Insuperable progresismo
Ante su inevitable deterioro, el progresismo no fue capaz de ofrecer algo nuevo o dejar canales abiertos con los movimientos sociales

En las ¨²ltimas semanas del 2019 asistimos al fin de un ciclo en Sudam¨¦rica. En cierta medida fue la cr¨®nica de una muerte anunciada desde la victoria de Mauricio Macri y el impeachment a Dilma Rousseff pero el golpe contra Evo Morales en un contexto de creciente descontento por su reelecci¨®n y la derrota electoral del Frente Amplio en Uruguay cerraron definitivamente el primer ciclo de Gobiernos progresistas en Sudam¨¦rica en el siglo XXI. Alguien podr¨¢ decir que aun est¨¢ Venezuela. Sin embargo, la deriva autoritaria de Maduro parece haberse despegado de las ideas y sensibilidad inicial del progresismo. Incluso ha generado explicitas oposiciones dentro del campo progresista en Argentina, Uruguay, Brasil y Chile. Tambi¨¦n se puede decir que el novel Gobierno argentino de Alberto Fern¨¢ndez parece un retorno a aquella sensibilidad pero las condiciones y posibilidades difieren de aquel momento inicial.
Durante las primeras dos d¨¦cadas de este siglo las experiencias progresistas concitaron la atenci¨®n internacional. En un contexto donde las izquierdas a nivel global no lograban reincorporarse de la profunda crisis de las socialdemocracias y los comunismos, en Am¨¦rica del Sur emergieron una serie de propuestas pol¨ªticas que aunque diversas entre si apuntaron al desarrollo de ciertas transformaciones sociales en un sentido igualitarista. Adem¨¢s, se reconoc¨ªan como parte de la tradici¨®n de izquierda del siglo XX, la misma que en otras partes del mundo se trataba de abandonar. En t¨¦rminos generales las apuestas transformadoras de estos Gobiernos fueron moderadas. Podr¨ªan ser consideradas ¡°reformistas¡±en el viejo lenguaje de la izquierda. Parad¨®jicamente aquellas generaciones que a fines de los sesentas cuestionaron con el discurso de la revoluci¨®n las experiencias desarrollistas y nacional populares de fines de los cincuentas en el nuevo siglo terminaron reivindic¨¢ndolas.
Las pol¨ªticas de estos gobiernos tuvieron que ver con: medidas redistributivas a trav¨¦s del mejoramiento salarial, la legislaci¨®n laboral o pol¨ªticas sociales que incorporaron programas de transferencia monetaria, un mayor di¨¢logo con los movimientos sociales, la apertura a ciertos movimientos identitarios en clave ¨¦tnica o de g¨¦nero y la promoci¨®n e inversi¨®n en servicios p¨²blicos (educaci¨®n, salud). Todas estas medidas que afectaron en un sentido progresivo la distribuci¨®n del ingreso y en algunos pa¨ªses rehabilitaron la posibilidad de la movilidad social ascendente en sectores populares no parecieron transformar la econom¨ªa pol¨ªtica de estos pa¨ªses. Redistribuyeron los ingresos pero no la riqueza. Los modelos de crecimiento econ¨®mico tuvieron importantes continuidades con los periodos previos y se sostuvieron en los modelos de crecimiento hacia afuera centrados en la explotaci¨®n de recursos naturales.
El desarrollo de estas propuestas se bas¨® en la democracia liberal como un principio articulador de la pol¨ªtica. Aunque muchas veces se denunci¨® una suerte de autoritarismo intr¨ªnseco de la izquierda lo cierto es que incluso en los pa¨ªses donde se desarrollaron reformas constitucionales se mantuvo el pluralismo pol¨ªtico, la alternancia electoral y la separaci¨®n de poderes. Aunque algunos de estos pol¨ªticos tuvieron practicas autoritarias, como las han tenido pol¨ªticos de diverso signo ideol¨®gico en el continente, no existi¨® una propuesta de institucionalizar el autoritarismo con un r¨¦gimen de partido ¨²nico como si hab¨ªa ocurrido en Cuba en d¨¦cadas anteriores.
