Volver al Magreb
Urge encauzar las divergencias en la delimitaci¨®n de los espacios de soberan¨ªa
La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gonz¨¢lez Laya, visitar¨¢ oficialmente Argel esta misma semana, despu¨¦s de haberlo hecho a Rabat poco tiempo despu¨¦s de que el presidente S¨¢nchez formara Gobierno y echara a andar la actual legislatura. Ambas visitas parecen reafirmar una estrategia consolidada de la pol¨ªtica exterior adoptada por la democracia espa?ola, en el sentido de considerar las relaciones con el Magreb, y, en general, el Mediterr¨¢neo, como uno de sus grandes anclajes internacionales, junto a Europa e Iberoam¨¦rica. Tanto el viaje que Gonz¨¢lez Laya realiz¨® a Marruecos, como el que emprender¨¢ a Argelia en pocos d¨ªas, han venido precedidos por las iniciativas unilaterales de los dos pa¨ªses magreb¨ªes en la delimitaci¨®n de sus respectivas fronteras mar¨ªtimas con Espa?a. M¨¢s all¨¢ de las diferencias, el afloramiento casi simult¨¢neo de estos dos contenciosos potenciales viene a poner de manifiesto que el desinter¨¦s pol¨ªtico por la acci¨®n exterior, salvo para usarla como arma arrojadiza en el debate interno, empieza a presentar facturas al cobro.
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En t¨¦rminos generales, Espa?a ha transitado en pocos a?os de promover una activa pol¨ªtica mediterr¨¢nea en la Uni¨®n Europea, completada con una decidida relaci¨®n bilateral con los pa¨ªses de la regi¨®n, a conformarse con una gesti¨®n rutinaria de lo que se alcanz¨® en el pasado. La p¨¦rdida de protagonismo en la que se ha traducido esta falta de empuje exterior no debe interpretarse en la clave est¨¦ril del orgullo nacional herido, por m¨¢s que resulte inexplicable la ausencia de Espa?a en la b¨²squeda de salidas para Libia en las que, por lo dem¨¢s, participan socios europeos con los que siempre existi¨® una estrecha cooperaci¨®n. Sin un proyecto de relaci¨®n con el Magreb, el objetivo estrat¨¦gico irrenunciable de que Espa?a contribuya a la democratizaci¨®n, el desarrollo econ¨®mico y la estabilidad de la regi¨®n queda sepultado bajo las diferencias que surgen entre pa¨ªses que comparten frontera y difieren en sus intereses. Desde este punto de vista, si por algo urge encauzar las divergencias surgidas con Marruecos y Argelia en la delimitaci¨®n de los espacios de soberan¨ªa es por volver a trabajar cuanto antes en los grandes objetivos para la regi¨®n.
Uno de los mayores logros de la diplomacia espa?ola en el Magreb, en los que el recientemente fallecido ministro Mor¨¢n tuvo un papel decisivo, fue abandonar la aproximaci¨®n africanista mantenida durante la dictadura, que consist¨ªa en defender los propios intereses apostando seg¨²n la circunstancia por apoyar los de Marruecos contra los de Argelia, y viceversa. No es que durante los ¨²ltimos a?os Espa?a haya regresado a aquella nefasta pol¨ªtica, pero s¨ª parece haber olvidado la trascendental importancia de consolidar una relaci¨®n a la vez activa y equilibrada entre dos pa¨ªses enfrentados por el conflicto del S¨¢hara. Y ello en unos momentos en los que los otros dos actores de la regi¨®n, Libia y T¨²nez, representan respectivamente el riesgo de fractura de un Estado tras una guerra civil y la esperanza de asentar el ¨²nico sistema democr¨¢tico claramente surgido de la primavera ¨¢rabe.
No se trata solo de que Espa?a no pueda seguir instalada en una gesti¨®n rutinaria de las relaciones con el Magreb, sino de que est¨¢ obligada, por propio inter¨¦s, a volver con determinaci¨®n, respeto e inteligencia a la regi¨®n. El pr¨®ximo viaje de la ministra Gonz¨¢lez Laya a Argel, despu¨¦s del realizado a Rabat, es una ocasi¨®n para superar tanto la mera visita protocolaria de los comienzos de mandato como el encuentro instrumental para resolver los ¨²ltimos problemas surgidos. La sociedad argelina se mantuvo al margen de la primavera ¨¢rabe, no porque no compartiera los deseos de libertad que las inspiraron, sino porque se encontraba a¨²n bajo la conmoci¨®n provocada por la guerra civil. Esos deseos de libertad afloraron hace un a?o y forzaron la ca¨ªda de un presidente como Buteflika, m¨¢s la m¨¢scara de un r¨¦gimen exhausto que un l¨ªder en plenitud de poderes. Retomando la expresi¨®n del ministro Mor¨¢n, Espa?a tiene que estar en su sitio.
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