Gestos y sonrisillas
Ponerse en pie ante el presidente tiene un significado que va mucho m¨¢s all¨¢ de la educaci¨®n o la ideolog¨ªa
Una de las cosas curiosas de nuestra ¨¦poca es el socavamiento de las formas pol¨ªticas no por el m¨¦todo del rechazo frontal a un modelo, como pudo suceder, por ejemplo, tras la Revoluci¨®n Francesa, donde unas nuevas formas que representaban a una manera de entender el nuevo contrato social. El m¨¦todo ahora es el choteo y su justificaci¨®n mediante argumentos equivocados que se presentan como verdaderos.
As¨ª, un parlamentario no es superior a una persona que se dedique a otra actividad. Ambas son ciudadanas y se deben el mismo respeto mutuo. Pero el primero durante el ejercicio de su cargo encarna la soberan¨ªa popular y eso es algo que ninguno de los dos deber¨ªa olvidar nunca. Un presidente de la Rep¨²blica o una Reina en un pa¨ªs democr¨¢tico son personas como todas las dem¨¢s, pero el cargo que ostentan es ¨²nico y representa nada menos que la decisi¨®n de un pa¨ªs de tener un proyecto. Hay colegas de oficio que no entienden ¡ªo ponen una sonrisilla ir¨®nica¡ª que los periodistas estadounidenses se pongan en pie cuando el presidente de Estados Unidos entra en la sala de prensa. Y lo hacen igual sea quien sea el presidente, incluso uno como el actual que saben que puede empezar a insultarlos parapetado en su cargo en cualquier momento. No es un gesto de servilismo, sino una demostraci¨®n p¨²blica de respeto a un cargo. Y lo hacen independientemente de que quien ocupe ese cargo y de que demuestre que es consciente de esa dignidad o no.
Las dictaduras no tienen estos problemas. No es necesaria ni siquiera una falta de respeto al cargo, sino que basta con que el dictador interprete que esta se ha producido. Sin embargo, uno de los triunfos de la democracia es que ciudadanos libres, ejerciendo esa misma libertad, realicen gestos que les recuerdan a s¨ª mismos y a los dem¨¢s lo verdaderamente importante: que existe un proyecto com¨²n que, por encima de sus diferencias, todos reconocen.
La democracia estadounidense est¨¢ llena de estos gestos y rituales que perdiendo esta perspectiva pueden parecer obsoletos, in¨²tiles o incluso abusivos. Y tiene otras pr¨¢cticas m¨¢s de fondo que, aplicado el mismo razonamiento de modernizaci¨®n, podr¨ªan ser barridas del mapa. ?No ser¨ªa mejor que en las elecciones de noviembre los votantes elijan directamente a un presidente y vicepresidente y no a 535 de personas ¨Cque forman el llamado ¡®colegio electoral¡¯¡ª que son quienes realmente designan al presidente de la Rep¨²blica? ?Por qu¨¦ un candidato independiente debe demostrar un apoyo del 15% por ciento en las encuestas, mientras que si se integra en uno de los dos partidos puede pasearse por las primar¨ªas de derrota en derrota mientras el dinero aguante? Probablemente no sea necesarias ninguna de estas dos cosas. Pero la democracia es una curiosa mezcla de modernizaci¨®n y tradici¨®n. Y es bueno que as¨ª sea. Ponerse en pie, o no, ante un presidente de EE UU no cambia nada. Pero dice mucho.
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