Mas all¨¢ de estas coincidencias los procesos fueron variados. Algunos fueron discursivamente m¨¢s radicales que otros. Algunos fueron m¨¢s respetuosos de los procedimientos democr¨¢ticos que otros. Tambi¨¦n existieron diferencias en los estilos de liderazgos, el lugar de los partidos en el estado y el tipo de relaciones que establecieron con los movimientos sociales. Sus finales fueron diversos. En algunos casos las ca¨ªdas tuvieron que ver con golpes blandos acompa?ados de protestas sociales, en otros con derrotas electorales, y en otros con conflictos dentro de los propios elencos gobernantes.
Mas all¨¢ de los variados finales todos tuvieron algo en com¨²n. En ning¨²n pa¨ªs existieron experiencias superadoras de los progresismos. Luego de los progresismos todos los pa¨ªses enfrentaron reacciones conservadoras de derecha. Lo que muchas veces fue un axioma del progresismo se transform¨® en una amarga realidad. ¡°No hay nada m¨¢s a la izquierda que el progresismo¡±, ¡°somos la ¨²nica izquierda posible¡±, se dec¨ªa ante diversas cr¨ªticas que surg¨ªan desde movimientos sociales o sectores pol¨ªticos de izquierda o centro izquierda. Frente a estas cr¨ªticas los progresismos respond¨ªan con los argumentos del realismo pol¨ªtico. Se puede criticar pero en realidad no hay espacio para otro tipo de alternativas. La hip¨®tesis de la insuperabilidad fue la posibilidad pero a la vez el l¨ªmite de la experiencia progresista. Fue as¨ª como el argumento de la insuperabilidad condicion¨® las criticas por pr¨¢cticas de corrupci¨®n, o autoritarismo (en algunos casos), obtur¨® el desarrollo de ciertos movimientos espec¨ªficos en algunos pa¨ªses (feminismo, ambientalismo), y tambi¨¦n inhabilit¨® la renovaci¨®n de los liderazgos.
El argumento ten¨ªa cierta solidez. Efectivamente, los progresismos constituyeron mayor¨ªas electorales que para los partidos de izquierda resultaban in¨¦ditas. Incluso en los momentos de ca¨ªda electoral esas mayor¨ªas lograron mantener cifras cercanas al cuarenta por ciento en varios pa¨ªses. Mas all¨¢ de algunas pr¨¢cticas clientelares, importantes sectores populares se sintieron identificados en dichos movimientos. Pero los progresismos no consideraron que sus proyectos (en t¨¦rminos de sus organizaciones pol¨ªticas as¨ª como en t¨¦rminos de sus programas redistributivos) ten¨ªan ciertos l¨ªmites hist¨®ricos y que hab¨ªa que pensar como generar escenarios futuros m¨¢s plurales que construyeran un sentido com¨²n m¨¢s a la izquierda.
Los progresismos fueron una respuesta contingente posneoliberal a la crisis social y pol¨ªtica de neoliberalismo de los noventas. Ofrecieron un programa de m¨ªnima pragm¨¢tico, alejado de los horizontes ideol¨®gicos en los que se hab¨ªan pensado las izquierdas en la segunda mitad del siglo XX. A modo de ejemplo hay una gran diferencia entre lo que organizaciones como el Frente Amplio uruguayo o el Partido de los Trabajadores pensaban de sus proyectos de trasformaci¨®n pol¨ªtica en los ochentas y noventas y lo que realmente hicieron a comienzos del siglo XXI.
Dicha respuesta contingente ha sido le¨ªda por algunos analistas como moderaci¨®n, adaptaci¨®n, e incluso se ha utilizado el termino revoluci¨®n pasiva para mostrar c¨®mo la movilizaci¨®n popular que emergi¨® en los noventa fue en algunos casos contenida y cooptada. Pero si ampliamos la cronolog¨ªa y ponemos el momento progresista del siglo XXI en un per¨ªodo m¨¢s amplio partiendo de los ensayos desarrollados durante los cincuentas y sesentas es posible conceptualizar este momento como un discreto renacimiento de la izquierda pol¨ªtica luego de las masacres sufridas en los setentas y ochentas por reacciones autoritarias. Y donde una memoria de aquellas tragedias actu¨® como advertencia en contra de la radicalizaci¨®n pol¨ªtica y program¨¢tica, al menos para aquella generaci¨®n. En este sentido, las transformaciones desarrolladas estuvieron muy lejanas de los cambios estructurales de la econom¨ªa tan reclamadas por la izquierda durante la segunda mitad del siglo XX. En t¨¦rminos de econom¨ªa pol¨ªtica hubo importantes continuidades con el neoliberalismo previo, pero con un car¨¢cter redistributivo diferente al de las d¨¦cadas anteriores.
