¡±, afirmaba la premio Nobel Toni Morrison en su conferencia de 2004 War on Error (¡°La guerra contra el error¡±). ¡°Sofoca el entendimiento y sustituye la acci¨®n constructiva por un teatro sin sentido¡±. Quiz¨¢ lo ¨²nico bueno del desastre de Turingia (la maniobra fraudulenta que ha permitido investir al primer ministro con los votos de la formaci¨®n de extrema derecha Alternativa para Alemania) sea que, por fin, ha quedado al descubierto la ira manipuladora que el partido radical lleva a?os disfrazando de preocupaci¨®n compasiva. Se acab¨® el carnaval ret¨®rico que ha representado en la escena p¨²blica secundado por edecanes oportunistas dispuestos a dar cr¨¦dito y tiempo en antena a su discurso mendaz como si fuese realmente necesario.
Lo ¨²nico que ha habido siempre ha sido una ira antidemocr¨¢tica que quer¨ªa utilizar las pr¨¢cticas democr¨¢ticas; un dogma iliberal que pretend¨ªa abusar de la apertura liberal para destruir aquello de lo que se serv¨ªa. En Turingia se ha pervertido un procedimiento democr¨¢tico solo por el placer pornogr¨¢fico de burlarse de la democracia. Alternativa para Alemania (al igual que sus gemelos nacionalistas de derechas de Espa?a o Francia) no tiene nada que ver con reivindicaciones con contenido, con temas concretos, y mucho menos con las preocupaciones o las necesidades de los ciudadanos y las ciudadanas. No quiere llevar a cabo nada ni representar a nadie. Del mismo modo que su candidato a primer ministro no era m¨¢s que un candidato de pega cuya funci¨®n era desviar la atenci¨®n de las intenciones destructivas, el clich¨¦ de la cercan¨ªa al pueblo no es m¨¢s que una falacia para desviar la atenci¨®n de la profunda indiferencia por las ciudadanas y los ciudadanos. Para los populistas de derechas de todo el mundo, el ¡°pueblo¡± es solo un c¨®digo para la mec¨¢nica que dicta qui¨¦n no debe formar parte de nada, qui¨¦n debe recibir menos protecci¨®n y ser menos visible, y las creencias, las familias y los problemas de qui¨¦n deben tener menos valor.
La cuesti¨®n nunca ha sido la ciudadan¨ªa y sus preocupaciones. El juego ret¨®rico de la preocupaci¨®n solo sirve a Alternativa para Alemania (l¨¦ase Vox, la Liga Norte italiana o Agrupaci¨®n Nacional francesa) para estigmatizar a aquellos sobre los que hay que proyectar el miedo o el odio. Lo ¨²nico que la vieja nueva derecha ha querido siempre ha sido suscitar emociones para apuntar contra otros; un perpetuo m¨®vil racista que apenas se vac¨ªe el odio que ella atiza y canaliza, vuelva a reponerlo. Este teatro sin sentido que un p¨²blico entre ingenuo y divertido ha tolerado demasiado tiempo mientras se quitaba importancia a cada acto sistem¨¢tico de desprecio calific¨¢ndolo de ¡°superaci¨®n de un tab¨²¡± y se despolitizaba cada acto terrorista dictaminando que se trataba de la acci¨®n de un ¡°lobo solitario¡±, hace tiempo que ha dejado de tener gracia.
Reconocer la diversidad social no es una cuesti¨®n de moral; es una cuesti¨®n de contacto con la realidad
Quien clasifica a los seres humanos individualmente o en grupos, quien cree que puede revalorizar el miedo de unos y subestimar el dolor de otros, no es ni social ni cercano al pueblo, sino asocial y ajeno a la realidad. No existe la necesidad importante de los trabajadores marginados econ¨®micamente ni la insignificante de los musulmanes marginados culturalmente o de las mujeres. Quien crea que es posible seguir separando a los trabajadores marginados, por un lado, y a todos aquellos a los que no se tiene empacho en colgar la irrespetuosa etiqueta de ¡°minor¨ªas¡± (los emigrantes, los musulmanes, las mujeres), por otro, hace mucho que no ha estado en una f¨¢brica o en un hospital y ha dejado de preguntarse qui¨¦n construye los coches y los trenes en los que viajamos, qui¨¦n cuida y atiende a nuestros padres y a nosotros. Reconocer la diversidad social no es una cuesti¨®n de moral; es una cuesti¨®n de contacto con la realidad. La cr¨ªtica al racismo y al sexismo, el compromiso con los derechos de las mujeres o de los y las emigrantes no son debates de lujo ni una actitud elitista y superficial. Son las tareas vitales de todos los que vivimos en una sociedad democr¨¢tica.
La ira tiene graves debilidades, afirma Toni Morrison, y esto tal vez sea lo peor de ella: que la ira destructiva de los partidos populistas de derechas encubre las cuestiones sociales vitales de nuestra ¨¦poca, precisamente aquellas preocupaciones y necesidades que constituyen un verdadero motivo de descontento social y nostalgia pol¨ªtica. Lo da?ino de un partido como Alternativa para Alemania no es solo su visi¨®n revisionista de la historia, su nacionalismo neotribal, su ignorancia de lo que significa el Estado de derecho, sino su desviaci¨®n de cualquier problema realmente urgente que exija un pensamiento constructivo.
Hace tiempo que en las democracias del presente no hay una sola cuesti¨®n social, sino cuestiones en plural. La din¨¢mica de la igualdad y la desigualdad se abre como un abanico. Ah¨ª est¨¢n las infraestructuras deterioradas que profundizan la brecha social y cultural entre el este y el oeste, el norte y el sur, el campo y la ciudad; la cuesti¨®n cr¨ªtica de la vivienda, que cada vez desplaza a m¨¢s personas mermando la posibilidad de participar; la manera en que la digitalizaci¨®n y la inteligencia artificial est¨¢n reestructurando no solo el mundo del trabajo, sino toda nuestra vida. Todo esto afecta a la cuesti¨®n de qu¨¦ puestos de trabajo se pueden eliminar y qu¨¦ tareas y decisiones se pueden delegar en las m¨¢quinas capaces de aprender, pero tambi¨¦n de qu¨¦ desigualdades se reproducen en funci¨®n de los datos con que se alimenta a esas m¨¢quinas. Y algo no menos importante: adem¨¢s de innovaciones tecnol¨®gicas, el cambio clim¨¢tico exige una profunda transformaci¨®n de nuestra forma agr¨ªcola e industrial de producir, de la manera en que transportamos los bienes y las mercanc¨ªas, de las estructuras y los h¨¢bitos que determinan nuestro d¨ªa a d¨ªa, y de a qui¨¦n se imputan los costes sociales de todo ello: a los pa¨ªses del sur global, expuestos en cualquier caso a las mayores dislocaciones debido al cambio clim¨¢tico, o a quienes lo provocan. De las muchas p¨¦rdidas del sentido de la realidad de Alternativa para Alemania, una de las mayores es que mientras se queja de la emigraci¨®n tach¨¢ndola de carga, se empe?a en negar sus causas ecol¨®gicas. Por tanto, en vez de imitar su ira para tratar de recuperar los votos perdidos y de participar en un teatro sin sentido, los partidos tornadizos (no solo los alemanes) deber¨ªan atender a las cuestiones que nos dicta la realidad.
Carolin Emcke es periodista, escritora y fil¨®sofa, autora de Contra el odio (Taurus).
Traducci¨®n de Newsclips.
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