Enfermos modernos
Fantaseo con que se quede todo bloqueado, cierren colegios y empresas, como cuando eras ni?o y deseabas que nevara para no ir al colegio. Vivir¨ªamos algo entra?able como pa¨ªs
No s¨¦ si les pasa, pero cada vez que veo, por ejemplo, a Rafa Nadal al otro lado del mundo en su en¨¦simo partido, pienso: jo, qu¨¦ rollo de vida, todo el d¨ªa jugando al tenis. Me pasa con cualquier deporte, que, aunque me guste mucho, creo que llevado a la saturaci¨®n solo puede ser aburrido. S¨ª, siento envidia, o como pueda llamarse eso, porque ver¨¢n que es muy raro cuando lo cuente, al despertar de madrugada, ir a la cocina, encender la luz y sorprender a un bichito por all¨ª, paseando mientras todos duermen, a lo suyo. Cu¨¢nta normalidad.
Vivimos en continua tensi¨®n productiva y todo es fijarse en el dinero que se le puede sacar a cada cosa. En cada carnaval, el dato decisivo es su impacto econ¨®mico, y, la verdad, as¨ª pierde toda la gracia y se te quitan las ganas de ir. Y, en fin, me ocurre igual con el coronavirus, que, al margen de la obvia preocupaci¨®n por las personas que sufren, no le veo tanto problema. Ahora que hemos pasado el primer p¨¢rrafo y ya estaremos leyendo esto cuatro gatos, confieso que fantaseo con que se quede todo bloqueado, cierren colegios y empresas, como cuando eras ni?o y deseabas que nevara para no ir al colegio. Vivir¨ªamos algo entra?able como pa¨ªs, que ya es hora. Yo creo que desde la ¨²ltima Eurocopa. Paramos este frenes¨ª, nos quedamos en casa, hablamos unos con otros, vemos las fotos antiguas, charlamos una hora al tel¨¦fono con un amigo que est¨¢ lejos, cocinamos un bizcocho, jugamos al parch¨ªs. Pi¨¦nsenlo, nadie tendr¨ªa prisa y todo el mundo estar¨ªa relajado, obligado por imperativo legal, ?no ser¨ªa maravilloso? No ser¨ªan unas vacaciones, ser¨ªa mucho mejor, porque las vacaciones tambi¨¦n se han convertido en un estr¨¦s. Y bien explicado ser¨ªa todo lo contrario del p¨¢nico, como un retiro espiritual casero (adem¨¢s, la Semana Santa tambi¨¦n es un circo y para eso ya no sirve).
Ha salido un librito precioso de Vicente Valero, Enfermos antiguos (Perif¨¦rica), y habla exactamente de esto, de c¨®mo se viv¨ªan antes las enfermedades, con otro ritmo, con otra filosof¨ªa. Parte de esta frase: ¡°?bamos a visitar a los enfermos. ?No lo recuerdas?¡±. Y echan a rodar los recuerdos, como la bola entre los juguetes al principio de la pel¨ªcula Matar a un ruise?or. Vicente Valero evoca aquellas tardes: ¡°Se dir¨ªa que en aquellos tiempos exist¨ªan las enfermedades largas, o que los m¨¦dicos ¡ªaquellos m¨¦dicos parlanchines, fumadores y un poco despreocupados, que entraban con su malet¨ªn en las casas como fontaneros dispuestos a arreglar una peque?a aver¨ªa sin importancia en el ba?o o en la cocina¡ª acostumbraban a ordenar reposo con frecuencia; o que, en definitiva, tambi¨¦n en la enfermedad, como en cualquier ¨¢mbito de la vida, no se conoc¨ªan las aceleraciones posteriores. Se practicaba, pues, con mejor o peor ¨¢nimo, la convalecencia: aquel modo de tiempo suspendido, aquella pausa que los cuerpos y las mentes exig¨ªan, aquel arropamiento¡±.
Este miedo a parar todo revela, creo yo, algo muy loco de nuestro tiempo: nadie puede permitirse una pausa, o eso cree, y no soportamos lo imprevisto. Era asombroso ver algunas declaraciones de la gente que se qued¨® en Canarias cuando suspendieron los vuelos por la calima, enfadad¨ªsimos y ofendidos como si fuera culpa de alguien y no del mal tiempo. Parec¨ªan decir: no hay derecho, para algo pago mis impuestos. Y no era culpa de nadie, es que la vida es as¨ª. Valero reflexiona sobre c¨®mo era antes detenerse, visitar las casas, pasar el rato, y concluye: ¡°Las consecuencias, digamos sociales, no me parec¨ªan del todo inc¨®modas, a veces incluso bastante amenas¡±.
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