Lo que no se previ¨® es que esa agenda m¨ªnima y pragm¨¢tica ten¨ªa sus limites. Esas pol¨ªticas posneoliberales desarrollaron din¨¢micas para las que los progresismos no ten¨ªan respuestas. Las pol¨ªticas redistributivas ambientaron una movilidad social ascendente y la emergencia de sectores medios con expectativas aspiracionales que parec¨ªan ajustarse mejor a los discursos neoliberales celebratorios de la iniciativa individual que a aquellos de la solidaridad y emergencia social centrados en los planes sociales que los Gobiernos defend¨ªan. Tambi¨¦n, el modelo de crecimiento centrado en propuestas extractivas agudiz¨® los problemas ambientales y gener¨® un incremento de la movilizaci¨®n ambientalista. Asimismo, en algunos casos esta movilizaci¨®n estuvo conectada con el cuestionamiento a que la explotaci¨®n de los recursos naturales fuera desarrollada por empresas extranjeras. Aquel principio del nacionalismo econ¨®mico que hab¨ªa sido tan importante en el siglo XX se fue apagando en el progresismo por motivos diversos.
Por otra parte, un clima pol¨ªtico m¨¢s abierto habilit¨® al surgimiento de nuevas demandas. Los movimientos feministas y los de la diversidad encontraron en el momento progresista una oportunidad para amplificar sus demandas redefiniendo el igualitarismo sobre el que supuestamente se defin¨ªa la izquierda. Los movimientos ind¨ªgenas fueron parte central del primer momento pero luego se fue produciendo una separaci¨®n entre visiones m¨¢s cercanas al neodesarrollismo y otras que reivindicaban alternativas m¨¢s radicales. En algunos momentos estos movimientos se encontraron con algunos Gobiernos, pero en otros las relaciones fueron extremadamente conflictivas. Incluso se llegaron a perseguir protestas legitimas de maneras que poco ten¨ªan que ver con el discurso de los derechos humanos que los progresismos reivindicaban. Entre otros ejemplos se puede mencionar que en Brasil durante el per¨ªodo de Rousseff se desarrollaron leyes fuertemente condenatorias de la protesta social, en Bolivia existieron serios conflictos con sectores ind¨ªgenas y en Ecuador la relaci¨®n de Rafael Correa con sectores feministas fue extremadamente conflictiva.
Tambi¨¦n los progresismos comenzaron a sufrir las criticas por pr¨¢cticas pol¨ªticas asociadas a los ¨®rdenes pol¨ªticos tradicionales que hab¨ªan sido fuertemente cuestionados por las izquierdas del siglo XX. Las pr¨¢cticas caudillistas, personalistas, clientelares, y en algunos casos corruptas generaron indignaci¨®n en algunos sectores de la sociedad, muchas veces asociados a la sensibilidad de sectores medios. Mientras en otros momentos de la historia esa sensibilidad se hab¨ªa asociado a la cr¨ªtica de izquierda en este contexto encontr¨® pocos canales para su expresi¨®n y termin¨® siendo capitalizada por los discursos de derecha a trav¨¦s de una construcci¨®n caricaturesca de la idea de populismo.
En s¨ªntesis los progresismos tuvieron dificultades serias para incorporar la cr¨ªtica y construir escenarios m¨¢s plurales de di¨¢logo con diversos actores que no necesariamente representaban a las fuerzas de la reacci¨®n y de los sectores olig¨¢rquicos. Los motivos de dicha dificultad son variados y no tan f¨¢ciles de dilucidar. El realismo pol¨ªtico tuvo mucho que ver. La constataci¨®n de que algunas concesiones a dichos movimientos pod¨ªan alterar los acuerdos t¨¢citos con determinados sectores de las ¨¦lites (desde las iglesias al gran capital) muchas veces se present¨® como un argumento para evitar avanzar. Por otra parte, la tradici¨®n unanimista asociada a liderazgos personalizados de ciertas experiencias nacional populares dificult¨® una concepci¨®n de la transformaci¨®n en clave m¨¢s plural y que admitiera cierto nivel de conflicto dentro de las fuerzas proclives al cambio social.
