La despedida de un traidor
El fallecimiento de Ernesto Cardenal invita a reconsiderar la degeneraci¨®n de un levantamiento popular que fue uno de los episodios m¨¢s relevante de la segunda mitad del siglo XX
El duelo de tres d¨ªas por la muerte del sacerdote y pol¨ªtico Ernesto Cardenal, aparentado en Nicaragua por Daniel Ortega y Rosario Murillo con un laudatorio epitafio, hubiera debido ser decretado muchos antes, cuando el sandinismo opt¨® por perseguirle, acelerando la trasformaci¨®n de la revoluci¨®n en autocracia. El fallecimiento del poeta comprometido con la justicia social y la utop¨ªa invita a reconsiderar la degeneraci¨®n de un levantamiento popular que fue uno de los episodios m¨¢s relevante de la segunda mitad del siglo XX. La revoluci¨®n sandinista acab¨® con una dictadura din¨¢stica al servicio de Estados Unidos y se coloc¨®, junto a la revoluci¨®n cubana, en el imaginario de la izquierda latinoamericana.
Te¨®logo, escritor y ministro de Cultura en el Gobierno revolucionario, protagoniz¨® disputas con Murillo que trascend¨ªan las relacionadas con el control del mundo de la cultura para adentrarse en los vericuetos de las vanidades y el poder. La pareja presidencial arroll¨® a Cardenal con jueces venales, someti¨® a detenci¨®n domiciliaria y le afrent¨® en la sepultura rindi¨¦ndole honores. ¡°Toda revoluci¨®n nos acerca al Reino de los Cielos, aun una revoluci¨®n perdida.¡±, escribi¨® el religioso en sus militantes memorias.
El cinismo es derecho consuetudinario en el universo de las transacciones pol¨ªticas y doctrinarias, pero en el caso del cura de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n abroncado por Juan Pablo II, el amedrentamiento de las turbas oficialistas que irrumpieron en sus funerales destap¨® las verg¨¹enzas de las alabanzas oficiales. Al no poder llamarle sicario del imperio, le llamaron judas, como a los comandantes que abandonaron la direcci¨®n del Frente Sandinista de Liberaci¨®n cuando el liderazgo colectivo fue reemplazado por la sumisi¨®n a Ortega y Murillo.
M¨¢s all¨¢ de la camarader¨ªa del Foro de Sao Paulo con los autoritarismos de vena marxista, el hostigamiento a Cardenal abri¨® un brecha en la adhesi¨®n de los grupos cristianos y de la izquierda internacional, que hab¨ªan encontrado en el triunfo sandinista de 1979 la hoja de ruta del activismo civil y miliciano contra terratenientes y caciques: la coalici¨®n con campesinos y obreros, cuyas aspiraciones eran la salud, la nutrici¨®n y la educaci¨®n. Un torrente de escritores y creadores, G¨¹nter Grass, Graham Greene, Cort¨¢zar, Garc¨ªa M¨¢rquez o Harold Pinter, lleg¨® a Managua en los ochenta y noventa para abrazar la causa.
El fundador de la comunidad Solentiname, libertaria residencia de campesinos, pescadores, artistas y revolucionarios en armas, desafi¨® al papa Wojtyla, renunci¨® al sandinismo bastardeado y al catolicismo vaticano para preservar la insurrecci¨®n de su conciencia y la fe en el Cristo del madero.
Hubiera sido interesante escuchar el juicio de los poetas norteamericanos Ferlinghetti y Gingsberg sobre la persecuci¨®n del semejante que nunca quiso ser un intelectual org¨¢nico; Alberti, Roberto Matta, Benedetti o Saramago le hubieran despedido arriesg¨¢ndose a que les gritaran ?fuera traidores!, como hicieron con el trapense, cuyo principal pecado fue creer que el compromiso ¨¦tico era m¨¢s poderoso que la adicci¨®n al poder, una enfermedad incurable.
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