El d¨ªa despu¨¦s
El confinamiento forzado de los ciudadanos termina siendo un precedente preocupante en el futuro de las relaciones entre el Estado y la sociedad
Algo me dice que la lucha contra la pandemia del Coronavirus dejar¨¢ secuelas irreversibles en la manera en que vivimos. Han pasado casi 20 a?os de la destrucci¨®n de las Torres de Nueva York, pero a¨²n seguimos pagando las consecuencias. Entre otras cosas porque viajar por avi¨®n nunca volvi¨® a ser igual; quiz¨¢ esa sea la consecuencia m¨¢s fr¨ªvola de la lucha contra el terrorismo, pero tambi¨¦n la m¨¢s tangible para el ciudadano que pierde algo en el control del aeropuerto (una crema que excede los mililitros permitidos, un juguete para el hijo que el reglamento consider¨® una arma letal). Algo se rompi¨® para siempre en la confianza entre unos y otros, o entre autoridades y ciudadanos, ese 11 de septiembre del 2001 y nos convirti¨® a todos en sospechosos moment¨¢neos en proceso de demostrar su inocencia cada vez que se cruza un control de seguridad.
Pero me parece que el Covid-19 dejar¨¢ peores secuelas aun que Bin Laden. Y no solo las econ¨®micas, desde luego, aunque no ser¨¢n menores. El par¨®n en seco al que se ha sometido a la actividad productiva en todo el orbe tendr¨¢ implicaciones severas durante mucho tiempo. The Economist predice que el da?o no solo ser¨¢ may¨²sculo sino, en algunos casos, irreversible. Algunas compa?¨ªas ¨¢reas y hoteleras, determinas firmas financieras y ciertas industrias no alcanzar¨¢n a sobrevivir el per¨ªodo de vacas flacas a pesar de los pretendidos rescates. Desde luego que vendr¨¢n arco¨ªris y primaveras, pero ser¨¢ demasiado tarde para algunas f¨¢bricas, para sus empleados o para los pueblos en los que se encuentran: la vida para ellos no volver¨¢ a ser la misma.
Triste como es, sin embargo, eso no es lo m¨¢s trascendente para el conjunto porque, como es sabido, lo que algunos pierden otros terminan gan¨¢ndolo. Algunas parejas acabar¨¢n por separarse luego del encierro forzado, otras quiz¨¢s reencuentren en los rescoldos fuegos que cre¨ªan perdidos. Habr¨¢ que ver en diciembre y enero las cifras de los beb¨¦s prohijados por el confinamiento. Pero esa es la micro historia.
La que me preocupa es la otra, porque se avizoran cambios que nos afectar¨¢n a todos. En su ensayo La emergencia viral y el mundo de ma?ana, publicado en este diario, el fil¨®sofo surcoreano, Byung-Chul Han, plantea una tesis que quita el sue?o. El combate en contra de la pandemia deja en claro, afirma categ¨®rico, que los gobiernos autoritarios y la vigilancia cibern¨¦tica de los Estados sobre los ciudadanos, tan propios de Asia, probaron ser mucho m¨¢s eficaces que los golpes de palo que han dado Europa y Estados Unidos. Si alguna moraleja quedar¨¢ tras la pandemia es que China, Corea, Singapore o Taiwan tuvieron ¨¦xito all¨¢ donde las democracias fracasaron rotundamente.
Corea y Taiwan ni siquiera tuvieron que recurrir al confinamiento de las personas. La capacidad de sus gobiernos para monitorear a sus ciudadanos permiti¨® aislar los contagios y detener la epidemia sin trastocar brutalmente a la econom¨ªa o enclaustrar a las personas. Cuando alguien sale de la estaci¨®n de Pek¨ªn es captado autom¨¢ticamente por una c¨¢mara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vag¨®n reciben una notificaci¨®n en sus tel¨¦fonos m¨®viles, se?ala el autor. Quien se aproxima en Corea a un edificio en el que ha estado un infectado recibe a trav¨¦s de la ¡°Corona-app¡± una se?al de alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados est¨¢n registrados en la aplicaci¨®n. No se tiene muy en cuenta la protecci¨®n de datos ni la esfera privada.
Mientras que los chinos eran capaces de construir un hospital en diez d¨ªas para no contaminar al sistema hospitalario en su conjunto, las autoridades sanitarias europeas pasaban semanas discutiendo la estrategia y los pol¨ªticos evaluando las consecuencias electorales.
Me parece preocupante que en el balance final el ¡°modelo chino¡± resulte el m¨¢s adecuado en la peor crisis que se ha presentado en lo que llevamos del siglo XXI. Una perspectiva que parecer¨ªa sugerir que en los retos futuros en relaci¨®n al clima, la escasez de agua y energ¨ªa o pandemias por venir, las sociedades verticales y los ciudadanos vigilados tendr¨¢n m¨¢s oportunidades.
Aunque tampoco es que ¡°la soluci¨®n europea¡± sea tranquilizante. El confinamiento forzado de sus ciudadanos termina siendo un precedente preocupante en el futuro de las relaciones entre el Estado y la sociedad. Hoy por hoy, los franceses viven un estado de sitio impuesto unilateralmente por sus autoridades. Salir a la esquina incluso para adquirir v¨ªveres requiere de un permiso firmado e impreso que solo sirve para cada ocasi¨®n, la violaci¨®n de esta norma amerita una multa y eventualmente c¨¢rcel.
El miedo es el mayor sepulturero de las libertades, est¨¢ claro. Sea en Europa o en China la gente prefiere sentirse segura aunque para ello tenga que ceder derechos que en otras condiciones parec¨ªan irrenunciables. Y el temor tampoco es el mejor de los lubricantes para la solidaridad. El confinamiento individual o familiar desarticula cualquier impulso a la respuesta colectiva. En Alemania est¨¢ prohibida toda reuni¨®n mayor de dos personas, por ejemplo. La respuesta a la crisis es en ¨²ltima instancia la del Estado y una mir¨ªada de individuos aislados. Es decir, una sociedad fragmentada y sometida por el miedo.
Solo espero que entre los lamentables efectos residuales del Covid-19 no queden sacrificados los abrazos y los besos entre los seres humanos. Si el 9/11 nos convirti¨® a todos en sospechosos de ser terroristas, ser¨ªa lamentable que el Covid-19 nos dejara la percepci¨®n de que todo ser humano es portador de una enfermedad innombrable.
Se me dir¨¢ que no es momento de pensar en el d¨ªa siguiente cuando todav¨ªa no libramos el peligro de hoy. Pero Am¨¦rica Latina no es Europa ni es China, una oportunidad a¨²n de pensar en la sociedad que queremos ser pasado ma?ana.
@jorgezepedap
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.