Por otra parte, es cierto que el tono de la cr¨ªtica no ayud¨® a posibilitar nuevas s¨ªntesis. Muchas veces la cr¨ªtica se estableci¨® desde un posicionamiento de una autodeclarada autoridad moral de aquellos que realizaban la cr¨ªtica frente a la supuesta traici¨®n o degradaci¨®n moral de aquellos que con argumentos realistas hab¨ªan tranzado con el poder. Hubo poco de evaluaci¨®n pol¨ªtica de las condicionantes, limites y posibilidades en las que los gobernantes y los cr¨ªticos se mov¨ªan para entender lo que era posible y mucho m¨¢s de declamaci¨®n ¨¦tica. Adem¨¢s, dichos impulsos cr¨ªticos tambi¨¦n tendieron a banalizar los logros efectivos de los Gobiernos progresistas en t¨¦rminos de bienestar y mejora relativa de los niveles de vida de los sectores populares. Tal vez fue por eso que estos movimientos cr¨ªticos no lograron convocar mayor¨ªas alternativas a los progresismos. Sus criticas tuvieron impacto pero en ¨²ltima instancia tendieron a ser capitalizadas por reacciones conservadoras. El reciente debate sobre la relaci¨®n entre el levantamiento popular y el golpe en Bolivia es una clara muestra de esta tensi¨®n.
En algo de estas pol¨¦micas contempor¨¢neas dentro de las izquierdas parece resonar aquella tensi¨®n entre reforma y revoluci¨®n que articul¨® gran parte de los debates del siglo XX. Los progresistas se instalaron con argumentos cercanos a la idea de la viabilidad de la reforma, y los m¨¢s cr¨ªticos denunciaron que la reforma ocultaba problemas m¨¢s profundos. Los primeros se sostuvieron en argumentos de realismo y posibilismo pol¨ªtico y los segundos se ampararon en el discurso de la ¨¦tica. Mientras los primeros en pa¨ªses tan diferentes como Bolivia y Uruguay se esforzaban por mostrar que sus pol¨ªticas econ¨®micas y sociales eran reconocidas muy positivamente por organismos internacionales como el Banco Mundial o la CEPAL los segundos denunciaban dichas pol¨ªticas como el resultado de la traici¨®n con las ideas de izquierda. Pero los cr¨ªticos no pudieron construir argumentos veros¨ªmiles para mostrar que el progresismo en ¨²ltima instancia generar¨ªa escenarios m¨¢s nocivos para los sectores populares. Como Rosa Luxemburgo suger¨ªa, hace un siglo, el discurso revolucionario ¨²nicamente se puede sostener en un discurso realista que efectivamente muestre que la reforma genera un escenario peor que el de los costos que implica la radicalidad revolucionaria. El ¨¦nfasis ¨¦tico descuid¨® estos aspectos de la pol¨ªtica y en alguna medida inhabilit¨® que las posibilidades de superaci¨®n vinieran de estos sectores cr¨ªticos.
El progresismo fue m¨¢s efectivo convenciendo pero pasados los a?os ante su inevitable deterioro no fue capaz de ofrecer algo nuevo o dejar canales abiertos para nuevas s¨ªntesis con algunas de las justas cr¨ªticas que se abrieron desde los movimientos sociales, y sectores cr¨ªticos. Dicha reacci¨®n monol¨ªtica regal¨® causas legitimas a la reacci¨®n conservadora que supo como capitalizar dicho descontento. Fue as¨ª como los progresismos terminaron siendo insuperables.
Despu¨¦s de este ciclo la situaci¨®n de las izquierdas no parece tan negativa en varios de estos pa¨ªses permanecen importantes contingentes cercanos a dichas ideas y liderazgos. Sin embargo, aquellos progresismos no podr¨¢n transformarse en alternativas reales de poder si no incorporan algunos de los temas que hab¨ªan quedado limitados a la cr¨ªtica durante sus periodos de Gobierno y si no desarrollan una concepci¨®n m¨¢s plural de los procesos de cambio social.
Aldo Marchesi es un historiador uruguayo. Trabaja en la Universidad de la Rep¨²blica. Trabaja sobre historia reciente del Uruguay y el cono sur. Su libro m¨¢s reciente es Latin America¡¯s Radical Left Rebellion and Cold War in the Global 1960s.
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