El plan B del secesionismo

Hace poco, durante una jornada sobre convivencia ling¨¹¨ªstica en Barcelona, se me acerc¨® una se?ora. Esto me dijo: "Yo, ¨²ltimamente, cuando viajo por Espa?a con mi marido, me fijo en los pueblos y ciudades que me gustan. Para mudarme en cuanto me jubile. Yo aqu¨ª ya no quiero vivir. Y le digo una cosa: ninguno de esos pueblos y ciudades est¨¢ cerca de donde nac¨ª. Nac¨ª aqu¨ª, en Catalu?a, pero me cans¨¦ del desprecio. Ahora, subo al autob¨²s y ya no saludo en catal¨¢n: digo 'buenos d¨ªas', para que sepan que los castellanohablantes somos educados". Tristes palabras que compendian las consecuencias humanas del secesionismo. Para muchos espa?oles, vivir bajo la coacci¨®n identitaria del nacionalismo, hostigados por sus propias instituciones, es algo que ya no merece la pena. La cl¨¢usula oculta del acuerdo es ahora manifiesta: no basta sentir afecto por lo propio catal¨¢n; hay que renunciar tambi¨¦n a lo com¨²n espa?ol.

No hace tanto, Catalu?a, y en concreto Barcelona, era un lugar atractivo donde a muchos espa?oles les gustaba trasladar su residencia. La tendencia ahora es inversa: los ¨²ltimos datos se?alan un saldo migratorio negativo de Catalu?a con el resto de Espa?a en 2019, comportamiento contrario al que cabe esperar de una regi¨®n pr¨®spera. M¨¢s indicios: entre 2017 y 2019, m¨¢s de cien jueces abandonaron Catalu?a de forma voluntaria. En el MIR de 2019, solo uno de los diez mejores opositores a m¨¦dico especialista de toda Espa?a escogi¨® formarse en un hospital catal¨¢n. Y no faltan casos de pol¨ªticos que, por no militar en el secesionismo o alguna forma de nacionalismo rebajado, se han visto obligados a emigrar cansados de vivir con guardaespaldas.

Durante los a?os del proc¨¦s, el secesionismo catal¨¢n puso en pr¨¢ctica un belicoso plan A que no sali¨® como esperaba: sacar a Catalu?a de Espa?a. Ahora despliega un plan B m¨¢s sutil que lleva d¨¦cadas en marcha: sacar a Espa?a de Catalu?a. Lo hace por la doble v¨ªa de lograr de las ¨¦lites capitalinas, enredadas en banales juegos de poder, la retirada del Estado de Catalu?a, y de construir un censo electoral favorable a trav¨¦s de agresivos ejercicios de construcci¨®n nacional, haciendo la vida desagradable a quien se oponga. El plan A es pol¨¦mico; el plan B, en cambio, siempre ha tenido ingenuos apoyos en Madrid; lo prueba el Pa¨ªs Vasco, donde el PNV ya ha logrado echar a Espa?a pr¨¢cticamente del mapa, con el traspaso de la gesti¨®n de las pensiones como ¨²ltimo ejemplo. Ahora hay una mesa de di¨¢logo y el consejo que yo dar¨ªa a cualquiera que se sentara en ella por el lado del Gobierno es que no colaboraran con el plan B del secesionismo: sacar al Estado de Catalu?a, dado que no han logrado sacar a Catalu?a del Estado. Para que la se?ora que me habl¨® aquel d¨ªa no tenga que hacer las maletas y pueda morirse donde naci¨®.