Orfandad en Euskadi
No hay una opci¨®n pol¨ªtica que no asuma como inevitable el giro identitario de nuestra pol¨ªtica
"Pedro, ?t¨² sabes qu¨¦ es una naci¨®n?¡± Quien as¨ª habla es Patxi L¨®pez y estamos en el debate de las primarias del PSOE. Un observador externo quiz¨¢ pensar¨ªa que quien fuera el ¨²nico lehendakari no nacionalista hasta la fecha se dispone a hacer una defensa de la nacionalidad vasca frente a su oponente, el presidente Pedro S¨¢nchez, pero nada m¨¢s lejos de la realidad. El objetivo es otro y L¨®pez da en la diana: S¨¢nchez balbucea una respuesta sobre sentimientos colectivos antes de que el exlehendakari afirme que los socialistas jam¨¢s reconocer¨¢n una naci¨®n jur¨ªdica que no sea la espa?ola. Es un momento melanc¨®lico, un verdadero fin de ciclo avant la lettre, pues el debate, seguido de la rotunda derrota de L¨®pez, fue el ¨²ltimo baile de una narrativa socioliberal que desacralizaba las identidades colectivas y que muchos cre¨ªmos que era una apuesta pol¨ªtica firme, ¨¦tica y, sobre todo, permanente.
Patxi L¨®pez encarn¨® durante a?os aquel socialismo vasco corajudo que decidi¨® dar la batalla de la narrativa mientras sus concejales y simpatizantes eran hostigados y asesinados por ETA junto a sus hom¨®logos del Partido Popular. Con valent¨ªa, y acompa?ados del arrojo y compromiso del PP vasco de Antonio Basagoiti, quienes se defin¨ªan como constitucionalistas lograron torcer el brazo pol¨ªtico de un discurso que no solo hab¨ªa copado hegem¨®nicamente las instituciones y calles de Euskadi durante tres d¨¦cadas, sino que, en muchos casos, hab¨ªa callado con complicidad ante el intolerable acoso a los representantes de al menos la mitad de la poblaci¨®n. Pocos recuerdan que fueron tres a?os de buen gobierno y colaboraci¨®n, con profesionales punteros en casi todos los puestos clave de una coalici¨®n que apart¨® sus diferencias program¨¢ticas en servicio de algo mucho m¨¢s importante: dar un respiro identitario a una ciudadan¨ªa embriagada y atormentada a partes iguales por el perpetuo y agobiante relato de su imaginaria singularidad.
Fue la culminaci¨®n del largo camino de construcci¨®n de una narrativa que al fin acompa?aba a tantos ciudadanos hastiados de la unilateralidad de un discurso esencialista que les negaba carta de ciudadan¨ªa, expuls¨¢ndolos de los espacios p¨²blicos de reflexi¨®n. Durante d¨¦cadas, ser vasco signific¨® una ¨²nica cosa y una sola opci¨®n pol¨ªtica, por supuesto nacionalista, pero aquellos pol¨ªticos comprometidos, acompa?ados por intelectuales valerosos y movimientos c¨ªvicos como ?Basta Ya!, lograron que fuese posible defender al individuo frente a la colectividad, al ciudadano frente a la naci¨®n, la libertad individual, en fin, frente a la melanc¨®lica unicidad de un r¨ªo identitario cargado de ese desprecio reflejado en las palabras del exalcalde de San Sebasti¨¢n Ram¨®n Labayen: ¡°Han venido de fuera, con el voto y la maletita¡±. La anhelada desaparici¨®n de ETA cambi¨® por completo las din¨¢micas pol¨ªticas y sociales del Pa¨ªs Vasco, inaugurando un tiempo donde era posible hacer pol¨ªtica sin la amenaza de las pistolas y la borrokada. Hoy, sin duda, estamos mejor que ayer, aunque algunos se empe?en en estirar discursos de resistencia hacia posiciones absurdas, inoculando en la opini¨®n p¨²blica, parafraseando a V¨¢zquez Montalb¨¢n, aquello de que ¡°contra ETA viv¨ªamos mejor¡±. Pero este nuevo tiempo pol¨ªtico de Euskadi produjo una extra?a mutaci¨®n en sus actores no nacionalistas: liberados del yugo terrorista, se desentendieron del n¨²cleo de la resistencia c¨ªvica al nacionalismo, condenando a la orfandad pol¨ªtica a muchos ciudadanos que nos sentimos abandonados por quienes hab¨ªan compartido nuestros anhelos, objetivos y principios. Unos lo hicieron arrimando el ascua al calorcito de la identidad, identific¨¢ndose con el relato nacionalista incluso en plazas como Navarra, n¨²cleo irradiador del delirio abertzale; otros, impidiendo el normal desarrollo de una organizaci¨®n como el PP vasco, con suficientes mimbres como para construir un discurso propio y foralista que, tristemente, ha sido sepultado por una noci¨®n equivocada del viejo y casposo patriotismo de bandera.
?D¨®nde queda hoy una opci¨®n pol¨ªtica que comprenda, pero no asuma como inevitable, el giro soberanista e identitario que domina nuestra pol¨ªtica? ?C¨®mo aceptar que nuestras derechas ¡ªincluida esa que se quiso liberal y opt¨® por escenificar su desaparici¨®n emulando el fervor patri¨®tico de quienes dec¨ªa combatir¡ª decidan renunciar a cualquier presencia relevante en Euskadi? ?Qu¨¦ proyecto de pa¨ªs es ese? La espantada de figuras como S¨¦mper o Alfonso Alonso finiquita dram¨¢ticamente el ¨²ltimo atisbo de sensatez de un PP vasco condenado a la irrelevancia por propia iniciativa. El regreso de Iturgaiz, con perlas de estulticia sangrante como ese ¡°fasciocomunista¡± con el que defini¨® al Gobierno de Espa?a, no es una buena noticia, y acent¨²a la soledad de un electorado menguante que ve desvanecerse cualquier opci¨®n pol¨ªtica que apele a la raz¨®n como sustento de su discurso persuasivo. Pero, sobre todo, ?d¨®nde esta Patxi L¨®pez hoy, cuando el juego gira hacia el reconocimiento jur¨ªdico de una naci¨®n de naciones que condena a la soledad pol¨ªtica a tantos defensores c¨ªvicos de una democracia liberal, social y ciudadana? ?D¨®nde est¨¢ ese PSE que luch¨® por disputar la hegemon¨ªa del relato nacionalista? Porque quiz¨¢, lamentablemente, debamos recordar aquellas palabras de otros tiempos peores, pero tambi¨¦n m¨¢s claros: ni est¨¢ ni se le espera.
Rub¨¦n S¨¢ez es profesor de Narrativa en la Universidad de Nebrija e IED Madrid.
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