Descansada
Me pongo nerviosa cuando oigo lo de ¡°Haz algo que te quite el sue?o¡±. Ya me lo quitan la lucha de clases, la reforma laboral, los feminicidios, el racismo...
Como no soy buena dormidora, algunos mensajes hieren mi sensibilidad: ¡°Haz algo que te quite el sue?o¡±, recomienda en inteligente retru¨¦cano una marca de colchones. Yo que he tomado valeriana con olor a heces y melatonina; que he hecho gimnasia sueca y yoga a 40 grados; que camino contando pasos como abracadabra para invocar el sue?o; que me acuesto y me levanto a la misma hora, y mastico lechuga y otros nutrientes adormecedores; que cuento ovejas hacia delante y hacia atr¨¢s, y que una vez, en un acto de venganza cochina, levant¨¦ a mi marido de la cama a los cinco minutos de haberse acostado porque no pod¨ªa soportar su facilidad para conciliar el sue?o: ¡°Lev¨¢ntate que ya son las seis¡¡±, le dije. Entonces, ¨¦l se levant¨® y, cuando estaba a punto de meterse en la ducha, me entr¨® la mala conciencia y confes¨¦ mi maldad. Mi marido se volvi¨® a la cama tan contento: ¡°?Si todav¨ªa me quedan seis horas!¡±. Esa mala mujer, que soy yo y lee a Lipovetsky anunciando que la nuestra es la sociedad de la ansiedad, se pone nerviosa cuando oye que alguien dice: ¡°Haz algo que te quite el sue?o¡±. Ya me lo quitan: reforma laboral, feminicidios, racismo, descascarillado de lo p¨²blico, consumo de hero¨ªna ¡ªque brillantemente relata Nuria Barrios en Todo arde¡ª, coronavirus y otras enfermedades pavorosas, extinci¨®n de los osos polares y cambio clim¨¢tico, mala memoria y memoria mala, declaraciones de Trump sobre los Oscar, la paz mundial¡
Adem¨¢s, estos mensajes publicitarios van dirigidos a mujeres y supuestamente dibujan modelos no estereotipados de feminidad que casi me hacen sentir nostalgia de antiguas bellas im¨¢genes con pamela Dior perfectamente encasquetada. Mientras un padre le da a su beb¨¦, marchoso y macarrota, un gluglutazo ¡ªojo al sufijo viril¡ª a ritmo de rock para demostrar que los pa?ales tambi¨¦n son cosa de hombres, las mujeres amamantan a sus criaturas y a la vez teclean en el ordenador, anotan, muerden un l¨¢piz y consultan documentos sobre la mesa de la cocina. Es de noche. Mientras el padre observa la tranquilidad de su hijo que duerme a pierna suelta ¡ªno va a necesitar orfidales¡ª sin que le molesten las humedades de su orina nocturna, una aspirante a delantera centro lanza balones por la escuadra. Es muy tarde y le han apagado las luces del estadio. Tampoco quiero ser esa mam¨¢ que no se puede poner mala: su hija la necesita y las madres no se cogen nunca la baja. Ratificamos la superioridad de estos esfuerzos de mujeres a las que se les exige el doble ¡ªno para triunfar, sino para vivir¡ª mientras llenamos las consultas m¨¦dicas a fin de que nos expidan recetas de alprazolam porque el sobreesfuerzo se transforma en sustancia que no nos deja dormir y nos produce calambres. Este sobreesfuerzo no se puede relatar ¨¦picamente para vender colchones. La realidad que describe el anuncio no es un sue?o: es una pesadilla. Yo no escribo para construir este modelo de superhero¨ªna neoliberal, mujer que simult¨¢neamente cuida, imagina, trabaja y lanza balones por la escuadra, con gesto so?ador y sonrisa en los labios. Me vais a disculpar, pero casi prefiero el glamur a secas y un verm¨² con aceituna. Feliz 8 de marzo.
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