Las tres viudas del doctor Zhivago
La novela 'Los secretos que guardamos' evoca el drama de Bor¨ªs Pasternak y de su gran amor, Olga Iv¨ªnskaya
?En los tiempos del estalinismo, los habitantes de Mosc¨² aprend¨ªan desde ni?os a contener la respiraci¨®n al pasar ante las puertas del centro de detenci¨®n y tortura de la Lubianka, ¡°porque se dec¨ªa que el Ministerio de Seguridad detectaba las ideas antisovi¨¦ticas.¡± Tambi¨¦n se rumoreaba que el edificio ten¨ªa veinte plantas bajo tierra, un t¨²nel que lo conectaba con el Kremlin y un b¨²nker antinuclear. Todo ello lo cuenta Lara Prescott en Los secretos que guardamos (Seix Barral), una novela sobre el poeta Boris Pasternak, su obra m¨¢s famosa, El doctor Zhivago, y su musa y amante, Olga Ivinskaya, la mujer que inspir¨® el personaje de Lara en la narraci¨®n que le puso en las manos el premio Nobel de literatura y a ¨¦l al pie de los caballos, porque en aquel tiempo y en aquel pa¨ªs la gloria y el miedo eran la cara y la cruz de la misma moneda.
Prescott, cuyo nombre de pila es el mismo que el de la hero¨ªna de Pasternak porque se lo puso su madre tras ver la versi¨®n cinematogr¨¢fica que David Lean hizo de El doctor Zhivago,convierte en una trama de esp¨ªas la odisea del manuscrito, que result¨® sospechoso para las autoridades desde que a¨²n estaba en proceso. Pasternak no hab¨ªa sido purgado porque al dictador le gustaba su poes¨ªa, pero otra cosa era permitirle sacar a la luz un texto cr¨ªtico con el r¨¦gimen comunista. Para presionarlo y que no siguiese adelante, detuvieron a Olga, la interrogaron acerca del contenido de la novela y como no lo delat¨®, fue enviada a Siberia tres a?os. Cuando la llevaban a cavar la tierra acorazada por el hielo, ella marcaba el ritmo de la azada con las s¨ªlabas de los versos memorizados de aquel hombre al que adoraba y que la quer¨ªa, pero que jam¨¢s se separ¨® de su esposa legal y madre de sus hijos, Zina¨ªda.
Cuando Stalin muri¨® no se acab¨® la rabia, y Jruschov nunca autoriz¨® publicar El doctor Zhivago en la URSS. Mientras, el millonario y editor italiano Feltrinelli hab¨ªa mandado a un agente a Mosc¨² con la siguiente orden: ¡°B¨²scame otro Nabokov y la nueva Lolita.¡± Encontr¨® a Pasternak, ¨¦ste le dio el original de la novela y Olga, que llevaba meses luchando porque se pudiera imprimir en su patria y su idioma, pronostic¨® una cat¨¢strofe: ¡°No has firmado un contrato, sino una sentencia de muerte.¡± Su ¨¦xito internacional y la concesi¨®n del Nobel echaron le?a al fuego y aparte de obligarle a rechazarlo, se le expuls¨® del Sindicato de Escritores, un drama de consecuencias terribles que puede imaginarse bien con la lectura de otro libro, Cr¨®nica de un silencio (Errata Naturae), de Lidia Chuk¨®vskaia, donde asistimos a la destrucci¨®n de una persona y una artista y a su lucha por resistir, por dejar el testimonio de su calvario y el de miles de sus compatriotas. ¡°Las ideas se contraponen con ideas, no con prisiones. La Historia no olvidar¨¢ y la literatura se vengar¨¢, aunque ning¨²n honor o dinero pueda borrar la infamia de prohibirnos crear¡±, le dice a Mija¨ªl Sh¨®lojov, el autor de El don apacible, que aplaud¨ªa los castigos a los disidentes.
¡°Ellos tienen sat¨¦lites, pero nosotros tenemos sus libros¡±, pensaron en la CIA, queriendo atenuar su desventaja en la carrera por el espacio con la difusi¨®n bajo cuerda de El doctor Zhivago en su lengua y su pa¨ªs. Pudieron ser las mecan¨®grafas de la novela de Pescott quienes lo llevaron all¨ª o no, pero lo cierto es que corri¨® como la p¨®lvora por el mercado negro y a ¨¦l le hicieron la vida imposible. Muri¨® en 1960 y Olga fue detenida y enviada de nuevo a otro campo de concentraci¨®n. Sobrevivi¨® hasta septiembre de 1995, as¨ª que pudo ver la Perestroika, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la novela de su gran amor, del que era tan viuda como Zina¨ªda en los documentos y Lara en la ficci¨®n, en los escaparates de las librer¨ªas de Mosc¨². Lidia Chuk¨®svskaia dijo la verdad: al final, la cultura y la raz¨®n siempre ganan, y las palabras derrotan al silencio.
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