Pru¨¦belo usted en la oficina
ESTE HOMBRE SE encuentra en el banquillo por haberse cagado en una realidad imaginada. De ah¨ª su gesto de perplejidad. Entendemos por realidad imaginada aquella que desaparece si dejamos de creer en ella, al contrario, por ejemplo, de Marte, empecinado en seguir ah¨ª con independencia de la confianza que le profesemos. Quien dice Marte dice la Luna o el Everest. Yuval Noah Harari, el antrop¨®logo jud¨ªo autor de Sapiens, explica muy bien el asunto este de las realidades imaginadas sirvi¨¦ndose de una marca important¨ªsima de coches, en la que ahora no caigo, y de la que afirma que desaparecer¨ªa en poco tiempo si dej¨¢ramos de creer en ella y de adquirir sus autom¨®viles. Es lo que le ocurrir¨ªa, asimismo, y por abundar, a Mercadona, cuya existencia depende de nuestra fe en sus establecimientos.
El mundo est¨¢ lleno, en fin, de realidades imaginadas cuya fuerza, curiosamente, es muy superior a la de las reales. Si yo me cagara, en un momento de dolor (porque me he pillado un dedo con la puerta, pongamos por caso), si yo me cagara, dec¨ªamos, en la Meseta Central rusa, que tiene m¨¢s de medio mill¨®n de kil¨®metros cuadrados reales cent¨ªmetro a cent¨ªmetro, nadie me llevar¨ªa a juicio. Tampoco si me cagara en Venus, que est¨¢ a la vista de todos.
¡ª?Me cago en Venus!
?Lo ven? No pasa nada. La realidad real lo aguanta todo con una paciencia infinita. Ma?ana, en la oficina, pruebe usted a cagarse en los Montes Urales y comprobar¨¢ que hasta hace gracia. Pero no se le ocurra cagarse en una realidad fant¨¢stica si no quiere acabar como Willy Toledo, el se?or de la fotograf¨ªa.
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